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Arquitectura personal | JOSÉ LUIS DE SAN MARTÍN | Radiofonista y actor

"Iba a trabajar en una radio de Managua pero la dinamitaron durante mi travesía"

"Mi mujer siempre fue muy resuelta, trabajó en negocios, dio la educación y la enseñanza a nuestros hijos y me organizó también a mí"

José Luis de San Martín, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

José Luis de San Martín (José Luis González González, San Martín de la Tercia, León, 1933) fue la voz grave de las sobremesas en Radio Asturias en "Habladurías" y "Escandalera" y, después de su jubilación, una presencia escénica que trabajó con "Margen" durante doce años. Hijo de leoneses que abrieron una tienda en Oviedo, pronto le atrajo la farándula. Empezó en Radio Falange (luego Radio Oviedo) en los años cincuenta, quiso trabajar en el cine en Madrid, se casó y emprendió una aventura americana.

-Recién casado parte con su mujer a Centroamérica.

-Llevábamos visado para Nicaragua y la carta de una familiar, cuyo tío era cónsul honorario de Nicaragua, en una época en la que pocos países tenían relaciones con una dictadura.

-¿Por qué iba a Nicaragua?

-Había tenido contacto para trabajar en un periódico y en una emisora de Managua pero durante nuestra travesía los dinamitaron porque eran antigubernamentales. Estuvimos poco en Managua y fuimos a ver a unos dominicos de una ciudad que se llama León que nos recomendaron que marcháramos del país porque no tenía futuro. Nos dieron una carta de recomendación para un obstetra con el que celebramos San José en compañía de unas monjas. Nos dio una carta para el ministro de Cultura de Guatemala.

-Y fueron a Guatemala.

-Sí. Entré en contacto con dos españoles, Manuel de Heredia, agregado cultural de la Embajada en Panamá, y Paco, un extremeño que escribía en revista culturales. De Heredia iba a formar una compañía de teatro y quería que entrara en ella. El ministro me dio una carta para la televisión de Guatemala pero estaba en pruebas.

-¿Y fueron a Panamá?

-A Colón, una ciudad de negros que era puerto franco y donde vivía la hija de Manuel de Heredia con su marido y su hijo. Allí nació mi primer hijo. La Embajada nos dio una subvención y fuimos a una pensión en la ciudad de Panamá hasta que un español que tenía un bazar de caballero y, encima, una casa vacía, nos cedió una habitación, cocina y baño. Un gallego que vivía con una panameña, aunque tenía mujer en Galicia, nos amuebló aquello y le fuimos pagando poco a poco.

-¿Usted trabajaba?

-De Heredia me consiguió un trabajín, presentar el espectáculo de un restaurante llamado OK en el que tocaba una orquesta de cuatro músicos y actuaba una pareja de baile que sólo sabía bailar "El beso". En los descansos daba números a la clientela y, al final, sorteaba una botella de whisky.

-¿Estaban a gusto allí?

-Un día que tardé un poco en volver a casa me esperaba un montón de Policía porque temía que me hubiera pasado algo. Mi mujer no estaba a gusto y su madre le mandaba cartas pidiéndole que volviera. Fíjate el cariño de su madre que cuando nació nuestro hijo fue a Gijón, compró una cuna y la mandó a la Embajada de España en Panamá.

-¿Se fueron arreglando?

-De Heredia me buscó trabajo en una emisora -cortaba el teletipo y le daba al locutor las pocas noticias que salían del país- hasta que empezó la Compañía de Teatro Panameña.

-¿Qué representaron?

-La primera obra fue "Té y simpatía". La primera actriz ya había trabajado en América y se enfadó tras la cuarta función porque no la tratábamos como debía. Teníamos que vender las localidades en las empresas, a una cervecería, a una tabaquería. Salimos adelante hasta que apareció un productor argentinos e impuso una obra de otro argentino titulada "La segunda esposa" y desapareció con la taquilla de varias funciones. Pero insistimos.

-¿Cuántos eran la compañía?

-Una mujer y cinco hombres. Hicimos "Ninotchka" y salió mal porque la protagonizó la mujer de De Heredia, que no tenía nada de actriz. Perseveramos con "La zorra y las uvas" que tuvo muchas representaciones. Trabajábamos tardes y noches, a veces en un pequeño teatro delicioso, como el Campoamor, en un barrio que era como Andalucía y un terreno sobre pilares, ganado a la mar.

-¿Cuánto estuvieron en América y cómo lo valora?

-Dos años. Volvimos porque no prosperaba. Fuimos felices con carencias, tuvimos un hijo, dimos con buena gente. Yo fui feliz. Si el Gobierno se hubiera involucrado con la compañía, como quería De Heredia, habríamos quedado.

-¿Tenía ganas de regresar?

-Al final sí. Volvimos a Barcelona en un barco italiano de carga y pasajeros. Traíamos leche en polvo para la alimentación del niño y nos retuvieron hasta que descartaron que fuera droga.

