Gonzalo Suárez (Gijón, 1949) se ha ganado la vida como interiorista y la ha disfrutado como deportista, viajero y montañero en exteriores de los cinco continentes. Hijo del pintor Aurelio Suárez, estudió en Madrid en los años sesenta gracias a una beca de nadador en la residencia Blume.
-¿Cuándo empezó usted a trabajar?
-Al acabar el servicio militar seguí en Madrid, daba clases particulares de dibujo, colaboraba con un arquitecto, en una empresa y con profesores de la Escuela de Artes Aplicadas, donde hice la especialidad de decoración, a la que me dediqué. No me gustaba que el aparejador dependa al cien por cien de una empresa o de un arquitecto. El interiorismo te permite una profesión libre.
-¿Cuándo volvió a Gijón?
-En 1978. Monté un estudio con otro colega. A partir de 1980 quedé solo. Así hasta la jubilación. Gracias a esta forma de vida programé mis obras, me organicé y busqué mi tiempo de viaje.
-Dejó de nadar, se centró en el monte e hizo escalada extrema. ¿Qué es eso?
-Cuando en la montaña llegas al límite de tus posibilidades y hay riesgo. En escaladas se dan momentos críticos muchas veces.
-¿Ha tenido accidentes?
-Dos. Haciendo esquí fuera de pista con otro amigo en una ladera del pico Agujas (San Isidro) se me escapó un esquí. Bajé doscientos metros pegando con las piedras. Estaba haciendo la mili y acabé en el Hospital Militar de Oviedo. Sin que lo supiera el Ejército español y con costillas rotas me fui a hacer la primera invernal del Espolón Norte de Peña Santa de Castilla con un viejo amigo, Pedro García Toraño de Diego, al que años después hice mi última obra pública, la Farmacia Toraño.
-¿Qué ha hecho en la montaña?
-En la cordillera Cantábrica, incluido el Macizo de Ubiña y los Picos de Europa -que los expertos excluyen-, hice más de cien primeras vías, primeras ascensiones en solitario, las dos cosas a la vez, en verano, en invierno, en primeras invernales...
-Sé que ha ido más lejos.
-He hecho montañas, desiertos, buceo y selvas en Alaska, Groenlandia, Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Venezuela, Chile, Perú, África, Asia y Oceanía.
-¿Con qué criterios organizaba los viajes?
-Deportivos y con una base cultural que nos permitió conocer las culturas mayas, azteca e inca, el grafismo de las antiguas culturas primitivas en el Sáhara y las culturas de India, China y el Sudeste asiático.
-Primeros viajes fuera de Europa.
-En 1977 fuimos a distintos macizos de la cadena del Atlas. En 1978 preparé una expedición a Groenlandia para hacer cumbres de 2.000. Queríamos acabar haciendo un 8.000. En 1979 fuimos a Perú para hacer un 6.000, a la Cordillera Blanca. Estuvimos en Machu Picchu, Nazca, Chavín de Huántar, vimos su lanzón, una de las obras más antiguas de la cultura precolombina, y el Museo de la Cerámica en Lima.
-En 1980, el Himalaya.
-A una montaña que le faltaban unos metros para 7.000. LA NUEVA ESPAÑA fue uno de los patrocinadores. En 1983 tuvimos el primer permiso que hubo en Asturias para un 8.000, pero no fuimos porque un patrocinador se rajó en el último momento. Lo cambiamos por el monte Logan en el Yukón canadiense. A partir de 1984 me empezó a interesar más la actividad solitaria.
-Como qué.
-Ir a Australia y subir al monte más alto, el Kosciuszko, bucear en la barrera de coral, ascender al Ayers Rock e ir al Norte a ver restos de los antiguos aborígenes. Cuando regresaba, el viaje era tema de palique interminable con mi padre, grandísimo lector, que hablaba de tú a tú por la información que tenía. Yo le transmitía los matices del directo.
-¿Cuántas salidas hacía?
-Tres al año. La rapidez es cuestión económica. Si llego a México y para ir hasta Palenque tengo que esperar el autobús del aeropuerto al hotel y luego coger catorce buses más, necesito tiempo. En México estuvimos casi un mes, alquilamos un Volkswagen Escarabajo y recorrimos 28.000 kilómetros por aquellas carreteras. Era como hacer un Dakar. Y si hay que alquilar una avioneta o un helicóptero, se alquilan.
