La Antártida representa uno de los grandes reservorios de biodiversidad marina del planeta. El biólogo y profesor de investigación del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC de Barcelona, Josep-Maria Gili i Sardà (Mollerussa, Lleida, 1953), se refirió al continente helado, en la tercera de las conferencias de la Semana de la Ciencia que coincide con la reinauguración del foro cultural de LA NUEVA ESPAÑA, como "el ecosistema vivo más grande que se puede ver desde el espacio". El científico, que ha participado en cerca de una decena de campañas antárticas, remarcó que en las inhóspitas condiciones que caracterizan a los 14.000 kilómetros cuadrados de hielo de este continente existe una auténtica selva que "nada tiene que envidiar a los arrecifes de coral" de otras latitudes en cuanto al número de especies que allí habitan.

En el transcurso de su conferencia, de carácter eminentemente divulgativo, en la que no perdió la oportunidad de detallar las condiciones en que discurren las campañas científicas en el Polo Sur, Gili explicó que una de las principales virtudes de ese desierto de hielo es precisamente el carácter endémico de las especies que lo habitan, que destacan asimismo por sus condiciones de gigantismo y elevada longevidad. Así, los científicos han podido localizar estrellas de mar de 23 kilogramos de peso, especies que multiplican por 30 las dimensiones de otras idénticas en otras zonas del planeta que, además, suman decenas de miles de años de vida tras de sí.

Pero, ¿cuál es el origen de esas condiciones de vida óptimas para los organismos vivos? "La fauna antártica tiene el mejor alimento del planeta", explicó el profesor e investigador del CSIC. Y ese privilegio se encuentra, precisamente, en el hielo marino. Las grandes masas glaciales guardan en su interior grandes cantidades de clorofila. Y en el color oscuro intenso que se esconde bajo la superficie helada viven millones de microalgas "rodeadas de una comunidad microbiana muy rica", especificó.

Josep-Maria Gili, que es también uno de los mayores expertos en medusas y ha colaborado por ejemplo en el plan de prevención y lucha contra estos cnidarios en las costas españolas, destaca como uno de los principales éxitos de la Antártida el hecho de que se trate de un sistema "altamente productivo" donde, durante seis meses al año, en el verano glacial, las microalgas que viven bajo el hielo liberan los nutrientes que han acumulado durante el invierno produciéndose "una gran explosión de vida". En ese ambiente vive una pequeña especie, el krill, también conocido como el camarón antártico, que es, a su vez, el principal alimento de las ballenas y funciona como "una auténtica máquina de comer". Según Gili representa la base de las cadenas tróficas en la Antártida por las microalgas que consumen.

El aceite derivado de estos pequeños vertebrados se pensó hace años que podía convertirse en una de las mayores contribuciones del continente helado a la salud humana, pero la presencia de gran cantidad de flúor (de carácter tóxico) en su caparazón llevó a desistir en el intento. El experimento fracasó, pero se optó por extraer los lípidos esenciales que contenían y en culturas orientales es todavía frecuente el consumo de aceite de ballena, uno de los grandes mamíferos marinos consumidores de krill. La ballena azul puede ingerir varias toneladas de krill al día, remarcó el biólogo.

Pese a la riqueza del ecosistema las condiciones se presentan extremas fuera del medio marino. Gili detalló que los vientos de hasta 350 kilómetros por hora que son capaces de levantar un camión. Y pese a todo, "durante los últimos 35 millones de años a esa fauna no le faltó alimento, además, en cantidades estables", precisó el conferenciante. Las expediciones a la Antártida representan para él una oportunidad de experimentar cómo en el lugar más inhóspito del planeta se registran también las condiciones más tranquilas para la vida marina. "El gran gasto que representan las campañas antárticas se tiene que justificar ante la sociedad", detalló el biólogo, que fue presentado por el catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, Ricardo Anadón, como "una personalidad científica de primer nivel".

El profesor e investigador del CSIC aseguró que los "auténticos héroes" de la Antártida fueron los primeros expedicionarios que llegaron al continente helado en barcos de madera. "Hoy con la tecnología que tenemos podemos penetrar el hielo y permanecer allí dos y tres meses", aseguró. A bordo de los buques oceanográficos como el "Polar Star", en el que viajó en anteriores expediciones, tuvo oportunidad de compartir con medio centenar de personas (entre investigadores y tripulación) la vida a bordo. "Era una dieta netamente alemana, pero a bordo tienes todas las ventajas de un hotel, con una zona de quirófano reservada para el médico y dos enfermeras donde pueden realizar intervenciones de apendicitis. Montar un laboratorio en el barco les consume 15 días y despejar el espacio para que otros compañeros puedan realizar el mismo trabajo les ocupa otros diez días. "Es un estrés", reconoció el biólogo y divulgador. Tampoco se puede tirar ninguna basura; todo se recicla y se devuelve al continente de partida, continuó para sorpresa de muchos.

Aparte de las "condiciones ideales" para mantener la biodiversidad marina, el gran éxito de la Antártida a juicio de Josep-Maria Gili reside también en la presencia de especies ya extinguidas y la ausencia de cualquier actividad perturbadora más allá de los icebergs. "Existe un auténtico desierto de hielo con una selva tropical por debajo", explicó el conferenciante, quien considera que las condiciones extremas que acompañan a este continente impiden una mayor incidencia de la acción humana. "Es lo que le salva", aseguró antes de descartar, para aquellos preocupados por los efectos del agujero en la capa de ozono que la Antártida no se está viendo afectada. "Sólo podría afectar a los animales que viven en la superficie", subrayó Gili, porque, además, a diferencia del Ártico, por un kilo de biomasa en este océano, en el Polo Sur hay diez. "Mientras el hielo se mantenga, pervivirá la diversidad marina actual", incidió antes de referirse a que para el hombre aún sigue siendo muy caro instalarse de manera más prolongada en la Antártida y aprovecharse de alguna manera de sus condiciones. Sea como fuere, el profesor e investigador del CSIC cree que se está aún lejos de la destrucción del continente helado. Incluso anuncia: "La Antártida sobrevivirá más allá de la especie humana; puede ser el futuro del planeta, es imprescindible conservarlo", reivindicó. De momento, su carácter desapacible para la especie humana la protege.