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IVÁN MUÑIZ LÓPEZ | Historiador y profesor de la UNED

"Los elementos que hemos mamado sobre Covadonga están sujetos a reinvenciones"

"El problema que hay es que todo lo que sucedió fue muy deformado, especialmente en una época tardía, por ejemplo en el siglo XVI"

Iván Muñiz López, ayer, en la sede del Ateneo Obrero de Gijón. JUAN PLAZA

"Covadonga y los orígenes del Reino de Asturias. Una perspectiva arqueológica" fue el título de la conferencia que ayer, en la sede del Ateneo Obrero de Gijón, pronunció el historiador Iván Muñiz López (Piedras Blancas, 1974), en un acto organizado por Ástura.

-¿Ante la falta de textos coetáneos a los hechos, con qué dificultades se encuentra un investigador para tratar de desentrañar lo que sucedió realmente en Covadonga?

-Desde el punto de vista de los textos que durante muchos años han sido el principal elemento, las fuentes más importantes que tenemos eran crónicas escritas más de un siglo y medio después de los acontecimientos. Por eso es muy complejo comprobar la veracidad de esas fuentes y, además, son muy sucintas e ideológicas. Lo que proporciona la arqueología es una visión alternativa y muchas veces complementaria a las fuentes escritas, y es algo que, en los últimos años, con el desarrollo de la arqueología medieval en Asturias, se está viendo cada vez con más fuerza.

-¿Con ese material, a qué conclusiones llega usted con respecto a la leyenda o mito de Covadonga?

-Lo primero de todo es que estamos acostumbrados a una historia fragmentada, todos hemos aprendido fechas paradigmáticas, pero ese año 722, entre interrogantes, fecha de la batalla de Covadonga y del inicio de la Edad Media en Asturias y en España, es un instrumento de trabajo, pero la historia jamás se divide en franjas tan ceñidas. Por eso, si queremos explicar lo que ocurrió en Covadonga hay que ir más atrás, a cómo era la sociedad asturiana anterior a ese año y descubriremos que hay vínculos y elementos de continuidad, y eso es algo fundamental. Los protagonistas de Covadonga, ese grupo de personas que se refugiaron en la cueva o en ese entorno montañoso, eran aristócratas y jerarcas que descendían de antiguas familias que ya en los siglos previos habían tenido un peso importante en Asturias. Cuando hablamos de figuras como Pelayo siempre hemos tendido a dar más importancia al carácter étnico que al social, cuando lo importante no es lo étnico, es lo social. Pelayo era un aristócrata, una persona con una influencia muy potente por lo que podemos intuir y que su familia, en el siglo previo, también haya jugado un papel importante en una Asturias en la que su aristocracia tan pronto pactaba con el reino visigodo como desafiaba ese pacto, lo que explica las rebeliones en la zona cantábrica del siglo VII.

-¿Cómo podemos tener una cierta evidencia de que realmente sucedió la batalla de Covadonga y que ocurrió en ese lugar concreto?

-Lo que se vislumbra a través de las fuentes escritas como de los hallazgos arqueológicos es la sensación de que hubo una sublevación más amplia. Pelayo, de hecho, llegó a Covadonga probablemente huyendo desde la zona central de Asturias, pero es evidente que no fue sólo una rebelión de un grupo de aristócratas acaudillados por Pelayo, hubo algo más potente. Los descubrimientos de La Carisa o del Camino Real de la Mesa indican que hubo una revuelta muy organizada, que es la única manera de explicar que se levantasen murallas lineales para cortar esos caminos y que no sólo se ciñó a la zona de Covadonga, que fue más amplio. Otra cosa distinta es que da la sensación que hubo facciones opuestas y que los musulmanes no fueron expulsados inmediatamente de Asturias y que durante esos años seguramente hubo pactos y que, por ejemplo, llegaron a Gijón y la utilizaron como capital y sede política para controlar Asturias. Lo que da la sensación es que en aquel entorno montañoso hubo algún tipo de refriega.

-¿Pero se encontró algún resto?

-El problema que hay es que todo lo que sucedió en Covadonga fue muy deformado, especialmente en una época tardía. Por ejemplo, en el siglo XVI la abadía de Covadonga se encontraba con muchos problemas jurisdiccionales y necesitaba la protección del rey Felipe II. Lo que se hace entonces es una reinvención de una serie de testimonios y de hallazgos arqueológicos muy confusos que tienden siempre a identificarse con la monarquía asturiana, pero si fuese hoy en día nadie le daría veracidad, nos faltan las pruebas. ¿Qué ocurrió? Pues que esas invenciones del pasado son las que, en cierta medida, llegan a nuestros días y han deformado todo el panorama arqueológico en torno a Covadonga.

-¿Alguna certeza?

-Lo que sabemos con certeza es que la cueva fue cristianizada en el siglo IX y es muy posible que hubiese una iglesia rupestre. Al margen, todo el resto de elementos que de niños hemos mamado sobre Covadonga están sujetos a reinvenciones de tiempos modernos a partir del siglo XVI.

-¿Le hizo daño a la búsqueda de lo que realmente ocurrió el "covadonguismo" del siglo XIX?

-Son cuestiones complejas. Al igual que dentro de doscientos años la forma que tenemos de mirar al pasado en la actualidad podrá estar sujeta a descrédito, lo que hizo esa forma romántica de ver la historia fue reformular datos históricos y convertirlos en una mitología propia que, de hecho, es la que a nivel popular se mantiene. Y lo más complejo es cómo desarraigar todo ese cúmulo de tradiciones heredadas y dar a conocer las novedades. Es decir, cada ámbito historiográfico hay que juzgarlo en su contexto histórico y lo que sucedió en el siglo XIX era la forma de ver la historia en el XIX, evidentemente con algo de ideología. Hay que tener en cuenta que es el tiempo de grandes obras en Covadonga, como la basílica, es decir, se creó una escenografía por parte de la iglesia católica y de unas facciones historiográficas asturianas que perdura hoy en día, por eso cuando vamos a Covadonga nos sentimos en un mundo mágico, es un elemento que ya se escapa de la parte racional.

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