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JOAQUÍN SABATÉ | Catedrático de Urbanismo en la Politécnica de Cataluña

"Tarde o temprano el patrimonio industrial tendrá el mismo valor que el natural"

"Hay que intentar devolver alguna actividad a las naves vacías y a los entornos de los antiguos pozos mineros"

Joaquín Sabaté, en Mieres. SILVEIRA

Joaquín Sabaté Bel supo que quería dedicarse a la arquitectura cuando era muy niño. En la adolescencia, "con la inocencia que te dan los 14 años", decidió que el urbanismo era una rama que tenía una mayor dimensión social. Cumplió su sueño. Es catedrático de Urbanismo, profesor e investigador en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) desde 1976. "El día que terminé de estudiar toqué en la puerta del departamento de Urbanismo en la Universidad, me dijeron que volviera la semana siguiente. Lo hice y ahí sigo". Sabaté presentó su proyecto de recuperación de las colonias textiles de Llobregat en Mieres y aprovechó la estancia para charlar sobre patrimonio industrial. Un tema que no ocupa su día a día en el trabajo, centrado en el urbanismo. Pero que, reconoce el arquitecto, "es más que un hobby, es una pasión".

-¿Quién tiene que dar el primer paso para recuperar el patrimonio industrial?

-Para que las intervenciones salgan bien, se tiene que dar un triángulo virtuoso. Ha de haber una administración sensible, o sociedad civil sensible. Alguien que tenga capacidad de intervención económica y de tramitación. Segundo, tiene que haber una base de estudiosos, llámense como se llamen, que van a aportar sus conocimientos de muchos años al servicio del patrimonio. Y el tercer vértice, que me parece el más importante porque sin él no hay ninguna intervención con éxito, ha de haber agentes locales interesados por reivindicar ese espacio. La gente del lugar que, el día que descubren que duermen sobre un patrimonio fantástico, se convierten en los mayores defensores y los más exigentes. Aquellos que dicen "no vale que esto sea una magnífica ruina, queremos que sea útil y dé trabajo".

-¿Considera que la explotación turística de los restos de patrimonio será clave para el desarrollo de Asturias?

-Estamos viendo un cambio en la manera de viajar. Está creciendo el turismo de personas con intereses en lo singular, que buscan la cultura y el patrimonio por encima del sol y la playa. Así lo comprobamos nosotros con nuestro proyecto en Cataluña. Y si la gente viaja para ver la ruta de las colonias textiles, no me cabe ninguna duda de que también viajarán para ver el espléndido patrimonio industrial de Asturias. Lo que ocurre es que no me gusta centrarme mucho en el turismo, porque ese discurso hace que atraer visitantes parezca la única alternativa.

-¿Qué otras opciones hay?

-Hay que intentar devolver a esos restos, a las naves vacías y a los entornos de los pozos, alguna actividad. Tenemos que basarnos en lo que los economistas denominan el desarrollo endógeno. Y cuando digo devolver la actividad no me refiero a que sea la misma actividad industrial, ni siquiera tiene que ser una actividad industrial, puede ser una actividad terciaria.

-Un ejemplo de éxito en la recuperación de espacios patrimoniales.

-Hay muchos casos. En Cataluña, aunque de forma tremendamente modesta y relativamente poca inversión, se ha adecentado el poblado minero de Sant Cornelli. El objetivo es dar un uso residencial y otro tipo de actividades que van apareciendo. Como el teletrabajo, personas que pueden permitirse estar en una pequeña colonia al lado del río porque trabajan a distancia. Alquilar una casa de un poblado es más barato que un piso en plena ciudad. Se están dando poco a poco las recuperaciones aunque va despacio.

-¿Más despacio de lo que le gustaría?

-Lo cierto es que sí. Se han dado grandísimos avances, pero queda muchísimo camino por recorrer. Hay un ejemplo que sirve para entenderlo, que es imaginar el patrimonio como una moneda; por una parte está el patrimonio natural y por otra parte el patrimonio cultural. Tan patrimonio son unas marismas con un altísimo valor natural como una colonia industrial del siglo XIX o minera. Lo que pasa es que, hoy en día, nadie discute la tremenda importancia del medio ambiente. Sabemos que nos va en ello la vida. Ningún político en su sano juicio dice que no le preocupa el calentamiento global, o que no le preocupan los fenómenos naturales.

-¿Y el patrimonio industrial?

-Aún no se ha ganado ese reconocimiento público. Por lo tanto, hace falta una enorme labor tanto hacia arriba como hacia abajo. Desde los que tienen el poder hasta los que están en las escuelas, los que mañana tendrán la responsabilidad de respetarlo y darlo a conocer. Nos queda mucho camino por recorrer, pero soy optimista. No va a ser sencillo, pero tarde o temprano tendrá el mismo reconocimiento que el patrimonio natural.

-¿Hay algún país que, desde su punto de vista, ya va en el camino correcto?

-Un ejemplo reciente es el de Holanda. En el año 2000, decidió dedicar una atención especialísima al patrimonio cultural. Hizo un proyecto piloto que duró diez años y que consistió en lanzar muchísimas iniciativas. Se pusieron en marcha tres cátedras para dar cursos y un plan nacional sobre paisajes naturales que incluía los bienes industriales. Por ir a otro continente, también lo están haciendo bien en Ecuador. Recientemente se han promulgado diversas leyes, como la "ley del buen vivir". Son proyectos en curso que, por primera vez, han empoderado a culturas indígenas y han blindado su forma de vida. Les han dado el derecho a no ser contaminados por otras personas y han reconocido los derechos al territorio, como un sujeto activo.

-¿Qué es lo más urgente para España?

-Uno de los argumentos que yo defiendo es que el planteamiento y el patrimonio se unan siempre, no sólo cuando hacemos figuras muy concretas como "el plan especial de protección de...". Lo esencial, también urgente, es que cualquier actuación de urbanismo integrara la preocupación por el patrimonio industrial como ya se integra el patrimonio cultural. Con el fin de no dañarlo, de mantenerlo y de ponerlo en valor.

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