Era el último Gordo del Niño pagado en pesetas y fue el último gran premio de enero hecho íntegramente en Asturias. Dolores Lillo se ha vuelto a ver acelerando por la autopista en la mañana de Reyes para llegar a tiempo de ver caer sobre el barrio ovetense de El Cristo 8.400 millones de pesetas de las de 2001, más de cincuenta millones de euros de hoy. La propietaria de El Gallo de Oro, la administración que hizo ayer quince años vendió entero el 60.527, recuerda que primero sonó el teléfono y que la algarabía que percibió antes de todo por el auricular la empujó de inmediato a la carretera desde su casa en un pueblo de Lena. "Allí no oíamos bien la radio, así que no nos habíamos enterado. La chica que llevaba la administración repetía al teléfono 'nos ha tocado, que nos ha tocado'". Poco después vino aquella "alegría tan inmensa" que da la lotería "aunque en realidad no te haya tocado a ti" y, al final, días, semanas e incluso meses más tarde, las colas tipo Doña Manolita delante de su establecimiento porque al parecer la suerte atrae a la suerte, porque a partir del Gordo del Niño de 2001 su establecimiento despachó un premio especial al décimo a la semana siguiente y al menos el primero de otro sorteo ordinario solamente un mes después? "No sé si fueron tres o más de forma casi consecutiva, ya no me acuerdo, pero llegó a volverse habitual. Se formaban colas terribles que daban la vuelta a la esquina".

Se desbordó la venta de lotería y el gallo dorado de Oviedo emparentó en algún titular de prensa con la "bruja de oro" que hizo fortuna vendiendo fortuna en Sort (Lérida). Tanto que quince años después "la gente se sigue acordando. Todavía vienen de fuera exclusivamente a buscar lotería para ver si se repite. Éste es un juego muy de tradición. El lugar donde toca queda como un referente" y su administración ha cumplido decenio y medio de feliz acoplamiento con aquel día de Reyes de 2001 en el que el gallo de El Cristo cantó el Gordo del Niño.

"Se había vendido el número completo, casi todo a vecinos del barrio". La memoria de Dolores Lillo ha vuelto a retroceder quince años y reactiva las satisfacciones del premio que hizo millonarios en los alrededores y de todas las anécdotas de aquellos días de enero rescata sobre todo a un agraciado y a un desgraciado cuyas historias han sobrevivido con particular intensidad al paso del tiempo. Uno era un señor que sabía que había comprado el décimo premiado, pero que accidentalmente lo metió en la lavadora y lo perdió, evoca Lillo con cierta desazón. "Sus nietos llegaron a venir a la administración, porque el abuelo tenía un disgusto terrible, pero yo no podía hacer nada". Había también una pareja muy joven, "ella embarazada", que tenía algún problema porque la familia de él no aceptaba a la novia por su extracción social y que aquel día le contagiaron su "tremenda emoción al contarle que ahora tenían ellos su propio dinero".

Dolores Lillo, que empezó con el negocio de la suerte en Moreda y siguió en Oviedo desde los noventa, doró el gallo para poner nombre a su administración de loterías porque sigue coleccionando figuras de ellos, "porque es un animal que me encanta. Son preciosos". Ahora lamenta que desde la llegada del euro se resistan los premios gordos del Niño en Asturias.

El que ella repartió en 2001 fue el duodécimo que descargó millones en el Principado -con tres más en Oviedo, cuatro en Gijón, dos en Avilés y uno en Tapia, Langreo y Cangas del Narcea- y desde entonces ni uno más hasta que ayer un único décimo del Gordo salió de la máquina de un despacho del barrio de La Guía, en Gijón, para consolar con 200.000 euros a todos los jugadores de Asturias. No ha habido más pese a la perseverancia de la región que sorteo tras sorteo aparece entre las que se dejan más dinero en los grandes juegos navideños en relación a su población. "Eso dicen las estadísticas", afirma la lotera, que ahora ha dejado el despacho en manos de su hijo y a la que le puede servir el tópico futbolístico. La lotería es así. El caso es que "la lotería es un juego, pero no uno activo en el que uno dependa de su capacidad para ganar o perder". Uno caprichoso con más posibilidades para el que más juega, pero ninguna certeza para nadie. "Un azar".