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Villa, el tacaño con puño de hierro que ocultaba un avaro

Crónica del asfixiante ambiente de miedo y favores que permitió al líder del SOMA dar una imagen de austeridad mientras se lucraba del sindicato

José Ángel Fernández Villa, en el centro, en una de sus últimas apariciones públicas, en el homenaje a Manuel Llaneza, fundador del SOMA, en el cementerio de Mieres en el año 2014. J. R. SILVEIRA

Transcurría el mes de marzo de 1994. A la sede del SOMA, en Sama, llega como cada día el correo. Una carta de Hunosa está dirigida a José Ángel Fernández Villa. Nadie sabe muy bien qué hacer con ella. El secretario general del sindicato está ausente. Permanece ingresado en el cercano sanatorio Adaro. Al ser oficial, se decide abrirla. En su interior aparece un cheque nominativo por un importe de 125.000 pesetas. Se produce el desconcierto. ¿Cuál era el origen de ese dinero? El destinatario estaba claro. En aquel momento José Laudelino Campelo era el vicesecretario general y al frente de la administración de la central se encontraba ya Aquilino Ronderos. Hay quien opinaba que había que ingresarlo en las cuentas del sindicato, otros preferían dejarlo hasta que Villa decidiera. Esta última opción fue la elegida. Nadie se atrevía a tomar una decisión en ausencia del gran líder.

El cheque era uno de los que cada mes Hunosa enviaba con las dietas de los representantes del SOMA en el comité intercentros de la empresa. Un dinero que Villa presuntamente cobraba en metálico y se embolsaba. Así sucedió desde 1989 hasta 2001, según confirmó la hullera pública. Con esta fórmula, el hoy investigado y demandado por su propio sindicato pudo llegar a recibir de forma fraudulenta 243.462 euros. A partir de 2001, el dinero de las dietas se ingresó en una de las cuentas bancarias de la central.

Por aquel entonces, José Ángel Fernández Villa era el todopoderoso dirigente sindical que gobernaba el SOMA como un cortijo y mandaba en Asturias como si fuera su finca particular, en la que ejercía de un mayoral especial que ponía y quitaba señoritos, entiéndase presidentes del Principado, consejeros, diputados... Su poder emanaba de las minas. No del carbón, sino de los miles de trabajadores que aún tenían y le otorgaban la supremacía sindical y política a través de las agrupaciones del PSOE en las Cuencas y fuera de ellas. Nadie osaba discutir una de sus decisiones por controvertida que fuera, ni a decidir qué hacer con aquel cheque de Hunosa en su ausencia, se supiera o no que era fraudulenta su apropiación. Villa, en la cama del Adaro, no sospechaba entonces la importancia que aquel hecho tendría con el tiempo.

Sin apenas estudios, dotado de inteligencia natural, aparentemente austero y sumamente desconfiado, en más de treinta años ejerció un poder casi absoluto en el SOMA con la vieja receta del temor, la presión, la cadena de favores y el miedo a su puño de hierro. Ninguna decisión, por pequeña que fuera, se adoptaba sin su conocimiento. Fue tejiendo una enrevesada telaraña que no envidiaría a la de los Borgia. Cualquier trabajador de Hunosa afiliado a su sindicato podría alcanzar mejor categoría laboral, obtener horas sindicales y liberaciones, asumir parcelas de poder en pozos y centros de trabajo, y ascender en el escalafón del sindicato si le rendía pleitesía y lealtad. Era la famosa chequera de Hunosa. Las mismas recetas se aplicaban al partido que gobernaba Asturias. Un favor, un cargo, una prebenda eran suficientes para caer en su red. Desde gobiernos a conserjerías, pasando por la Universidad o entidades financieras. Todo salía de su despacho de la plaza de la Salve de Sama.

"Ha gobernado el sindicato como una persona muy autoritaria, que se consideraba el jefe, que ansiaba el poder, el cual lo tenía en realidad. También tenía mucho peso en el PSOE, pues estuvo en la ejecutiva federal con Felipe González". Quien lo afirma es la persona que durante más de treinta años fue su secretaria personal, que ocupaba el despacho anexo al de Villa, María Carmen Blanco, en su declaración ante la Guardia Civil.

Su desconfianza le llevó a rodearse de un pequeño grupo de fieles que se puede contar con los dedos de una mano, ni siquiera a todos los consideraba amigos. La mano derecha nunca sabía lo que hacía la izquierda. Sus subalternos eran peones intercambiables con fecha de caducidad. Hasta el final se mantuvieron fieles sin fisuras José Antonio Postigo, expresidente del Montepío de la Minería y hoy también investigado por blanqueo de dinero, y José Ramón Fernández, "Ramonín el de La Acebal", responsable de la formación en el sindicato.

