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Postigo: "Villa era un desastre para todo, perdía la cartera muchas veces"

Carmen Blanco: "Él era el jefe, el amo"

Postigo: "Villa era un desastre para todo, perdía la cartera muchas veces" NACHO OREJAS

Autoritario, controlador con las cosas del sindicato, pero muy despistado con las suyas -no hacía más que perder la cartera con todas las tarjetas y la documentación-, incapaz de soportar que se le contradijese, obsesionado con el secreto, un hombre de dos caras, una para el exterior, de luchador comprometido, y otra para los de confianza, intratable y no tan austero como presumía... Las declaraciones de los testigos ante la juez del "caso SOMA" revelan la cara menos amable de José Ángel Fernández Villa, el exsecretario del sindicato minero, investigado en Asturias por apropiación de al menos 360.000 euros, en Madrid por haber aflorado 1,4 millones de euros.

A Juan Cigales, excontable del SOMA, le señaló un día la calle sin muchos ambages. "Con él tuve pocos enfrentamientos. Valía más no tenerlos. Un día le pedí que me pusiese a alguien para ayudarme con las cuentas y me contestó: 'Piénsatelo bien, porque yo tengo cola de aquí a La Felguera para el puesto que tú tienes'. Yo callé la boca porque tenía que alimentar a mi familia", declaró Cigales el 3 de marzo.

Cigales no vio a Villa muy mal de salud el pasado mes de julio, cuando estuvo llamándole todos los viernes a las ocho de la tarde. "Me llamaba y me echaba una llorina. Que cómo le podían haber hecho aquello los compañeros, con todo lo que había hecho por todos. Pero Juanín, ¿apuntástemelo bien todo? Una hora al teléfono. Pensé que no estaría su mujer y que se aburría", indicó el excontable a preguntas del fiscal, Enrique Valdés-Solís.

Carmen Blanco, que fue su secretaria durante veinte años, mostró también a un Villa intratable. "Él era el jefe, el amo, allí no se movía nada sin que lo dijera él, era muy autoritario", le dijo a la juez. La secretaria contó cómo iba todos los meses al banco para cobrar, mostrando el carné de identidad de Villa, los cheques que enviaba el SOMA para pagar las dietas del comité intercentros, que ella creía que era lo que cobraba Villa como consejero de la empresa minera. Y rememoró la advertencia de Villa: "Y a ver si no dices a dónde vas". Villa "no era muy ordenado con sus papeles". Blanco lo recuerda sacando un montón de facturas y tirándoselas encima de la mesa. "Me decía: 'Pásale esto a Juanín', y yo tenía que desdoblárselas para meterlas en su sobre y dárselas al contable", declaró. Allí había de todo: "Cafés, cruasanes, churros, gasolina". Villa era un lector voraz, de libros de actualidad política. "Los pagaba el sindicato, pero se los quedaba él", aseguró Blanco, que se acordó de uno de Willy Brandt. El famoso Mitsubishi que le pagó el sindicato lo usaba siempre él. "También los fines de semana. Los otros solo lo cogían para ir a lavarlo o repararlo", informó.

Carmen Blanco no guarda un recuerdo grato del hombre al que sirvió tantos años. "No creo que fuese una persona austera. Era como todo el mundo. Tenía una pantalla para la gente de afuera", opinó. Tampoco tan trabajador. "No tenía horario. Podía estar en el sindicato hasta la una de la mañana, pero al día siguiente venía a las doce, o por la tarde", aseguró. Y en cuanto a lo de su mala salud, la secretaria no la vio por ningún lado. "Yo nunca lo vi muy mal. Tuvo algo del corazón y lo de la espalda lo tuvo siempre", valoró.

Hasta quienes quisieron echarle un capote, como su mano derecha, José Antonio Postigo, dejaron una imagen poco halagadora del líder minero. "José Ángel era un desastre para todo. Perdía la cartera, y unas veces aparecía en la Sepi o se la cogían en el avión y otras no. Se le renovaba el carné y se le daba otra tarjeta. Cogía todos los tickets y se los daba a Juan Cigales, que era el que le llevaba la contabilidad, incluso la personal. José Ángel no iba a nada al banco", indicó Postigo, para añadir que muchas de las firmas atribuidas a Villa en realidad corresponden a su secretaria y al contable.

"Villa era una persona austera y diría que hasta tacaña, y lo dice un amigo suyo, que lo voy a ser hasta que me muera. Salíamos de las negociaciones y él era de los que se iban para la cama. Nadie puede decir que lo haya visto tomando un chupito de whisky. Otros no podemos decir lo mismo", añadió. Y era intratable con el tema de las vacaciones: "Trabajaba las 24 horas, todos los días. Nunca iba de vacaciones. Cuando las cogíamos, pese a la amistad, al regresar estábamos quince días sin hablar porque decía que no había derecho a que cogiésemos un mes o 20 días".

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