Las quemas de matorrales para crear zonas de pastos para la ganadería no son una práctica moderna en el campo asturiano. Científicos de la Universidad de Oviedo han podido concretar la existencia de abundantes partículas de carbón en dos sondeos estudiados en los Picos de Europa que revelan la presencia de comunidades humanas en esta zona, que utilizaban el fuego para fomentar la extensión de pastizales. El coordinador del trabajo y profesor del área de Geografía de la Universidad de Oviedo, Jesús Ruiz, indica que estas conclusiones subyacen a un estudio completo en el Macizo Occidental de los Picos de Europa, en la Vega de Belbín, cercana a los lagos de Covadonga, muy conocida por ser una de las majadas donde actualmente se produce queso de Gamoneu. Un área donde Ruiz lleva trabajando desde 2005, cuando presentó su tesis. "En uno de los sondeos que realizamos para reconstruir las condiciones climáticas y ambientales, a 5,40 metros, vimos que en la parte superior había carbones 'a magüellu' y no existía relación alguna con las condiciones climáticas", cuenta el joven investigador.

La explicación a aquella abundancia de restos de quemas viene a ratifica que hace 4.900 años los asturianos también acudían a los incendios para cambiar el paisaje y poder completar así la transición de cazadores y recolectores a ganaderos y agricultores.

El periodo más intenso del uso del fuego se registró, según Ruiz, entre hace 3.500 y 3.000 años, durante la Edad de Bronce. ésa, dice Jesús Ruiz, fue una época de "grandes incendios". "Hay picos significativos de carbones que nos indican incendios importantes hace 2.600, 710 y 360 años", añade el docente e investigador que lidera este proyecto en colaboración con la Universidad de Lisboa y del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Desde el órgano estatal realizarán próximamente un estudio complementario de polen, lo que permitirá determinar la evolución del paisaje vegetal a lo largo de los milenios analizados y, más en concreto, los efectos para la vegetación del uso del fuego, que favorece la expansión de unas especies en detrimento de otras.

El hallazgo sobre el uso del fuego para favorecer la extensión de los terrenos de pastizal se incluye dentro de un estudio más amplio conocer el impacto del ser humano sobre el paisaje y los cambios climáticos que se han sucedido en el macizo occidental de los Picos de Europa durante los últimos 6.700 años.

Tras analizar nuevas muestras de sedimentos en un área de borde de la depresión de Belbín, los investigadores concluyen que el contenido de las partículas de carbón de los sedimentos ni aumentó ni disminuyó en función de la sucesión de etapas frías o cálidas. "Hemos realizado reconstrucciones hasta 6.700 años atrás y ya ahí se registra el impacto humano sobre el paisaje", remarcó Ruiz. El profesor de Geografía argumenta que esas primeras comunidades de pastores de los Picos de Europa usaron el fuego para la ordenación del paisaje, fundamentalmente, "para fomentar la extensión de pastizales en un momento en el que dejan de ser cazadores y recolectores para dedicarse a la ganadería y a una incipiente agricultura".

Antes del hallazgo sobre el impacto del ser humano en el territorio de los Picos de Europa, los científicos cartografiaron y analizaron las características y distribución de las formas y depósitos de origen glaciar existentes en todo el macizo, y estudiaron en detalle los sedimentos obtenidos en un sondeo en la zona de Belbín. Allí, cuenta Jesús Ruiz, pudieron comprobar que la civilización humana se lazó a ocupar las zonas de alta montaña cuando las condiciones climáticas se hicieron menos duras -en la etapa conocida como el Holoceno- "porque antes estaban ocupadas por glaciares", explica el profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo. Tras esas últimas glaciaciones mejoró la capacidad de los nuevos pobladores de la alta montaña "para transformar el paisaje y ganar espacios para el pastoreo".