El día 15 de mayo celebró la Iglesia la fiesta de Pentecostés, en la que conmemora la efusión de los dones del Espíritu Santo.

La concesión de los dones divinos rebasa el ámbito de los creyentes y el de la Iglesia: "Derramaré mi Espíritu sobre toda carne".

Uno de los dones del Espíritu divino es la diversidad de lenguas. No es consecuencia del pecado como se recalca en el prefacio de la misa de esta fiesta.

En el relato bíblico de la Torre de Babel la confusión de lenguas no es un acto divino punitivo, sino disuasorio, destinado a preservar la diversidad humana de la tentación de convertirse en una homogeneización étnica.

"Lejos de ser una maldición, Babel ha resultado ser la base misma de la creatividad humana, de la riqueza de la mente, por lo que es un problema urgente la preservación del don de lenguas del Pentecostés por muy reducido que sea el número de sus hablantes, por muy modesta que sea su matriz económica y territorial". Este párrafo corresponde al discurso de George Steiner, premio "Príncipe de Asturias" de Comunicación y Humanidades del año 2001, cuya interpretación de Babel y Pentecostés es positiva y teológicamente correcta.