Cuando estalló el "caso Marea", tanto la exconsejera de Cultura y de Administraciones Públicas Ana Rosa Migoya como el exdirector general Promoción Cultural Carlos Madera, los superiores de Marta Renedo durante años, quedaron noqueados. Estuvieron incluso imputados por el juez instructor, Ángel Sorando, pero se sobreseyó la causa respecto a ellos. Ayer llegaban a la sección tercera de la Audiencia, donde se celebra el juicio, con el deseo de quitarse un lastre que arrastran desde hace cinco años. Y salieron bastante contentos.

Ana Rosa Migoya fue sin duda la que se mostró más áspera. No en vano, este caso de amaño de contratos y desvío de fondos del Principado la terminó apartando de la política. Sacó el genio sobre todo cuando le preguntaron si conocía las actividades de Renedo, tal como sostiene ésta. "Jamás le indiqué a ella o a nadie qué contratos realizar ni con qué empresas", aseguró, elevando la voz. Y de cercanía y confianza con Renedo, nada. "No había ninguna relación de amistad con ella, y no era una funcionaria de confianza. Yo no puedo evitar que estuviese presumiendo por ahí", dijo, con cierto sarcasmo.

"Yo desconocía su proceder. Si me hubiese enterado, interna o externamente, hubiera actuado con la misma contundencia, y nos hubiésemos ahorrado muchos disgustos", aseguró. "He sido investigada por culpa de Renedo, que me acusó de ordenarle hacer esas cosas. No le ordené nada", recalcó. En cuanto a los contratos en los que aparece su firma, y que según las acusaciones fueron falsificados por Renedo, la exconsejera aseguró que ella, durante su mandato, "no veía ningún expediente". "Un consejero no entra en la tramitación, ni la fiscalización. Su función es marcar las líneas políticas, no controlar", justificó.

Uno de esos equipamientos fue el de Belén de la Montaña, el de las 220 papeleras. "El Alcalde de Valdés quería rehabilitar una antigua escuela como centro social y le concedimos 36.000 euros. Las obras las hizo el Ayuntamiento. No hablamos del amueblamiento, el Ayuntamiento no me lo pidió", indicó. Sobre las firmas, reconoció la grafía, pero no haberla estampado sobre esos papeles. Ni tampoco accedió a subvencionar al club de baloncesto de la hija de Renedo, que recibió hasta 310.000 euros del Principado. "Se intentaba que todos tuviesen ayuda, pero no en esa cuantía", dijo.

Negó nada raro en el despido de Renedo. "Me parecieron hechos gravísimos, me causaron sorpresa, y después una profunda rabia y decepción. Se actuó con toda contundencia y rapidez. La orden de clausura de su despacho se dio el mismo día que decidimos presentar la denuncia", dijo. A la salida de la vista se permitió una amplia sonrisa, ya liberada.

Carlos Madera se mostró afable, hasta socarrón y no perdió la compostura ni siquiera cuando le preguntaron por su cuñada, contratada por ASAC para trabajar como bibliotecaria en un servicio de Cultura. "Pensaba que era una asistencia técnica. No me enteré de que la habían contratado hasta que no estaba ya trabajando. Yo no podía saber quien entraba ni salía, el Gobierno no me pagaba para eso", dijo.

Que se contratase a su cuñada tampoco debe extrañar, teniendo en cuenta, dijo, que era licenciada en Filología y máster en gestión de bibliotecas, sin olvidar que entonces no había tanto problema de paro. Admitió que conocía a Maximino Fernández, de ASAC, "de toda la vida de Oviedo", y que se lo presentó a Renedo. "Pero tuvo que ser a finales de los noventa", dijo.

Cuando supo lo de Renedo, su primera reacción fue llamarla. "Siempre me pareció una persona trabajadora y eficiente. Quería darle la oportunidad de explicarse. Me dijo: 'Nada, tranquilo, no te preocupes'. Esa conversación me costó estar aquí. Un periodista me sacó y hasta aquí", especuló. En cuanto a los contratos, aseguró que solo tenía competencia sobre los de menos de 3.000 euros. "Todo se hizo conforme a la ley. Reto a que me demuestre si en treinta años en la función pública di o consentí alguna orden ilegal", dijo al letrado de Renedo.

Por su lado, Encarnación Rodríguez Cañas explicó desde Bruselas que cesó a Renedo porque le parecía "una persona poco rigurosa y eficiente". Cuando la exconsejera de Cultura fue gerente de la OSPA, la sufrió en varias ocasiones. "La llamábamos por teléfono y nunca estaba. Desde luego no era la persona adecuada. No es que hubiese sospechas de corrupción", indicó. Dijo desconocer nada sobre el equipamiento de Belén de la Montaña, que consta con una firma suya del 14 de agosto de 2007, 11 días después de que Renedo fuese cesada en Cultura. "Justo en la semana en que yo no estaba", aseguró. Las falsificaciones de Renedo le parecieron "burdas". La defensa de Renedo quiso agarrarse a que el cese no se publicó en el BOPA hasta el 24 de agosto, pero Rodríguez Cañas insistió: "La resolución de cese es del 3 de agosto, ya no existía el servicio de Renedo. Estuvo muy bien elegida la fecha, estábamos en plena reestructuración. Si alguien quería engañar, malversar, era el mejor momento".