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Amor prohibido en Cangas de Onís

Los enamorados desafían la prohibición municipal y cuelgan candados en señal de su pasión en el "puente nuevu"

Manuel Pelegrí, Esther Ferrando y su hija Elena, con el "puente romano" a sus espaldas.

"Me enamoré de la forma en que me hiciste volver a vivir", "Te amo" o "Eres todo lo que necesito" son sólo algunos de los mensajes que pueden leerse en las decenas de candados que cuelgan frente al "puente romano" de Cangas de Onís. A dos días de San Valentín, son cada vez más las parejas que desafían la prohibición municipal de poner estos cierres en el "puente nuevu", imitando una costumbre que popularizó el novelista Federico Moccia en su libro "Tengo ganas de ti". Es el caso de Marcos Herrera y Míriam López, pareja de Ciudad Real que asegura que se trata de "un recuerdo muy bonito que deja el amor unido para siempre".

Algunos visitantes bromean con que "a este paso" Cangas podría desbancar a París como ciudad del amor. Entre ellos, Beatriz Sáenz y David Sierra, de Logroño. "Prefiero que me haga una cena, pero lo del candado también es un detalle bonito, igual nos animamos a poner uno estos días que estamos de visita", cuenta Sáenz, que lleva siete de sus 22 años disfrutando del amor de Sierra.

Pero lo que unos ven como la máxima expresión del romanticismo otros lo interpretan como un acto de vandalismo que daña el mobiliario urbano. "El amor se demuestra de otras maneras, sin falta de candados. Es más una moda de chavaletes", cree la valenciana Esther Ferrando, que lleva 14 años con su marido Manuel Pelegrí.

La retirada de los candados para pintar la barandilla del puente hace unos años ya generó gran polémica. El alcalde, José Manuel Castro, alegó entonces que oxidaban el pasamanos. Pero la fiebre del amor, lejos de remitir, incluso se extendió a otros puentes como el de La Pedrera. Desde entonces los operarios municipales actúan eventualmente, cizalla en mano y a horas intempestivas, para evitar que se acumulen demasiados candados. Su labor hasta ahora, por lo que se ve, es infructuosa.

Además, entristece a jóvenes como Inés García, de 24 años. "Me parece mal que lo quiten a no ser que corra peligro la seguridad de la gente", cuenta esta médica interna residente (MIR ). "Es un elemento decorativo bonito y en cuanto encuentre al hombre de mi vida vendré a poner uno, porque es mi asignatura pendiente", sentencia. En la misma línea se expresa su compañera Cristina del Prado, que hace un año puso uno sobre el río Segura para celebrar San Valentín: "Mi pareja y yo tiramos la llave al río entonces y muchas veces paseamos por la zona para ver el candado. Es un símbolo bonito".

Su amiga Lara Cabrera destaca que "mucha gente lo hace sólo por postureo, pero otros lo sienten de verdad". La avilesina Alicia Fernández y su marido, Santos Pérez, casi ponen uno hace dos años en Venecia, pero no lo hicieron: "Había gente vendiéndolos y rompía el encanto al ser algo predeterminado". Su amiga Loli Sánchez, que aprovechará San Valentín para celebrar sus 30 años de casada, prefiere que su marido le demuestre amor verdadero apuntándose a clases de baile con ella.

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