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La Guía Secreta De Asturias

Por los pasadizos de Argul

El singular pueblo de Pesoz, plagado de túneles y galerías y declarado bien de interés cultural en 2004, sigue enamorando a los viajeros a pesar de su estado de deterioro

1 Uno de los pasadizos entre las casas. 2 La casa de Vilar, atravesada por un túnel de 20 metros. 3 Galería que une dos edificaciones. 4 Puerta de la capilla. ANA PAZ PAREDES

Siempre se vuelve a Argul alguna vez. Basta haberlo descubierto un día para sentir la necesidad de repetir la visita si se está por Pesoz. Porque el pueblo de Argul tiene, a pesar de la decadencia y del tremendo estado de algunas de sus construcciones, algo que engancha. Que enamora. Que invita de nuevo a cruzar sus pasadizos y túneles mientras el sol del atardecer vuelve aún más rojiza la piedra de muchas de sus casas. Es una sensación agridulce la que se siente al pasear por este lugar único. Inevitable preguntarse por qué un pueblo que tuvo que ser tan próspero apenas cuenta ya con vecindario y parte de sus estructuras están en estado ruinoso. Eso sí, no todas. Inevitable preguntarse por qué no se recupera una joya etnográfica y arquitectónica como ésta, de un valor que sólo pueden calcular los que aún lo habitan y quienes, tras irse, lo siguen llevando en su corazón.

Algunas respuestas a estas preguntas las tiene Pepe Mera Monteserín, más conocido como Pepe de Castañeira, concejal del Pesoz desde hace 12 años: "Hace mucho, éste era un pueblo rico, pues tenía mucha ganadería de cabras y ovejas. Venían de Madrid con camiones de tres pisos a por los animales. Cuando la legislación cambió y se llenó todo de plantaciones de pinos muchos empezaron a marcharse, concretamente para Uruguay. El dueño de casa Vilar fue el primero en irse y estando allí animó a muchos vecinos a ir para allá", dice. Casi nadie queda ahora en Argul. Habrá unas cuatro casas habitadas más alguna que otra que recibe a sus dueños en vacaciones o en fin de semana. "Hoy se pueden encontrar más vecinos de Argul en Montevideo que en el propio pueblo", recuerda Pepe.

La más impresionante de las construcciones es la casa de Vilar, en cuya parte baja hay un camino de servidumbre que cruza de Norte a Sur la edificación, con una longitud de 20 metros. Otro edificio de interés es la casa del escultor, donde nació el escultor barroco de la corte de Felipe V Juan Alonso Villabrille y Ron.

Pasadizos, túneles y galerías entre las casas van mostrando la huella del tiempo y recuerdan que antaño este lugar, declarado bien de interés cultural en 2004, fue próspero y rico, un lugar de arquitectura única en el occidente asturiano, donde además se hacía mucho y buen vino. Una carreterina estrecha que precisa arreglos y va en ocasiones junto al río Agüeira lleva al pueblo. Allí, al poco de entrar, se encuentra una pequeña capilla en una de cuyas paredes interiores alguien escribió con pintura verde: "Capilla de Santa María Madalena" y al lado añadió: "Recuerdo a José María Villamañe. Nació aquí".

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