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Un sector en la encrucijada

La pesca asturiana ha perdido a tres de cada diez trabajadores en el último decenio

La actividad retrocede de 1.500 empleos a poco más del millar Algunas cofradías reducen a la mitad sus barcos en este siglo

Pescadores asturianos, en una jornada de pesca de xarda. RICARDO SOLÍS

El retroceso de los oficios de la pesca se ha dejado por el camino en el último decenio a tres de cada diez trabajadores en Asturias. Un 29 por ciento de los empleos del sector en 2005 se habían hundido al cierre de 2015, acercando peligrosamente al millar las más de 1.500 personas que estaban inscritas en la Seguridad Social bajo este epígrafe hace diez años, sobre todo marineros enrolados en embarcaciones, pero también mariscadores a pie, rederas o recogedores de algas. Cerca de medio millar, 452, han huido de la mar desde 2005, a un ritmo medio de cuatro al mes en justa consonancia con el desguace de una flota que ha extraviado casi un tercio de sus embarcaciones en el trayecto de menos de un decenio. Ya casi ni importa que en mitad del periodo se haya declarado una profunda crisis en la que la pesca pudo parecer un refugio seguro para quien "no encontraba nada en ningún sitio". Pero no. El presidente de la Federación Asturiana de Cofradías, Dimas García, se ha cansado de hablar de la desmoralización que se aprecia detrás de las cifras en sostenido descenso, de las estrecheces de las cuotas que "no nos dejan pescar" y de un sector en permanente pie de guerra contra una crisis que se alarga y no termina. Dice su versión de los hechos que el inventario de obstáculos de esta profesión se expande y añade cada vez más inconvenientes a los que ya tenía un trabajo de los de arriesgar la vida en cada salida.

La Seguridad Social tenía constancia de 1.114 trabajadores inscritos en actividades asociadas al sector pesquero en Asturias al final de 2015, la mayor parte marineros enrolados en tripulaciones y autónomos. En los datos del Instituto Social de la Marina eran 1.237 al cerrar 2010, 1.566 el último día de 2005, y así sucesivamente. El censo de barcos se desliza por una cuesta abajo de pendiente similar, con más de un treinta por ciento de retroceso en diez años, cerca del sesenta si el punto de la comparación va más atrás, hasta 1992, y alguna cofradía reducida a la mitad en cuanto a su número de buques en menos de veinte años, incluso en lo que va de siglo. Los datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente calculan que la pérdida de barcos ha restado más de tres de cada diez sólo de 2007 a 2015. Los de la Dirección General de Pesca, recogidos por la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), descienden al detalle por cofradía y puerto base y concluyen, con el último recuento actualizado a 2014, que Lastres, por ejemplo, empezó el siglo con 31 barcos y acabó 2014 con dieciséis, que Tapia ha pasado entre 2005 y 2014 de quince a siete, que Bustio ha cambiado en este siglo doce embarcaciones por seis, y Avilés 67 por 34, Luarca 50 por 32, y Viavélez, dieciséis por ocho? "Y lo curioso es que en la mar hay trabajo, y se gana un sueldo digno", dirá pronto un pescador.

Los que ponen a diario caras a estos números darán fe de que las cifras no mienten acompañándolas con un lamento sobre las dificultades que no son ni las galernas, ni los temporales, ni los madrugones, ni los esfuerzos, ni la humedad, ni el frío. Dimas García habla de los repartos de cuotas y Adolfo García, patrón mayor de la cofradía de Puerto de Vega, del dolor de "dejar las pesquerías sabiendo que hay pescado", pero los dos se referirán a dúo también a los otros obstáculos, escogiendo el valor disuasorio que ambos observan en las exigencias de la formación del pescador. "Ahora mismo, para ser marinero hay que saber álgebra", resume Dimas García, que se pone en situación y se acuerda de los muchos casos en los que "viene alguien a pedirte plaza y puede que tengas alguna disponible, pero si no dispone de la formación básica tienes que rechazarlo". Hay que esperar a que salga el curso, a que el candidato a marinero lo haga y lo apruebe, y eso "es un engorro" y a veces una invitación a desistir, teniendo en cuenta que no se organizan mientras no haya un número mínimo de aspirantes, tal vez veinte, o que "en lo que va de año todavía no se ha convocado ninguno", o que la federación de cofradías confía en que se cite a uno el mes que viene.

Eso es requisito imprescindible incluso para un periodo de prueba, antes también de saber si el trabajador puede trabajar, o simplemente si en barco se marea. Antes, sigue García, se habilitaba un documento que legalizaba provisionalmente a un candidato sin más trámites. Ahora no. Ahora, para ser sólo marinero hay que esperar. Adolfo García sostiene, en sintonía con la queja que otras veces han manifestado otros patrones mayores, que "no se convocan los cursos suficientes aunque haya aspirantes dispuestos", un extremo que han negado el Principado y los responsables del Centro Integrado de Formación Profesional del Mar que tomó el testigo de la vieja Escuela de Náutica Pesquera. El patrón mayor de Puerto de Vega añade el relato de las dificultades de acceso y un curso de operador de radio que obliga a viajar a Isla Cristina (Huelva) o la provincia de Pontevedra. "Y no te digo nada si quieres ser maquinista", aporta Dimas García.

Éste de la formación es "el primer motivo" que explica que "la pesca pierda el relevo generacional" en la voz de Adolfo García, porque el obstáculo se hace insalvable, según su experiencia, incluso para "chavales que vienen de familia marinera de toda la vida". Los barcos se desguazan en lugar de pasar de padres a hijos, o de tíos a sobrinos, y la pesca asturiana pierde casi al mismo ritmo embarcaciones y personas.

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