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Ya los educa la tribu

"La educación siempre ha sido un asunto colectivo", argumentan pedagogos asturianos tras la defensa de la diputada de la CUP Anna Gabriel de la "crianza compartida"

Ya los educa la tribu FERNANDO RODRÍGUEZ

El asunto es que a lo mejor no hay asunto. A la diputada catalana de la CUP Anna Gabriel le satisfaría, dijo, "formar parte de un grupo" que criara a sus hijos en común. La alternativa supuestamente subversiva de la crianza colectiva ha desatado una catarata de réplicas, manos a la cabeza y abundante rasgado de vestiduras, pero tal vez no haya "ninguna novedad" cuando el que habla es Vicente Peña, catedrático de Ciencias de la Educación en la Universidad de Oviedo. Para la nomenclatura, al citar el muy sobado proverbio africano según el cual "para criar un niño hace falta una tribu", él prefiere "una aldea" antes que "una tribu", pero por lo demás entiende que el fondo de la cuestión desactiva el valor innovador de la propuesta. Aunque el profesor no alcance del todo a deducir de sus palabras a qué modelo pedagógico concreto se refiere la parlamentaria del grupo independentista y anticapitalista catalán, confirma que en sentido estricto "la educación siempre ha sido tribal".

En cada época a su modo, "antes de la Revolución Industrial, en las poblaciones eminentemente rurales, porque la familia extensa cumplía todas esas funciones. Porque educaban el padre y la madre, pero también los tíos, los abuelos, la prima o la vecina que les ayudaba?", continúa. Ahora, en nuestra tercera revolución industrial, también.

La familia extensa como tal se ha diluido en el tiempo, pero el padre y la madre, enfrentados a la ecuación compleja de la conciliación, no tienen más remedio que extenderla. Resultado, "también hay experiencias de crianza compartida que no llegan a ser la comuna", sostiene Peña.

Pedagógicamente, a juicio de Peña, no hay revolución. Para criar a un niño "siempre ha hecho falta una tribu", concluye. Incluso hay experiencias, en Barcelona una se llama "El bosque de las caracolas", en las que diez familias organizan la disponibilidad de los padres y madres para ayudarse a atender a sus hijos y a los demás por falta de tiempo o de arraigo y parientes en la ciudad donde viven. "Ninguna novedad". Ya hay, enlaza, sin salir de Asturias varios ejemplos de "cooperativas de padres", y está "la escuela en casa", y "múltiples experiencias en las que se trabaja de formas muy distintas, algunas vinculadas a grupos o comunidades de vida que habrá que analizar en cada caso hasta qué punto son cerradas y su ideologización muy fuerte o no".

Hay hábitos y proyectos, experimentos y ensayos que necesitan un análisis individualizado, pero el fondo de todo esto, concede Esperanza Fernández, profesora de Teoría e Historia de la Educación, es la constancia permanente de que "las organizaciones familiares son deudoras de los contextos históricos y económicos y la nuestra está haciendo ver que la crianza es un asunto social, colectivo". A lo mejor como siempre, o como muchas otras veces en la historia. La pulsión socializadora de la crianza no es de ahora, y a la profesora se le adelanta como concepto "más sano" defender esa idea que aquella otra, tal vez más extendida, de "las criaturas como propiedad. Hay familias tóxicas, y eso no se dice nunca. Cuando construimos una noción de familia y la idealizamos, nos estamos equivocando. Hay formatos muy inquietantes".

Rechazo y alergias

Abiertamente partidaria del modelo socializador de la educación social en sentido amplio, Fernández aporta al diálogo con su colega la convicción de que hay una inclinación incluso biológica a esta clase de cuidados no exclusivos. La especialista invita a mirar hacia los niños que asisten por primera vez a "las mal llamadas guarderías". "Hay criaturas que viven los primeros días con rechazo incluso físico, con alergias y un descalabro de su sistema de defensas. Eso ocurre porque están atravesando fronteras", asegura la experta. Añade que todo sería un poco más saludable "si esas fronteras no existieran" y resume que en todo caso "lo fundamental de la relación es el soporte afectivo y nuestra biología nos ha programado para esa socialización en el afecto. La realidad nos lo está pidiendo. Eso hace que las familias vivan como culpa el hecho de depositar a su bebé" en los cuidados colectivos cuando en realidad en casa "lo están asfixiando".

El concepto de partida, dice siguiendo a la pensadora italiana Sara Morace, acuñaría el término "sociedad matrista", que no es la matriarcal, sino aquella en la que la madre, concluye, "sería la sociedad".

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