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Mayor calidad de sangre, lograda por medios naturales

Valentina Sánchez tuvo siete hijos y disfruta de trece nietos. Abuela feliz, con una escoba ayer por la mañana para hacerse un hueco artesanal entre la nieve. "Usted viene un martes y esto está lleno de casas cerradas, pero el fin de semana abren muchas. Y cuando llegan las vacaciones aparecen vecinos que andan por todo el mundo". Valentina pertenece a una generación de madres numerosas y precoces que poblaron Sotres en tiempos no tan lejanos en los que una nevada podía incomunicar el pueblo durante semanas. No es que nevara más -que también- sino que los medios contra la naturaleza eran bastante más modestos. Vivir en primera línea rural tiene también sus ventajas. Como dice Ana Moradiellos, hija de la Gallega, "los de estos pueblos tenemos mayor número de hematocritos en sangre. Hay deportistas que los consiguen dopándose, pero aquí lo logramos por medio natural".

Tras la pala quitanieves de la Consejería de Infraestructuras y la furgoneta de Josefa Caso con el pan, la prensa y unas docenas de huevos, apenas diez vehículos se aventuraron por la mañana en ese tramo entre Tielve a Sotres, unos seis kilómetros en los que es preciso no apartar la atención de la carretera y mirar de reojo posibles desprendimientos de nieve. "No nevó para tanto", aseguran los vecinos veteranos del lugar. Pero por si acaso.

El transporte escolar no se aventura. Tiene que recoger en Sotres a dos niños para bajarlos a Arenas de Cabrales. En Sotres había escuela, con vivienda en el piso superior para los maestros. Está cerrada, quizá para siempre.

Sonia López Sánchez, que tiene 43 años, recuerda esa escuela de su pueblo con la clase hasta los topes de niños. "Era cuando funcionaban las minas de Áliva. Los trabajadores que quedaron se los llevó la empresa -Asturiana de Zinc- para Torrelavega", rememoran en la tertulia de Casa Cipriano, al calor de la chimenea. La última explotación minera en los Picos llegó hasta 1989, pero el éxodo comenzó mucho antes y Sotres y otros pueblos cercanos a uno y otro lado de la frontera astur-cántabra se fueron llenando de casas vacías y escuelas silenciosas.

José Collado, nacido en Tresviso pero con casa en Sotres, trabajó realizando el transporte de mineros. De Sotres a la boca de la mina de blenda hay unos diez kilómetros de pista. "Allí se trabajaba las veinticuatro horas y yo realizaba tres turnos de transporte al día, cada uno de ellos con ocho o diez mineros. Cuando la pista se cerraba por la nieve, los trabajadores se quedaban allí, durmiendo en barracones. Tenían hasta hornos para hacer pan".

Ahora no hay minas ni niños. En cuarenta años cambió más el paisaje sociológico que el geográfico. Y los escasos escolares con vivienda en Sotres se la juegan de aquí para allá, perdiendo clases cuando la carretera cierra y llenando la mochila de kilómetros.

"Esto ye muy guapo para venir de fin de semana, pero la vida aquí es todo menos fácil".

La tertulia es interrumpida por el ruido de la quitanieves portátil "regalo" del Ayuntamiento de Cabrales al vecindario. "Debe de ser que se enteraron de que está aquí LA NUEVA ESPAÑA", comenta una vecina.

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