En los Juegos Olímpicos de México, Dick Fosbury empezó a saltar hacia atrás. Rompiendo con la técnica del "rodillo ventral" revolucionó el salto de altura y batió el récord del mundo. Ayer, Heriberto Gutiérrez, economista y antropólogo de El Entrego, trajo a Fosbury a las cuencas mineras para explicar lo que significa "cambiar el chip" y dar un gran salto hacia delante. En el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, en el último acto de conmemoración del vigésimo aniversario de la edición de las Cuencas de este periódico, Gutiérrez y sus colegas economistas Ramiro Lomba y Alberto González se asomaron al futuro de las comarcas mineras hasta llegar a atisbar una luz parecida a la que señaló González, director general de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), a partir de la identificación de una carencia. En las Cuencas, como en Asturias, "falta proyecto y cooperación". Falta un plan para saber adónde ir -"invertir, investigar y formarse para qué"- y sobra ese cainismo autodestructivo en el que "los alleranos nos pegamos con los de Lena y los del Caudal, con los del Nalón".

González, allerano de Boo, remarcó que "en las regiones que han tenido éxito, la constante es colaboración y proyecto" y que aquí el inventario de oportunidades le hace atreverse a decir "por supuesto que las Cuencas tienen futuro" antes de alargarse en la enumeración de los recursos dormidos de los valles mineros. "No hay chasquidos de dedos ni bolas de cristal", pero sí "un modelo de éxito en formación de emprendedores" -Valnalón-, el ejemplo de una empresa reconvertida desde la minería en multinacional de la construcción y seguridad de túneles -Zitron-, o pymes del sector metalmecánico "que compiten cara a cara con asiáticos, americanos y alemanes". Y en la Universidad y el Indurot "especialistas en análisis del territorio", y en Mieres equipamiento universitario de sobra para edificar "un centro especializado en transformación de energía", y además un "potencial" forestal o turístico y otro para ser "un estupendo centro de experimentación sobre la construcción sostenible y la recuperación de entornos urbanos", sin obviar el largo etcétera de "una cantera de profesionales" ni eso que subyace en el fondo de todo, " la cultura industrial. Esto no se improvisa y nosotros llevamos siglo y pico mamándola, atesorándola, y estamos dejándola morirse", lamentó González.

Quería decir que hay materia prima para construir en las Cuencas "un entorno agradable para vivir y uno atractivo para invertir", gran reto de un porvenir oscurecido por el pasado. Ramiro Lomba, director de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), había afinado el diagnóstico retrocediendo las dos décadas que cumple LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas y descubriendo la sangrante coincidencia de la población perdida, el 20 por ciento en 20 años, el envejecimiento por encima de la demoledora media asturiana o el viraje de la estructura del empleo desde aquel protagonismo industrial hacia una economía de servicios en la que las administraciones públicas aportan uno de cada cuatro empleos y "hasta el cincuenta por ciento en algunos municipios". También "ha crecido más que en el resto de Asturias la actividad hotelera", pero una de las conclusiones básicas de todo esto le dice a Lomba que "o se dinamiza la economía, y sobre todo se diversifican los focos generadores de renta, o no se podrán mantener estas condiciones de vida" en las que las Cuencas han progresado en sus niveles de riqueza por habitante por la evolución de su dinámica demográfica y el peso de sus pensiones.

Nuevo paradigma

Van todos a lo mismo. A la búsqueda del camino por el que salir definitivamente de la mina sacando partido a los recursos que estos valles tienen en la superficie. A la vista. "Estamos acostumbrados a trabajar bajo tierra", resumió Heriberto Gutiérrez, "y es imposible que aquellos más de 20.000 empleos se recuperen". A esa certeza de la pérdida sucederá la exigencia de "ser innovadores", de "generar entusiasmo" y entender que "ya no habrá empresas mastodónticas", o la convicción de que "hay que buscar caminos nuevos en esta encrucijada en la que se ha modificado el paradigma". Para empezar a cambiar el chip imitando a Fosbury, él citó los del "turismo monumental" y el rural, las nuevas tecnologías, el deporte y la cultura, la expansión del espíritu emprendedor de Valnalón o, haciendo de la necesidad virtud, el nuevo nicho de mercado que genera la atención a las personas mayores.