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CARMEN SANZ AYÁN | Académica y tesorera de la Real Academia de Historia

"Los banqueros de antes, a diferencia de los de ahora, arriesgaban de verdad y sin pensar en un rescate"

"El Estado ha pecado de dejación por considerar que la educación y la cultura son negociables"

"Los banqueros de antes, a diferencia de los de ahora, arriesgaban de verdad y sin pensar en un rescate"

Entusiasta y rigurosa, la profesora Carmen Sanz (Madrid, 1961), catedrática de Historia Moderna en la Complutense y la erudita más joven de la Real Academia de la Historia, escudriña con lupa como tesorera las cuentas de la institución creada en 1735 con el mismo celo que investiga las quiebras de las monarquías hispánicas hasta el siglo XVIII. "Los banqueros de antes, a diferencia de los de ahora, arriesgaban de verdad y sin pensar en un rescate porque no existía un Banco Europeo", reflexiona la académica que logró en 2014 el Premio Nacional de Historia de España con un trabajo en el que analiza el impacto de los financieros internacionales en la crisis política que afrontó Felipe IV en 1640. Sanz admite que durante las épocas de recesión económica suelen surgir tensiones en la unidad de las naciones pero pone el grito en el cielo al abordar el proceso secesionista que impulsa Artur Mas en Cataluña, donde cree que se ha enseñado una historia plagada de falacias ante la absoluta dejación del Estado que ha despreciado el valor de las Humanidades. "Cuando al ciudadano no se le garantiza una buena formación se convierte en un ser manejable, sin bases y sin criterio", avisa.

-Profesora Sanz, ¿hemos sido de verdad los ibéricos los primeros en apostar por la globalización?

-Hay toda una corriente historiográfica que dice que la primera globalización estuvo protagonizada por Portugal y Castilla, pero no es una globalización como la actual.

-¿En qué consistió entonces ese paso hacia la primera globalización?

-En la unión de lo que ellos llamaban las cuatro partes del mundo. Eso es una realidad objetiva. También consiguieron imbricar culturalmente los continentes.

-¿Qué papel jugó la monarquía católica que reinaba sobre España y Portugal, entre 1580 y 1640?

-Es en ese periodo cuando se produce la unión de las coronas y Felipe II es monarca de Portugal y también lo es de Castilla y por tanto de todos sus territorios extraeuropeos, que en el caso de los americanos pasan a ser virreinatos. La monarquía española era la católica y, por ejemplo, la francesa, la cristianísima. De esta forma se definían políticamente frente al enemigo que representaba el islam y el imperio turco. No hay que olvidar que en aquella época había un total absolutismo confesional.

-¿Qué provocó la crisis de la monarquía hispánica en 1640?

-Algo que no le había pasado antes de una forma tan llamativa: se produce la desestabilización de los reinos interiores, a los que hay que sumar la crisis económica. La monarquía estaba en guerra abierta por el levantamiento de Flandes e implicada en la Guerra de los Treinta Años, pero a partir de 1635 entra también Francia en conflicto contra España. Es en ese momento cuando empiezan a desestabilizarse los reinos interiores, sobre todo en Cataluña y Portugal. Hay también un conato de levantamiento en los territorios andaluces y un alzamiento en Nápoles. La década de 1640 es aciaga desde ese punto de vista, pues a los problemas políticos se suman los financieros con subidas de impuestos para mantener las guerras. En 1640 hubo además crisis coyunturales de subsistencia debido a las malas cosechas.

-¿Cómo se reinventó entonces la monarquía?

-Viendo que tenía que ser consciente de la realidad y que no podía mantener tantos frentes abiertos. En 1648 aceptó la realidad de guerras y conflictos que padecían desde 1578. Se firmó la paz con las Provincias Unidas de los Países Bajos y ese frente quedó cerrado.

-Y el gasto se zanjó también, ¿no?

-Exacto. Esos recursos que se liberaron se destinaron a aplacar el conflicto catalán abierto desde 1640 y que lograron cerrar en 1652.

-¿Qué pasó con el conflicto portugués?

-Permaneció abierto. Felipe IV decía que Portugal era igual de importante para él que Cataluña, pero el dinero se destinó a solucionar el problema catalán.

-Supongo que quiere decir que el problema catalán se resolvió de momento, ¿verdad?

-El problema catalán en la actualidad no tiene nada que ver con el que hubo en el siglo XVII. En la rebelión de 1640, para 1642, Cataluña ya estaba bajo la cédula de Francia, así que la independencia fue muy cortita. Fue un conflicto en el que Luis XIII vio la posibilidad de debilitar a la monarquía hispánica. Los catalanes no mantuvieron su rebelión de forma independiente, tenían detrás a una potencia como Francia que estaba rodeada de territorios de los Habsburgo.

-No es ese el criterio dominante en Cataluña. Dice la profesora Carmen Iglesias que allí se ha enseñado una historia llena de falsedades. ¿Qué opina usted?

-Estoy de acuerdo con ella. El Estado ha pecado de dejación porque los políticos consideran que la educación y la cultura son negociables. No ven la importancia del estudio de Humanidades, que son el suelo formativo de los ciudadanos.

-¿Por qué triunfan con tanta facilidad esos discursos supuestamente falsos?

-Porque cuando al ciudadano no se le garantiza una buena formación se convierte en un ser manejable, sin bases y sin criterio. Si no sabes de dónde vienes, no sabes a dónde vas. Los hechos son los hechos y las interpretaciones que hacen los investigadores tienen que tener garantía científica. Reconozco que la objetividad absoluta no existe, pero los historiadores no son contadores de historias o cuentos. Decir que la guerra de sucesión fue una guerra de secesión es una falacia. Lo que hubo en Cataluña fue una guerra de sucesión, una contienda dinástica con un importante componente europeo.

