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Apuntes de mecánica política

La entropía se dispara en los bastiones políticos

El PSOE y el PP afrontan situaciones de crisis interna en sus principales feudos, Gijón y Oviedo, que se enquistan por haber perdido el poder en castillos que parecían estables

La entropía se dispara en los bastiones políticos

Todo tiende al desorden: se trata de una ley que el universo sigue de forma implacable. Nada escapa a un principio tan terrible que solo induce a la consternación. Fue Rudolf Clausius (1822-1888) quien desarrolló la idea de desorden termodinámico de un sistema para explicar por qué ciertos acontecimientos ocurren sin posibilidad de marcha atrás. Ludwing Boltzmann (1844-1906) entendió que la magnitud que determina esa creciente desorganización, la entropía, tenía que ver con el hecho de que es más probable que algo acabe en el desbarajuste.

Las organizaciones políticas también tienden al tumulto: de ahí que deban someterse a una jerarquía que les ponga orden. Pero hay circunstancias que aceleran o congelan esa tendencia al alboroto. El poder actúa como un atenuante y su pérdida acelera el proceso inevitable.

El PSOE y el Partido Popular comparten en Asturias, aunque con razones muy distintas, dos ejemplos de estos procesos: sus organizaciones locales en Gijón y Oviedo, respectivamente. Ambos concejos han sido baluarte y granero de votos, las capitales prácticas del poder inapelable de ambas organizaciones. Pero en los dos municipios los referentes políticos han perdido el poder gracias a acuerdos o inhibiciones algo rocambolescas. Y la entropía, el desorden, comienza a cabalgar en los partidos.

La dimisión de Santiago Martínez Argüelles al frente de la agrupación socialista de Gijón pilló por sorpresa a la dirección regional del PSOE. En apariencia, una aspiración profesional de Martínez Argüelles le exige abandonar la primera línea política, aunque es cierto que el PSOE gijonés es un avispero atomizado de familias (algunas en el sentido real), y las relaciones entre el hasta hace días secretario general y el portavoz municipal, José María Pérez López, discurrían por cierto cansancio mutuo.

Antes que terminar destapando la caja de los truenos, la dirección regional del PSOE convenció a Pérez López para que presida la gestora con el objetivo de apaciguar las aguas hasta el próximo congreso local, donde allá se las apañe cada cual. Elaborar un mapa de grupos, tendencias y corrientes en el PSOE gijonés sería inasumible: hay demasiadas variables que permanecieron empastadas cuando tocaba pisar moqueta. Pero la oposición desgasta, multiplica la entropía, y al final el sistema se lía hasta encontrar un equilibrio distinto.

Ya apenas vale la clásica división entre guerristas, renovadores y tercera vía que constituía una especie de mapa mental para orientarse en el bosque socialista. Las tensiones federales del partido, el choque entre las posiciones más proclives al arrojo de Pedro Sánchez y las que le observan como demasiado incauto, están resituando a la tropa. La calma chicha de estos días es tan solo la expresión del compromiso de mantener la boca cerrada y dejar hacer a Sánchez, para que nadie interprete que en su propia casa le ponen zancadillas. Después, ya veremos. También en Gijón el "patchwork" del tejido socialista está cambiando.

Pero sí preocupa que el desorden inherente a la pérdida del poder termine por enquistarse en el partido en Gijón. "Es una agrupación que ya desarrolla los tics de llevar demasiado en la oposición, que hasta ahora estaban apaciguados en la idea de que el poder municipal era recuperable; pero el escenario está lleno de incertidumbres", dicen en el PSOE.

Cambiemos ahora al problema simétrico que afronta el PP en Oviedo. El enunciado es diferente pero también la entropía va camino de dispararse. Los populares asturianos están a expensas de la energía que llega del juzgado de Lugo que investiga la trama "Pokémon". La instrucción del caso ya se ha llevado por delante el control de Joaquín Aréstegui en el PP avilesino, aunque siga haciendo tutela en la sombra: pero es cuestión de tiempo que allí se inicie una explosión controlada. En Oviedo, el exalcalde Agustín Iglesias Caunedo confía en que su imputación a cuenta de unos viajes termine archivada y por eso trata de hacer lo posible para que no corra el reloj, desoyendo las llamadas a que dimita.

La denominada "trama del agua" es una pesadilla para los populares. Incluso la presidenta del PP regional, Mercedes Fernández, tendrá que pasar el trance de declarar como testigo el próximo día 25. Ha hecho acopio de argumentos en previsión de que tenga que responder a asuntos que, asegura, se produjeron antes de que ella tomase las riendas del partido en Asturias. El papel que Joaquín Fernández, presunto conseguidor de la trama, tenía en el partido (llegó a ser vicesecretario de comunicación) no se lo dio ella. Si algo tiene claro la presidenta del PP es que no va a lanzar salvavidas. Y aplica como cortafuegos los cambios internos (en el ámbito político y hasta en el contable) que llevó a cabo en el PP regional a su llegada. Ya lo repitió cuando conoció que debería sentarse ante la juez Pilar de Lara: "Por el caso Pokémon he pedido dimisiones que no se han producido".

Si la estampa de Caunedo entrando en el juzgado con el apoyo explícito de sus concejales (incluso del senador Mario Arias) se entendió en la dirección regional como un desafío, lo cierto es que Caunedo enfaja la junta local para evitar que anide en ella cualquier contestación interna, consciente de que sentarse en el frío escaño de la oposición y más aún con el mal trago de estar imputado es campo abonado para la batalla doméstica.

Así, Mercedes Fernández continúa trenzando, desde ese cuartel que es el grupo parlamentario regional, su ansiada reunificación del centro-derecha. Agustín Iglesias Caunedo permanece aislado en su territorio, confiando en que pase el temporal. Entre ambas posiciones ni tan siquiera suena un teléfono. Será cuestión de tiempo que el asunto judicial se despeje y se desate la batalla ya que, ninguno de ambos cuenta con un poder que engrase las tensiones.

La situación de indefinición e incertidumbre que existe en la política nacional también congela los movimientos, aunque no rebaja la presión que permanece silenciada. El Partido Popular tiene ante sí el abismo de pasar a la oposición, no solo debilitado por la aparente pasividad de Rajoy sino sacudido por los casos de corrupción que hacen aflorar las primeras voces críticas con el timón del gallego. Los viejos coroneles del aznarismo ya han comenzado a descolgar el teléfono y a cruzarse mensajes sobre la necesidad de una intervención directa ante un PP que va camino de desmoronarse.

Al margen de estas cuestiones, socialistas y populares tienen ante sí un serio problema: ambos han perdido el poder en aquellos castillos que parecían estables y de mano de partidos que saborean (o tratan de conseguir) el impulso que da el poder si se consigue mantener sin sobresaltos. PP y PSOE se han quedado sin las plazas que constituyen el corazón urbano de Asturias y donde se concentra la exigua población joven del Principado. Hay momentos en que solo un torniquete impide que el paciente se desangre.

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