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Los vecinos del vertedero de Cogersa temen que la basura "trepe a las casas"

Los vecinos reclaman una solución inmediata, incluida la incineradora, para que los residuos de Asturias "no acaben trepando hasta las casas"

El olor es tan intenso que repugna. Pero José Antonio Pérez Bobes está tan acostumbrado que ni siquiera se protege llevando la manga de la sudadera a la nariz. Son ya treinta años viviendo al lado del vertedero de Asturias, ese gran cubo de la basura, que amenaza con acabar "igual que la Torre de Pisa". Pérez, que reside en Campañones (Corvera), ve con "preocupación" que, en menos de un año, el Consorcio de Gestión de Residuos de Asturias (Cogersa) opte por apilar los desechos hacia arriba una vez completada la capacidad del valle de La Zoreda, en Serín. "Esto está llegando a su fin. ¿Qué quieren hacer? ¿Crear una montaña de porquería que suba por encima de las casas?", protesta Alfredo García, presidente de la asociación de vecinos de Campañones. Los habitantes de los pueblos más castigadas por el basurero (Ambás y Tamón en Carreño, Serín en Gijón, Villardebeyo y Albares en Llanera y el propio Campañones) están hartos de que "nadie nos escuche" y piden una solución urgente a su situación.

Esa solución, algunos de ellos, la ven clara y se llama incineradora. "Nosotros estamos a favor y no entendemos por qué hay tanta oposición. Hay industrias que también contaminan y los políticos ni se preocupan de ello", critica José Ángel Díaz, de Casa Pachón, en Albares (Llanera). Este ganadero vio nacer Cogersa cuando era "tan solo un guaje" y ahora es testigo de su saturación. "Empezó siendo un agujero de nada y mire en lo que se ha convertido", dice señalando a una planta llena de contenedores de cartón y papel. Díaz ni se inmuta ante el constante merodeo de gaviotas y de cuervos que sobrevuelan el alrededor ni tampoco se asusta del ensordecedor ruido que produce el vidrio. "Aquel humo que se ve a lo lejos es de una incineradora. Pequeña, pero es una incineradora. Y los mismos que se oponen a una nueva no saben ni que existe esta", se queja Díaz, en compañía de su padre José Antonio Díaz, "Pachón" y un grupo de seis vacas.

Ese horno, situado en el centro de las instalaciones de Cogersa, destruye el 90 por ciento de la droga decomisada en España. "Lleva ahí quince años y la mayoría no sabe ni que existe. Vergüenza les tenían que dar a los políticos, que sólo están para chuparnos el jugo y para darnos más problemas", dice con enfado Alfredo García. "Yo no digo que la incineradora sea una pastelería, pero algo tendrán que hacer. Y llevamos con esta polémica desde 2006. Los olores son cada vez mayores y el ruido también. No hay quien pare aquí", agrega.

La misma indignación muestra Montse García, que dice estar harta de las verbenas de la noche. "Todo son golpes: pum, pam... Hay días que no podemos ni dormir", asegura esta vecina de Campañones, el pueblo más cercano al basurero. Su marido, José Antonio Pérez lamenta haberlo "perdido todo" por culpa de Cogersa. "¿A dónde vamos a ir ahora? Nadie te compraría esta casa y sin ese dinero no podemos marcharnos. Así que tenemos que tragar esto por narices", comenta.

Sin embargo, hay vecinos que sí lo han dejado todo con tal de perder de vista el hedor de los residuos. El pueblo de Piles, en Llanera, ha quedado completamente deshabitado. Y las casas y las cuadras están en la más absoluta ruina, cayéndose a pedazos. Hay quienes temen que con el tiempo esa imagen de abandono llegue también a otras localidades del entorno del vertedero. "Los vecinos están muy impacientes. No dan soluciones y el aumento de Cogersa hacia Vilorteo -donde se pensaba colocar la incineradora- lo tenemos ya casi en medio del pueblo", protesta Luis Junquera, presidente de la asociación "San Miguel" de Serín.

En esta y en otras localidades de la zona cunde el desánimo y es difícil encontrar a un residente que quiera hablar. La mayoría cierra la puerta, también por miedo a perder el trabajo por abrir el pico. Y es que, como dice José Ángel Díaz, en todas las casas hay empleados de Cogersa. En la suya, su mujer. "El consorcio siempre ha pensado en nosotros y nos ha dado empleo". Qué menos, teniendo en cuenta el infierno que viven día y noche.

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