Tano Pelayo, el propietario del Misuri, en la Ribera de Luanco, bajó a su bar a las tres de la madrugada de ayer, cuando la mala mar se mostraba más salvaje. "El viento se lo llevaba todo, las olas llegaban hasta la puerta del bar. Vimos una enorme como de cinco pisos", cuenta. Ayer a mediodía, cuadrillas de obreros atrincheraban los accesos a restaurantes, bares, domicilios privados, ventanas... La mala mar se ensañó principalmente con el paseo del Puerto: se llevó otra vez la puerta de un garaje, la luna del restaurante El Tormentín, la terraza del Hogar del Pensionista, frente a la Torre del Reloj.

Los vecinos advertían a los viandantes de que no era bueno aparcar tan cerca de la mar. Las olas rompían espectacularmente contra las peñas. Todos estaban de acuerdo al decir que la de antes de anoche no fue una madrugada tan dura como la de hace un par de años. Los del Café 8 Villas aprendieron de entonces y ya habían protegido las lunas que dan a la playa. De hecho, tienen un sistema que facilita la protección de su negocio. "Aún así, entró el mar en el almacén y el falso techo está húmedo", resumieron. Tano Pelayo se lamentaba de que no hubiera vigilancia durante la noche. Guillermo Coviella, del restaurante El Tormentín, pidió a los soldadores que construyeran un pretil para salvar las olas. "Rompieron la luna por la noche, pero este mediodía doy una comida para cuarenta y tantos", destacó. Los vecinos de Luanco ya están acostumbrados a las acometidas de la mar. Y las de la madrugada del martes no pillaron por sorpresa.