"Las relaciones personales que esta persona -por Villa- mantenía con el resto no eran buenas. Nunca ha tenido amigos dentro del sindicato. Eran personas interesadas que estaban a lado suyo por el poder político que tenía", testificó María Carmen Blanco, su eterna secretaria.

Otro de los veteranos del SOMA, Aquilino Ronderos, marcó distancias ante la Guardia Civil: "Había poca relación entre el secretario y yo. En ocasiones pasábamos mucho tiempo sin vernos". Y extiende este tipo de relación a Postigo. Sin embargo, corrobora que éste y Villa "tenían una relación muy cercana y de mucha confianza. Eran las personas que cuando había que viajar a Madrid iban juntos". Ronderos remata mostrando su sorpresa por la fortuna oculta de Villa: "Quedé muy sorprendido porque para nada me lo imaginaba".

El gusto por el poder de José Ángel Fernández Villa era conocido, pero hasta ahora no había trascendido con claridad su exacerbado amor por el dinero. Su imagen era de austeridad. No se le conocían grandes lujos ni hacía ostentación pública de riquezas. El mito se desmoronó cuando se conoció, el 7 de octubre de 2014, la investigación abierta por Hacienda tras regularizar, dos años antes, 1,4 millones de euros acogiéndose a la amnistía fiscal del Gobierno del PP. ¿De dónde provenía su fortuna oculta? Su origen aún está por determinar con la investigación abierta por la Fiscalía Anticorrupción y que realiza la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Aunque no hay resolución judicial, las miradas se dirigen al cobro de comisiones en la obra de construcción del geriátrico del Montepío de la Minería en Felechosa, que costó 31 millones y fue realizada cuando la mutualidad era presidida por su fiel escudero, José Antonio Postigo, quien también blanqueo 300.000 euros. Igualmente se sigue la pista del dinero que pudo llegar de cuentas del SOMA y del transferido por Hunosa al sindicato.

Cuando la noticia se conoció, José Ángel Fernández Villa ya había perdido todo su poder. Fue apartado del sindicato, expulsado del PSOE y se le retiraron todos los reconocimientos. Su influencia política era nula. El blanqueo del dinero llevó a la nueva dirección del SOMA a investigar sus propias cuentas. De la auditoría surgió una demanda contra Villa por apropiación indebida de 360.000 euros. El prestigio que le quedaba se fue por el sumidero. Era conocida su tacañería, pero las revelaciones de los lujosos gastos y del dinero embolsado de forma irregular evidenciaron su avaricia.

Cuentan varios testigos que cuando había reunión de la ejecutiva del sindicato era habitual que Fernández Villa encargase recados a sus correligionarios. Podía preguntar o mandar. Como en la escuela cuando va interrogar el profesor, todos agachaban la cabeza. ¿Quién me va a por puros? O a por medicinas, preguntaba, si no se dirigía a un compañero concreto. El elegido sabía que la factura correría de su bolsillo. Nadie se atrevía ni a pedirle el dinero o a presentarle la factura. Era un tacaño conocido entre los suyos, pero pocos sospechaban de su avaricia.

La auditoría del SOMA y la investigación de la Guardia Civil han dibujado un Villa avaro, como un personaje literario del Siglo de Oro. Sus retribuciones oficiales ya eran estimables. Cobra una pensión por invalidez absoluta, libre de impuestos. Durante 24 años, de 1983 a 2007, fue diputado en la Junta General del Principado por el PSOE. Este cargo lo compaginó con el de senador en el periodo comprendido entre 1999 y 2003. Y fue miembro del Consejo de Administración de Hunosa hasta hace poco más de un año.

Puros, relojes, ropa, colonia, libros y películas comprados a cuenta del sindicato

De todos estos puestos percibía emolumentos. Sus propiedades conocidas son dos viviendas, una en La Felguera y otra en Oviedo, en la que ahora reside. Sus dos hijos también poseen sus propios pisos en la capital asturiana. Cuando se descubrió el blanqueo de 1,4 millones, llego a argumentar que provenía de una herencia familiar de sus padres, que poseían un pequeño bar en Tuilla (Langreo). No la pudo justificar.

Pero todo era poco, como después se pudo desvelar. José Ángel Fernández Villa cobró presuntamente, entre los años 1989 y 2001, la cantidad de 243.462 euros apropiándose de las dietas que Hunosa abonaba a los delegados del sindicato como miembros del comité intercentros de la empresa. Del periodo comprendido entre 1978 y 1989 nada se sabe del destino del dinero. El procedimiento era vulgar, según las pesquisas de la Guardia Civil. La hullera enviaba un cheque a su nombre por correo a la sede del SOMA. Durante un tiempo, Villa se lo entregaba a su secretaria para que fuera a cobrarlo a la sucursal de Cajastur en la calle Dorado de Sama, a apenas 300 metros de la plaza de la Salve. Carmen Blanco lo relató así a la Guardia Civil: "Me decía que era su sueldo del consejo de administración de Hunosa. Me pedía que tuviera mucho cuidado, que no se enterara nadie de ese cobro, que lo tratara con discreción". La secretaria cogía el cheque con el carné de identidad de Villa e iba a la sucursal, hacía efectivo el dinero, lo metía en un sobre y se lo daba en mano a su jefe. Al principio "empezó cobrando ciento y pico mil pesetas y al final llevaba las trescientas mil", declaró Carmen Blanco. Esta práctica la realizó durante muchos años. Después, como también reconoció la otra secretaria, María Noely Llaneza, realizó la misma ruta del cheque "seis o siete veces". ¿Puede alguien cobrar el cheque de un tercero en un banco? En este caso sí, nadie lo discutía, los presidentes de la Caja de Asturias también requerían su beneplácito.