-Eso cuesta dinero.
-No tanto. A veces duermes en un banco de la estación, en un hotel de lujo o en tienda de campaña.
-¿Ganaba buen dinero?
-Mi vida es completa en todos los sentidos. Tengo una mujer que me lleva soportando 38 años.
-¿Cómo se llama?
-Caridad. La conocí dando una proyección de montaña, así que sabía qué podía esperarle. Es cubana. Su padre era asturiano y su madre cubana, hija de españoles. No tenemos hijos.
-¿Viaja con usted?
-No en viajes extremos. Soy un amante de Italia, donde pasé temporadas por montaña y profesión y la conozco, sobre todo, de la mitad para arriba y Nápoles. Hace unos meses quería conocer la Toscana en otoño -por los amarillos y rojos siena de los pueblecitos- y lo hicimos. Puedo hacer un viaje a Dolomitas y si ella puede llegar al refugio, yo voy a la montaña.
-¿Aún sale a la montaña?
-Nunca la dejé, aunque a finales de los noventa pasé tres años dedicado a correr en bicicleta. Fui campeón master de Asturias y de Cataluña de contrarreloj y gané carreras y marchas. Ese regreso a la competición hizo que me propusieran volver a nadar. En 2001 corrí un Campeonato de España de master en León y al día siguiente regalé las bicicletas.
-¿Por qué dejó la bicicleta?
-No me gustaba el ambiente y es un tipo de ejercicio de mucha violencia cardiovascular y riesgo para esa edad.
-¿Riesgo?
-Aparte de los coches, de los peatones y de los pozos en la carretera, pillé una alcantarilla, salí por los aires y todo acabó en unas costillas rotas.
-¿Qué tal le fue volver a nadar en la categoría master?
-He batido 41 récords de España y ganado campeonatos de España en distintas categorías, de 100, 200, 400, 800 y 1.500 libres, en mariposa y en pruebas de estilos. He ganado 90 campeonatos individuales de España.
-¡Vaya regreso!
-Tengo mucha facilidad para el deporte. Nadé dos campeonatos de Europa y dos del mundo. En el ranking mundial de 2009, cuando cumplí 60 años, tuve la octava marca en 1.500 y en 200 mariposa. En el Europeo de Cádiz, 2009, saqué dos medallas de bronce en 800 y 200 mariposa. En 2010 en los Campeonatos del Mundo de Suecia hice un quinto puesto. Durante varios años, la Federación Asturiana me dio el galardón de mejor nadador master. Soy el único nadador nacido en Asturias y hecho nadador aquí que tiene medallas en un Europeo y en un Mundial.
-¿Aún nada?
-Hace dos años pasé a la categoría de 65 años. Había un Mundial en California y me lo marqué como objetivo para la jubilación. Pero empecé la temporada y mi cabeza tenía poca motivación para seguir los entrenamientos todos los días, estaba muy involucrado en cosas de mi padre y lo dejé. Ahora, ni me baño.
-Pero sigue en la montaña.
-Me he puesto un límite de riesgo, no voy a volver a hacer una vía de la cara oeste del Naranjo, pero sí subir la Sur. Ascendí al Aneto el año pasado, al Posets, segundo pico más alto de los Pirineos, al Mulhacén, al Veleta, a las montañas más altas palentinas...
-Está jubilado. Tiene todo el tiempo del mundo.
-Sigo haciendo lo mismo que hacía, ocho o diez horas diarias con la obra de mi padre, pero me he marcado más flexibilidad con los horarios. No espero al sábado o domingo, si está bueno el martes, voy al monte. Tengo más libertad de movimiento y estoy preparando un proyecto montañero.
-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?
-Ya te lo dije, full.
-No echa de menos nada.
-Ni de más. Se marchan objetivos, hay que tenerlos claros, han de tener dificultad. Eso me lo enseñó la universidad del mundo. No puede haber muchos frentes abiertos porque si haces muchas cosas las harás mal. Cuando te metes en algo con riesgo tienes que tenerlo claro, no puedes dudar. Si eso lo transmites a la vida es muy positivo, aunque los problemas con una obra y un albañil no son comparables con estar colgado en una gran pared a quince grados bajo cero. Hay que tener muy previsto cómo volver. Es más difícil bajar que subir.