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Maestros y discípulos

Rico: "Para investigar, la empresa es más ágil; la Universidad es un dinosaurio burocrático"

"En EE UU ser doctor puede suponer 40.000 dólares más de salario", apunta Pablo Quintana, que finalizó su etapa de doctorado hace un mes

"Podemos decir que pertenecemos a una empresa, en la cual, las directrices para prosperar son: publicar, publicar y publicar". Quien así habla es Manuel Rico Secades, catedrático de Tecnología Electrónica, miembro del grupo de investigación en Conversión Eficiente de Energía, Electrónica Industrial e Iluminación, adscrito al departamento de Ingeniería Eléctrica, Electrónica, de Computadores y Sistemas de la Universidad de Oviedo. Rico reflexiona sobre el estado de la investigación universitaria junto al doctor más joven de su área, Pablo Quintana, de 29 años, que leyó la tesis hace un mes. "A nadie le importan tus trabajos de I+D con empresas, o si de tu trabajo ha surgido un producto que ahora se comercializa", continúa el catedrático, que también fue director de gestión de I+D+i de la Universidad, en el vicerrectorado de Investigación. "En Dinamarca, donde realicé una estancia de doctorado, existe la figura del profesor investigador. Se dedican principalmente a ayudar a los doctorandos y a investigar", cuenta Pablo.

Uno y otro, maestro y discípulo dirigen su mirada sobre la imagen negativa que existe de la ciencia en España. "En general la percepción del investigador en nuestro país es bastante mala; digamos que se le ve como alguien que todavía no ha logrado incorporarse al mercado de trabajo, con un salario de risa y que se dedica a otras cosas", ironiza Rico. Como contrapunto Pablo incide en que uno de los principales valores del investigador español es que no tiene nada que envidiar a los de otros país. "La Politécnica de Gijón es muy buena", interrumpe Rico, quien convive en una de las sedes departamentales del campus de Gijón entre equipos inalámbricos de comunicación, luminarias inteligentes, proyectos piloto de alumbrado público y paneles solares fabricados con nuevos materiales, de muy bajo coste, que permiten generar electricidad con una inversión reducida. "La niña de sus ojos" en cuanto a equipamiento tecnológico es una máquina "pick and place" que facilita la colocación de componentes electrónicos.

No hay nada que envidiar a otros países, coinciden ambos. La única diferencia con otros centros es la figura del profesor como conseguidor de recursos, que en otros países llegan a convertirse en "auténticos buscadores de fondos" en el sector privado. "Aquí tenemos más carga docente pero, ellos, sin embargo, tienen peor formación teórica", opina Rico. Otro de los aspectos de los que más orgullosos se sienten en su grupo es de la colaboración con la empresa Normalux (hoy integrada en el conglomerado NormaGrup). En alguna ocasión hasta les han "robado" algún joven talento sin tan siquiera haber finalizado el doctorado. No obstante, "de la mano de la empresa la investigación es más ágil", reconoce el catedrático sobre un ámbito donde la Universidad se convierte en "un dinosaurio burocrático" por concebir la investigación con empresas como "no competitiva".

Esa definición de investigación no competitiva resulta dolorosa para los que han hecho de la trasferencia de tecnología a la empresa su filosofía. Insiste Manuel Rico en que "si cada profesor de la Universidad de Oviedo fuera capaz de sacar un producto al mercado que se vendiera -en lugar de dedicarse a las publicaciones científicas que dan progresión a su carrera académica- Asturias sería una región rica".

A Pablo su primer contacto con la empresa privada le llegó sin haber finalizado el doctorado, con Normalux. Pese a lo que pudiera parecer, en su rápido desarrollo como investigador, el joven no ha tenido que renunciar a ninguna de sus aficiones. Su proyecto fin de grado era sobre un prototipo de dron. El joven ingeniero ni siquiera había pensado en qué departamento desarrollaría su carrera investigadora. Pero la realidad es que "estoy muy cómodo aquí". Su interés sobre el aprovechamiento de energías renovables en sistemas de iluminación pública, dotándolos de inteligencia, lo compagina con su afición a viajar, el deporte, aprender idiomas y, por más que les pese a sus padres, los videojuegos. El maestro también incluye entre sus aficiones el atletismo (es miembro del club CAO de Oviedo), la lectura de libros de historia y la navegación a vela (dispone del título de patrón de yate). Las dos décadas largas de diferencia de edad entre uno y otro no representan obstáculo alguno cuando entran en el laboratorio. "Poco a poco vamos moviendo nuestra actividad para que las nuevas generaciones se queden a trabajar en la Universidad, pero deberán amoldarse al convencional concepto de investigación si quieren prosperar", advierte el más veterano de los dos.

En el debate sobre la necesidad de formar a más doctores, el discípulo apunta a la variable económica. "En EE UU ser doctor supone entre 30.000 o 40.000 dólares más al año. Eso en España en impensable mientras que allí hay gente que una vez incorporada a la empresa privada vuelven a la Universidad para realizar el doctorado", explica el joven tapiego.

La diferencia con centros de excelencia radica también en el personal auxiliar de laboratorio. En el MIT hay dos de estos profesionales por cada profesor. En España es a la inversa. "En nuestro laboratorio todos hacemos de todo", reconoce Pablo. La crisis también ha tenido un efecto "demoledor" sobre la investigación básica en España, constata Rico. "Pero la investigación aplicada también precisa de un cambio de mentalidad de país. Tanto en períodos de bonanza como de crisis siempre ha sido una inversión baja", lamenta. Pero no todo son quejas. "Tenemos talento de sobra, falta una orientación de los recursos hacia un nuevo modelo investigador y productivo", concluye Rico.

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