-Otro inicio en Oviedo.

-Fuimos a vivir con mi suegra a la pensión que tenía encima de Camilo de Blas y que mi mujer transformó en el hostal Peninsular. Yo volví a la tienda. Al poco salieron unas plazas de Radio Nacional, que iba a empezar a emitir en Oviedo. Hice la solicitud pero unos días antes apareció en la tienda Carlinos Toyos, relaciones públicas de Radio Asturias, y me preguntó si quería trabajar con ellos. Esto era en 1961.

-¿Cómo lo conocía?

-Julio Ruymal me hizo una entrevista en la emisora sobre la historia americana y comenté que me gustaría trabajar en la radio.

-¿Qué empezó a hacer?

-Entré a trabajar en programas musicales cortitos, leía informativos que escribía Ruymal, publicidad, discos dedicados... Abría la radio a las ocho de la mañana hasta las diez, que iba a la tienda. Volvía a las tres y trabajaba hasta las nueve o diez y cerrábamos a las doce. Cuando vino José Miguel Cano ordenamos el horario. Allí estaban Eloy Lana, Orencita González, Inés Turbón, Severino, Manuel Pañeda y en los controles, Arturo, Fernando y José María Toyos. Estuve en Radio Asturias hasta que en 1998 me ofrecen retirarme y acepté.

-¿Y la tienda?

-La cerramos en 1970, cuando nació mi hija pequeña, Graciela.

-¿Qué hizo su mujer?

-Atender a la familia y el negocio de la madre. Siempre fue muy resuelta. Sacó el carné de conducir cuando estaba embarazada de José, en 1968, y se dedicó a la venta de unas camisetas que se imprimían en Oviedo y se vendían como italianas. Cuando se terminó, una empresa de ropa de mujer de Zaragoza la contrató para introducir la marca en media España. Cuando la empresa de Zaragoza cerró la ficharon de una fábrica catalana de prendas deportivas. Y vendió seguros.

-¿Sus programas más importantes en la radio?

-Durante casi treinta años, "Habladurías", idea de Ruymal, antecedente de los programas de famosos que hay ahora. Y "Escandalera", con Charo Laguna, que sigue en antena.

-¿Fue un padre presente?

-Jugué mucho con ellos, pero mi mujer fue la encargada de la educación, de la enseñanza, de enderecharlos. Yo cuando volvía a casa los encontraba dormidos. Ella me organizó también a mí. Lo mejor que me pasó en esta vida fue conocer a esta mujer. Hubo muchos errores por mi parte, muchos, el primero ir a América y no haberla dejado seguir estudiando. Pero luego empezó a trabajar y es una gran relaciones públicas. Le gusta pintar, lo descubrió tarde, y hace unos cuadros preciosos. Es constante en todo.

-Si jugó con sus hijos ya les dio una educación diferente a la que recibió.

-Les di un cariño que no tuve. Disfrutaba de los hijos y de los niños en general. Hasta este año pasé diez siendo Aliatar.

-Su vida siguió tras la jubilación.

-Cuando estaba pasando un mes con mi hijo en Londres recibí una llamada de José Antonio Lobato, de "Margen", ofreciéndome un papel en la obra "Entre bobos anda el juego".

-¿De qué le conocían?

-Cuando empezaron a trabajar no había salas de grabación y yo les ponía voz y música. Cuando me jubilé, me hicieron una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA y dije que quería trabajar en teatro con "Margen" y cantar en un coro. Al día siguiente me llamaron de la coral polifónica "Cruz de la Victoria" y estuve con ellos 10 años.

-Y luego "Margen".

-Sí. Me enviaron por fax un texto en verso. Nunca había memorizado. Estudiaba medio folio y lo repetía en el metro. Cuando volví a Oviedo, Arturo Castro, director de "Margen", me dijo que pasara por su local de San Lázaro. Fui, me subí a una tarima bajo una luz, ellos estaban lejos, me dijeron que empezara a recitar, recité y al medio minuto dijeron "mañana empiezan los ensayos". Ahí inicié un vivir diferente.

-¿Por qué?

-El teatro son sensaciones... es increíble. Cambias de personaje continuamente. Ya dijo Molière que el teatro es la más bella de las artes. Estuve doce años. Tenía la voz y la vocalización, pero Arturo me dirigía y aprendí lo demás. Estuve con "Margen" hasta el accidente de Arturo en 2013. Hicimos "Molière ensaya escuela de mujeres", "La Regenta en el recuerdo", "Hamlet", "Anfitrión", dos entremeses de Cervantes, "A puerta cerrada", de Jean Paul Sartre, y terminé con el "Tartufo".

-¿Qué tal cree que le trató la vida?

-Hubo de todo, pero bastante bien. Mi mujer y yo llevamos 58 años de casados, enterramos a mucha familia...

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