Las aulas de la Universidad de Oviedo reciben estudiantes que traen de la secundaria y el bachillerato un bagaje intelectual escaso, una "deficiente formación previa" que "lastra sus resultados" y una "inmadurez intelectual" que combinada con una dosis de "falta de motivación" y un déficit de "capacidad de trabajo y esfuerzo" acaban cocinando la explicación de algunos fracasos. El retrato del alumno recién llegado les sale así a los profesores universitarios que imparten las asignaturas con más bajos niveles de rendimiento, 153 materias que no llegan al 50 por ciento de aprobados y que están muy significativamente concentradas en los primeros cursos de los grados. Es por eso que los docentes reclaman un ascenso simultáneo de la exigencia en la enseñanza preuniversitaria y de la dureza de las pruebas de acceso a la Universidad.
El inventario del Consejo Social de la Universidad ha identificado esas 153 materias "críticas" en el análisis del ejercicio académico 2013-2014. Son el doce por ciento de un total de 1.275 y al pedir diagnóstico a los docentes el organismo obtiene una propuesta de tratamiento, elevar a la vez el rigor de los exámenes de entrada y la coordinación de la institución con los centros de Secundaria en el diseño de los currículos de la formación preuniversitaria. Eso dice el último informe sobre las asignaturas con menos aprobados, pero eso han dicho también invariablemente los anteriores. El catedrático Ignacio Villaverde, secretario del Consejo Social, observa que la denuncia del déficit de la formación previa es "un clásico" en la opinión de los docentes y "sobre todo entre los de las ingenierías", curtidos a fuerza de ver alumnos de Primero a los que "les cuesta seguir las materias, especialmente las de mucho contenido matemático". El profesorado llama la atención sobre una práctica académica anómala que por esas deficiencias de la formación previa ha terminado por convertir los dos primeros cursos de cada grado en "filtros", en "cursos selectivos" sin que realmente estén diseñados para cumplir esa función.
La suya no es tanto "una queja respecto a los planes curriculares de las enseñanzas medias", precisa Villaverde, como una constatación del descenso de la eficiencia "en ciertas disciplinas, sobre todo científicas y matemáticas". De ahí la sugerencia doble al rectorado de "una mejora de la coordinación externa con los equipos que planifican la docencia en secundaria y bachillerato", pero también de una adecuada articulación "interna" de las materias impartidas, toda vez que "muchas veces los problemas" de los resultados académicos, expone Villaverde, "también surgen por la mala ubicación de las asignaturas en los planes de estudio, una circunstancia de la que los profesores nos vamos dando cuenta con la experiencia".
El caso es que la tasa general de rendimiento de la Universidad de Oviedo, añadiendo todas las demás a esas 153 asignaturas "críticas", ascendió más de tres puntos hasta situarse en el 74 por ciento de aprobados en el curso 2013-2014. En la zona menos confortable de los rendimientos académicos, no obstante, los docentes proponen restañar las deficiencias del bagaje previo de los estudiantes también mediante la implantación de "cursos cero", una semanas de formación de refuerzo que preparen a los alumnos para afrontar el curso siguiendo una fórmula que ya se ha experimentado con éxito en algún grado de la institución académica asturiana.
Los 163 informes elaborados a instancias del Consejo Social por los docentes de las asignaturas más duras para el alumnado detectan problemas de rendimiento derivados de la excesiva movilidad y temporalidad del profesorado, sobre todo en los grados impartidos en el campus de Mieres. También reinciden en alguna queja relativa a la "sobrecarga de horarios y tareas" que han de afrontar los estudiantes en el marco de las evaluaciones continuas en y otras, adosadas a las formativas, que perciben una "falta de motivación e interés en la materia" que desemboca en un "abrumador absentismo".
Puede que este defecto se desprenda directamente de otro que también ejerce como un lastre para el rendimiento universitario y que sobresale asimismo en el retrato de los profesores, la "inmadurez intelectual" de los estudiantes de los primeros cursos. Los docentes advierten en sus alumnos "poca capacidad de trabajo y esfuerzo", o "dificultades para la comprensión de la materia debido a unas competencias lecto-escritoras muy deficientes". Añade Ignacio Villaverde la convicción de que ese defecto se traduce además en alguna impericia para el pensamiento abstracto o en ciertas incapacidades para el "trabajo autónomo o la planificación de su estudio". Son problemas contra los que la Universidad tiene, a su juicio, pocas herramientas. "Se supone que un chico de dieciocho años debería venir con esos hábitos de estudio y de autonomía personal en la organización de su aprendizaje". Cuando esto no sucede, eso sí, puede que quede una opción de remedio en la extensión "los planes tutoriales". "Han funcionado en algunos centros", expone el catedrático, "y son experiencias de guiado mediante tutores en los primeros cursos o incluso en la utilización de estudiantes de los últimos años de carrera para que actúen como tutores de los que están empezando".
La convicción de que están hablando en realidad de un problema de disposición al aprendizaje queda constatada en el análisis por centros de las materias con menos aprobados: "Es evidente", dicen, "la tendencia a que las asignaturas con tasas de rendimiento bajas se concentren en las rama jurídico-social y en las ingenierías. No deja de ser especialmente llamativa su casi total ausencia en la rama de las Ciencias de la Salud, donde el alumnado es especialmente vocacional y muy seleccionado, dado el límite de admisión tan riguroso que se les viene aplicando desde hace tiempo".
