"Mi tribuna no es la política y mi militancia no es la partidista" se presentaba el arzobispo Sanz Montes en una de sus cartas semanales recién llegado a la diócesis asturiana para, a renglón seguido, ofrecer la contradictoria postura de pedir el voto para "para quienes defienden la vida humana en todos sus tramos desde antes de nacer" o para quienes entiendan "la educación sin imponer ideologías". A su juicio, defender en unas elecciones estos criterios, que parecen apuntar a cuestiones como el aborto o la siempre polémica asignatura de Educación para la Ciudadanía, no era hacer política.

Y a pesar de mostrarse partidario ya entonces a no hacer uso de la tribuna política y a mantener una cierta neutralidad, Sanz Montes clamaba entonces, como ahora, contra quienes "zarandean al pueblo cristiano con fantasmas falsos queriendo caldear rencores obsoletos", una referencia a las advertencias de los socialistas contra la llegada de la derecha y la pérdida de derechos. Y añadía: "Cada vez son más patéticas sus amenazas, y con la que está cayendo da grima que 'ere que ere', erre que erre, se sigan ninguneando las demandas de las personas".