Desde 2001, Hunosa comenzó a pagar las dietas de los delegados del comité intercentros por trasferencia bancaria a una cuenta del SOMA-UGT, que aún controlaba Villa, y no a una del SOMA-FIA o del SOMA-FITAG-UGT, fiscalizada por la organización federal desde Madrid. La Guardia Civil deja la puerta abierta a que el dinero hubiera seguido lucrando los bolsillos del dirigente sindical, aunque no tiene certeza de ello. El hecho de que Villa se quedara con el dinero de sus compañeros es una de las peores afrentas para un defensor de los trabajadores. No obstante, a través de otras cuentas del sindicato, los sindicalistas percibían sus dietas. Pero la Guarida Civil alerta en su investigación de que la cuenta del SOMA-UGT la utilizó Villa como pantalla patrimonial, escondiéndose tras su "opacidad" para el desvío de fondos "y obtener de esa manera un lucro personal".

Todo no es suficiente cuando se tiene la avaricia y el poder de Villa y ninguna oposición enfrente. La borrachera de éxito fue sobre ruedas. El SOMA compró para uso del sindicato, aunque en realidad sólo los utilizaba su secretario general, tres Renault 21, entre los años 1980 y 1993; un Audi 100, en el año 1993, y un Audi A4 cerca ya del cambio de siglo, según varios exdirigentes. Resulta sorprendente el argumento que el propio José Ángel Fernández Villa esgrimió para adquirir en 1994 otro vehículo más pequeño, un Peugeot 205: el Audi 100 era un coche bastante ostentoso y no era bien visto a su volante.

El Peugeot de uso particular no duró mucho. En 1998, por indicación de Villa, se adquirió un Mitsubishi Montero de alta gama. La investigación de la Guardia Civil detecta hasta dos de estos vehículos. Uno de ellos, con matrícula 0974-FLJ, costaría 44.924,78 euros y el segundo, con la matrícula 3338-BCX, con un préstamo personal de Villa pagado por el sindicato de 29.689,94 euros. Este segundo todoterreno, del que hasta ahora se desconocía su existencia, sustituyó al primero, al que se le quemó el motor. El SOMA cubrió los gastos de compra, seguro, mantenimiento y reparaciones por valor de 6.411 euros (como la instalación de un equipo de sonido de 1.266,67 euros). José Antonio Postigo declaró el pasado jueves que los coches estaban a nombre de Villa porque tenía descuento por su invalidez y que el sindicato se limitaba a devolver el dinero adelantado. Esta circunstancia no está probada ni por las cuentas del sindicato ni por su auditoría. También el propio Postigo propuso en el sindicato que, cuando se acabó de pagar el coche, la letra mensual de unos 800 euros se le abonase a Villa, para resarcirle de la merma económica de dejar de ser diputado regional.

Con la llegada de la nueva dirección del SOMA-FITAG-UGT, liderada por José Luis Alperi, en septiembre de 2013, y tras conocerse la investigación abierta por Hacienda por el blanqueo de 1,4 millones por parte de José Ángel Fernández Villa, el sindicato encarga un auditoría interna para detectar si el dinero había salido del patrimonio de la organización. El resultado desemboca en la presentación de una demanda judicial por la apropiación indebida de 360.000 euros entre gastos sin justificar con tarjetas de crédito y la adquisición de al menos un vehículo particular. Los gastos que Villa cargaba al sindicato causaron sonrojo. Entre ellos se encontraban puros de la marca Cohiba por importe de 1.533 euros, tres relojes (dos de ellos Montblanc, valorados en 4.500 euros), un portadocumentos, colonia Carolina Herrera de hombre, restaurantes, ropa, libros y películas. Los gastos irregulares demandados por el SOMA a José Ángel Fernández Villa ascienden a 49.861 euros: 36.082 corresponderían a cargos realizados con tarjetas de crédito a nombre del sindicato y otros 13.779 mediante disposiciones de dinero en efectivo.

Una vida austera pública que en realidad ocultaba un gusto por el dinero y el lujo, alejados de los principios morales, sindicales y políticos que Villa siempre enarboló.

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