Hace un par de días escuché una frase que llamó notoriamente mi atención. Una frase que muchos calificarían de normal, común, pero con un trasfondo negativo oculto que unos no ven y otros tacharán de exagerado.

Una madre pedía para su hija, de unos 6 años de edad, un menú infantil en un restaurante de comida rápida, en los que se incluye un juguete. La persona que la atendía le pregunta, refiriéndose al juguete; "¿De niño o de niña?". A lo que la madre, firme y convencida, responde: "De niña".

Y en esta simple conversación que a nadie le sorprende ni llama la atención se planta una semilla de la desigualdad. Una semilla regada con otras muchas circunstancias de este tipo que la harán crecer, brotar, dando entonces lugar a desigualdades más notorias y comentadas en la actualidad, como las insanas relaciones entre adolescentes que se cobran más de 500 adolescentes vigiladas por la Policía ante el peligro de la violencia machista, o la desigualdad salarial entre hombres y mujeres. Hasta consolidarse un árbol robusto, en el que tenemos la impactante cifra de víctimas por violencia de género. Es entonces cuando salta la alarma, pero el fuego, señores y señoras, madres y padres, ya había comenzado mucho antes.

¿Y quién es responsable de que el niño juegue con su coche azul y la niña con su muñeca rosa? ¿Son los padres? ¿Son las grandes multinacionales que en pleno siglo XXI y a pesar de las quejas recibidas siguen sin poner fin a los roles de género? ¿Es la publicidad de la que estamos rodeados? Los que seguro no son responsables, y sin embargo sufren las consecuencias, son los niños y niñas, inconscientes de la barrera que comienza a distinguirlos. Ellos, inocentes, sólo quieren jugar y divertirse. Los adultos, conscientes, les imponen cómo hacerlo.

Dejemos de lado los cuentos en los que las princesas necesitan un príncipe que las rescate o ese en el que los chicos no lloran. No marquemos diferencias, no contribuyamos con los roles de género. Luchemos por plantar las otras semillas; educación y respeto entre otras, pues sólo así recogeremos la gran cosecha de la igualdad.