Es un hecho sobradamente conocido que en los últimos veinte años se ha difundido una costumbre que acerca a muchos jóvenes al consumo inmoderado de alcohol y a la borrachera, sobre todo durante los fines de semana. También se ha visto que la edad de comienzo del hábito alcohólico se fue adelantando hasta los 16 y 14 años en chicos y chicas, respectivamente, aunque ya en los últimos años parece que, por fin, se va estabilizando en su progresión.

Muchos chicos carecen de información o tienden a minimizar los efectos nocivos que tiene el alcohol. No lo ven casi nunca como una droga. Y sí como un elemento de cohesión entre ellos, un elemento que facilita las relaciones, que aumenta las posibilidades de diversión e incluso una manera de sentirse "mayores", sobre todo cuando experimentan la embriaguez.

Es un fenómeno que se observa en muchos países del mundo, aunque España está a la cabeza. Y así, por ejemplo, tomando datos de consumos combinados de alcohol con otras drogas, nuestro país está muy por encima de las cantidades de Europa, con un dieciocho por ciento de abuso de alcohol combinado con hachís; un tres con siete por ciento, de alcohol, más hachís, más éxtasis; un tres con seis por ciento, de alcohol, más éxtasis, y un dos con siete, de alcohol más cocaína.

Todos estos datos provenían de un trabajo de Francisco Pascual Pastor, coordinador de la unidad de alcohología de Alcoy, en la Comunidad Valenciana, y fueron publicados en la revista especializada "Adicciones" hace una década, y también se complementaban con los proporcionados por un sector de población joven consciente de los efectos negativos del alcohol sobre la salud y la conducta. Lo cierto es que uno de cada cuatro jóvenes tuvo conflictos sociales: diecisiete por ciento, de riñas; ocho por ciento, de peleas y agresiones; siete por ciento, con accidentes que necesitaron asistencia médica. Y todos, unos y otros, son conscientes de la gran facilidad que tienen para adquirir y consumir alcohol en nuestra sociedad.