-¿Quiere decir que detrás del fenómeno independentista catalán hay intereses internacionales?

-En aquella época sí. Francia era el país más interesado en desestabilizar a los Habsburgo, pero también jugaron un papel muy importante los intereses de ingleses y holandeses que intervinieron en este conflicto. En el pleito actual entre una parte de Cataluña y el resto de España lo que veo es que se ha dejado muy solos a todos esos ciudadanos que se sienten igual de catalanes que españoles.

-Volviendo al siglo XVII. ¿Qué papel jugaron los agentes financieros en la crisis política ocurrida en la época del conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV?

-El aprieto financiero en el que se vio el conde-duque de Olivares a partir de 1640 le llevó a una situación muy grave que le hacía muy difícil mantener su posición política. Le abandonó el capital genovés y encontró financiación en los portugueses que eran mucho más arriesgados que los genoveses. Este abandono de los genoveses se puede ver como una de las causas que precipitó la caída del conde-duque de Olivares.

-El maestro Ramón Carande vino a decir que no era oro todo lo que relucía en los galeones que llegaban a España repletos de metales preciosos en la época de Carlos I.

-No tenemos que imaginarnos los tesoros como cofres que llegaban cargados de joyas. Con el descubrimiento de América surge una gran industria extractiva y al rey sólo le correspondía un impuesto llamado el quinto real. El resto se lo quedaban particulares que habían entrado en toda la maquinaria que impulsó la industria minera de América. Ese quinto real, además, cuando llegaba a España solía estar ya comprometido por el rey, que lo invertía en su política de defensa.

-¿Se despilfarraba entonces el oro que nos llegaba de América?

-Lo que más llegaba era plata y lo cierto es que no es que se malgastase si uno piensa con una mentalidad del siglo XVI. Ese dinero no se quedaba en España porque los reyes lo invertían en defender a toda costa su hegemonía territorial y en no perder los terrenos heredados.

-Profesora Sanz, ¿son mejores los banqueros de Felipe VI que los de Carlos I y Felipe IV?

-A los de Felipe VI no los conozco y lo que puedo destacar de los que trabajaron entre los siglos XVI y XVII es que trabajaban sin paracaídas ante los riesgos de quiebra. En aquella época no existía un Banco Europeo que les rescatase. No había tampoco bancos centrales nacionales, que aparecen en el siglo XVIII, y que sirven de colchón para esos ahorradores que asumen riesgos. Los banqueros de antes, a diferencia de los de ahora, arriesgaban de verdad y sin pensar en un rescate.

-¿Qué papel jugaban las redes financieras en Europa en la Edad Moderna?

-Los banqueros de la época no sólo movían dinero, también especias y materias primas muy valiosas. Diversificaban el riesgo con cierta habilidad y controlaban sus patrimonios de bienes inmuebles, tangibles, para acceder al estamento nobiliario. Carlos I prefería apoyarse en las redes que funcionaban en Alemania, pero también las había en Roma, Génova, Florencia y más tarde en Portugal, donde eran además más especulativos. Las redes financieras en la Edad Moderna eran las venas por las que corría la sangre de los reinos. Estos banqueros suplían las incapacidades de los estados modernos que estaban en fase de formación recibiendo un porcentaje de las operaciones que se les encargaba.

-Se ha dicho que la actual crisis por la especulación financiera y de deuda pública se parece a la de 1929 pero, ¿cuál ha sido en su opinión el antecedente más parecido al actual?

-Crisis de deuda ya había en el siglo XVI. Lo que sucedió en 1929 es que se dejó caer a los que habían agrandado la burbuja especulativa y la sociedad tuvo que asumir lo que vino sin ningún tipo de seguro. La crisis del 29, salvando las distancias y la magnitud, fue similar a la del siglo XVIII, cuando Carlos II, último rey de la Casa de Austria, se da cuenta de que no puede asumir la inmensa deuda del país, empieza a hacer quitas de esa deuda y deja en papel mojado las más antiguas que heredó de Carlos I.

-¿Por qué no hay un discurso oficial de la Historia de España suficientemente respetado por los españoles?

-Existe un problema de mala interpretación del franquismo, que lanzó un mensaje reduccionista de la historia de España que no se ha revisado. Franco vendía una España grande, imperial y llena de tópicos contra los que reaccionan muchos españoles.

-Y como estudiosa del teatro en el Barroco. ¿Por qué Felipe II era tan contrario al teatro hasta llegar a prohibirlo en sus últimos momentos?

-Felipe II disfrutaba del teatro, pero en la época, cuando moría alguien de la realeza, se solían cerrar los teatros de la Corte por luto. Era entonces cuando los que veían en el teatro todo tipo de pecados y malas costumbres aprovechaban para pedir al rey que no los volviese a abrir. Hay que pensar en la mente de la época en la que todo estaba regido por Dios y si fallecía alguien cercano y además se perdía una guerra, por ejemplo, el monarca pensaba que era un castigo divino. Eso fue lo que pasó para que Felipe II llegase a prohibirlo en sus últimos años, influido por las autoridades eclesiásticas que echaban mano del discurso providencialista.

-¿Es ese el argumento que sirve también para explicar que Felipe IV, un gran amante del teatro, acabase prohibiéndolo en el siglo XVII en un momento de graves problemas políticos y personales?

-Exacto porque le puedo asegurar que a Felipe IV le gustaba todo lo que rodease al teatro, y en especial las artistas.

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