El tamaño sí importa, al menos en el mar. Lo certifican los investigadores del Grupo de Ecología Marina y Paleooceanografía perteneciente al Observatorio marino de Asturias de la Universidad de Oviedo, que acaban de desvelar la estructura trófica del ecosistema del Cañón de Avilés. ¿La conclusión? El pez grande se come al chico. "Esto que parece una obviedad desde una perspectiva científica no lo es tanto, ya que hasta la fecha esta hipótesis no se apoyaba en un conjunto amplio de datos", explica José Luis Acuña, profesor del departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo y coordinador del trabajo liderado por la estudiante de doctorado Sonia Romero.

Conocer a ciencia cierta que los animales más grandes se alimentan de los más pequeños permitirá ahora a los investigadores conocer la acumulación de contaminantes en los habitantes del cañón de Avilés. "Hay una serie de contaminantes orgánicos que se bioacumulan. Por eso nuestro siguiente paso es saber si efectivamente el tamaño de los animales es un buen indicador para medir esa polución y si realmente los animales con más peso son los que más sufren los efectos de la contaminación", manifiesta Acuña.

Los investigadores que "escanearon" la gran sima abisal avilesina pesaron, midieron y fotografiaron durante cuatro años a un total de 897 ejemplares de diversas especies -algunas desconocidas-, desde crustáceos minúsculos que se alimentan de microalgas hasta los calamares gigantes y catáceos característicos del cañón de Avilés además de peces, aves y equinodermos. Basaron su trabajo en el análisis del 15N, un isótopo estable del nitrógeno que se acumula en los tejidos con cada transferencia entre depredador y presa; es decir, cuanto más alta es la proporción de 15N con el cuerpo de un animal más alta es su posición trófica. Utilizando esta técnica los investigadores concluyeron que en el gran valle submarino de Avilés los depredadores pesan entre 1.000 y 4.000 veces más que sus presas. El trabajo fue publicado por la revista "Ecology".

Calamares gigantes

Certificaron asimismo que los cachalotes se encuentran en la cúspide de la cadena trófica seguidos de cerca por los calamares gigantes y las estrellas de mar. "La forma tradicional para estimar el nivel trófico de un organismo es mediante el análisis de su contenido digestivo o mediante observaciones in situ de su comportamiento de selección de presas", destaca José Luis Acuña. La radiografía de la estructura trófica del ecosistema del cañón de Avilés liderada por Sonia Romero fue posible gracias a la colaboración de Juan Höfer y Axayacatl Molina, todos pertenecientes al Observatorio Marino de Asturias de la Universidad de Oviedo. Los investigadores contaron también con el respaldo del Centro de Experimentación Pesquera (CEP), el departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geología Marina de la Universidad de Barcelona, del Instituto de Ciencias de Mar del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) y la delegación asturiana del Instituto Español de Oceanografía así como de Seo/Birdlife que aportó muestras de tejidos de aves marinas y Luis Laria, del Cepesma, que facilitó el acceso a las muestras de tejidos de cetáceos y calamares gigantes.

El estudio tendrá segunda parte, ya en marcha. Los investigadores prevén conocer ahora la acumulación de contaminantes en los organismos vivos del cañón de Avilés. Las sustancias propensas a la bioacumulación alcanzan concentraciones crecientes a medida que se avanza en el nivel trófico en la cadena alimenticia y ahora los investigadores conocen cada eslabón.