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Rearmando a Palacio Valdés

Montserrat Abad se doctora en Filosofía con un estudio sobre el pensamiento del escritor lavianés, un católico de ideario ecléctico que despreciaba la política

Armando Palacio Valdés.

En la versión cinematográfica de "La aldea perdida", instrumentalizada por el franquismo, un final feliz opuesto al de la novela de Armando Palacio Valdés despide a los campesinos y a los mineros conviviendo en armónica satisfacción colectiva. Nada que ver con el enfrentamiento entre dos mundos que la obra original lleva hasta el final más trágico. Sostiene la filósofa Montserrat Abad, estudiosa de la herencia literaria y del pensamiento del autor lavianés, que el régimen manipuló el legado del novelista por su neutralidad ideológica, derivada de la aversión a la política que constituye uno de los rasgos distintivos del pensador que se transparenta tras el literato. Ayer, en la Universidad de Oviedo, Abad desgranó ese y otros muchos atributos del perfil ideológico del escritor en la lectura de su tesis doctoral, "Evolución del interés por la filosofía en la obra de Palacio Valdés", que mereció la calificación de Sobresaliente.

Abad, a quien su director de tesis, Gustavo Bueno Sánchez, puso sobre la pista de la poco estudiada dimensión metafísica de la obra del escritor de Entralgo, ha terminado descubriendo a un literato que quiso ser filósofo, o viceversa. Que confiesa en varios textos "que su primera intención es dedicarse a la filosofía" y que empieza escribiendo crítica filosófica, científica o literaria. Que finalmente desemboca en la novela, pero sin dejar nunca de filosofar, y retorna al ensayo al final de su vida. "He llegado a la conclusión", afirma Abad, "de que en realidad no abandona nunca la filosofía, sino que concibe la literatura como el medio de expresión más adecuado para cualquier idea. Durante veinte años escribio novelas con alto contenido filosófico, con un reflejo de la mayoría de las ideas de los sistemas de pensamiento del momento".

Y si de su ideario hay un diagnóstico: "Es el eclecticismo filosófico", precisa la doctora. La obra de Palacio Valdés trasluce una combinación de ideas con "bastante coherencia interna" que toma elementos del naturalismo francés, del catolicismo, tal vez sobre todo del idealismo alemán y del krausismo por la influencia de la Institución Libre de Enseñanza y sus ideales de tolerancia pedagógica frente al dogmatismo de la época. Era Armando Palacio Valdés (Entralgo, Laviana, 1843-Madrid, 1938) un católico de una militancia religiosa poco exacerbada que desarrolló en "La fe", sin tomar demasiado partido, el conflicto clásico de fe y razón.

Políticos y corrupción

También un escritor comprometido sin adscripción política, que "unas veces parece de la derecha humanista y otras muestra empatía con las ideas socialistas", que a caballo entre el siglo XIX y el XX sostuvo, según la investigadora madrileña, algo tan frecuente a estas alturas del XXI como que "la política era la encarnación de la corrupción. Pensaba que el político profesional era un corrupto profesional" y Montserrat Abad no ha encontrado de él una manifestación explícita de anexión al ideario de ninguna corriente política concreta. Poco antes de morir en plena Guerra Civil, afirma, como muestra de su asepsia, "le hicieron una entrevista, le preguntaron qué pensaba de las bombas y respondió 'prefiero pensar que son truenos'".

Se lo apropió el franquismo, se hicieron catorce versiones cinematográficas de sus obras, reinterpretadas ya desde el ideario del régimen, pero tal era su distancia que "esa misma utilización ideológica", concluye la investigadora, "podría haberla efectuado también el otro bando si hubiera ganado la guerra". No sólo en la política adelantó Palacio Valdés temas de debate que se reactivarían muchas décadas después. Su obra denuncia en distintos momentos "los malos tratos infantiles o la corrupción de la sociedad aristocrática" y al final de su vida escribe "El gobierno de la mujer", un ensayo de política femenina donde defiende, en plena polémica sobre el derecho al voto de la mujer, que "si hay un sexo preparado para dirigir el mundo es el femenino".

De vuelta a la iconografía de "La aldea perdida", esa novela mayor que, al decir de Abad, "con unos duendes y unos elfos podría haber sido vendida como 'El señor de los anillos'", se destila la dimensión de Palacio Valdés como "precursor de la imagen de Asturias como 'paraíso natural'. La naturaleza asturiana es para él el sumum de la virtud frente al a civilización y la industria que vendrían a traer la corrupción, a destruir el paraíso".

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