Hay un proverbio africano que dice que para educar a un niño hace falta toda una tribu. "Hoy más que nunca", plantea el catedrático de Psicología de la Familia de la Universidad del País Vasco (UPV /EHU), Enrique Arranz, "la crianza debe considerarse como valor social". No fue la única reivindicación que se realizó durante la jornada conmemorativa del Día de las Familias convocada ayer en Oviedo por el Instituto Asturiano de Atención a la Infancia. Progenitores y técnicos de la Administración que trabajan con menores y familias que, a su vez, han participado en el programa de "parentalidad positiva", impulsado desde la Universidad de Oviedo por la profesora Raquel Amaya Martínez González, especificaron algunas de las dificultades a las que se enfrentan día a día en la crianza de los hijos. "Nunca vas a conseguir que deje de ser un niño, pero sí que controle sus emociones", reconoció una de las madres.
El catedrático de la Universidad del País Vasco plantea en este caso que lo ideal es que exista una implicación más fuerte del padre o una segunda figura de crianza para avanzar en la "igualdad" y la "corresponsabilidad" en el cuidados de los pequeños. Eso se consigue cuando los padres (hombres) se conciencien de la influencia "tan excelente que puede tener su implicación, por ejemplo, en el rendimiento académico", indica Arranz. No existen, aclara, diferencias en la crianza en función del tipo de familia. "Los datos no avalan que las parejas de gays y lesbianas lo hagan peor; si lo hacen peor no será por su orientación sexual. Y una familia monoparental que no está ligada a una situación económica deprimida también lo puede hacer bien", puntualiza.
En esa tarea de atender a las obligaciones y deberes que acompañan a la paternidad, el catedrático de Psicología de la Familia alude también al papel que en este caso deben jugar las administraciones. "No es solo una tarea de madres y padres, sino una tarea de madres y padres apoyada por las instituciones con las bajas correspondientes, o con empresas familiarmente responsables que dejan que un padre hombre salga a llevar a su hijo al pediatra", explica.
En esa implicación del entorno Arranz alude a una figura fundamental en estos días en la educación de los niños: los abuelos. "La tarea que han hecho en toda España se reconoce incluso en revistas de economía. El efecto colchón que han tenido en la crisis económica y en un funcionamiento familiar solidario ha sido un ejemplo", abunda el catedrático de Psicología de la UPV. A su juicio, la presencia de "abuelos motivados, jóvenes, libres de prejuicios" representa un capital de difícil reemplazo porque "no se puede cargar la crianza sobre la madre, mejor que hablemos de un sistema de apegos, y si tienes unos abuelos implicados, con relación afectiva, pues mejor", subraya.
En el aprendizaje para ejercer una parentalidad positiva, Arranz insta a eliminar tópicos. No existe el niño rebelde, afirma. "A veces se tiende a etiquetar mucho o a responsabilizar solo al niño cuando la culpa es de todo el sistema", razona el catedrático de Psicología de la Familia, quien anima a no tener miedo a acudir a la ayuda institucional. "No tienes por qué estar mal para que alguien te ayude. En comunidades muy pequeñas de familias a veces no se atreven a pisar los servicios sociales para que no les vean", subraya.
El programa de parentalidad positiva en el que Asturias ha sido pionera ha enseñado a los padres a desarrollar unas relaciones saludables en el núcleo familiar. "A más tiempo que facilites el contacto entre padres e hijos, más calidad de interacción va a haber", apunta Arranz ante la necesidad de extender estos principios a la acción política. "En Finlandia hay un año completo de baja maternal. En Noruega la madre va cuatro meses y si el padre va otros cuatro meses la madre puede ir cuatro más de manera que están el primer año completo con el niño", sugiere el catedrático de Psicología de Familia como ejemplos para importar.
