La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Caso Marea" | El mayor juicio por corrupción en el Principado

La balada de los viejos tiempos

Maite Álvarez y Nemesio Alonso, socios de María Jesús Otero, rememoraron sus inicios en los negocios hace más de 25 años

Ah, los viejos tiempos sometidos al color de los recuerdos. En 1987 Maite Álvarez era maestra interina en una escuela taller de Llanes. En 1988 enviudó y quedó con cinco hijos y sin trabajo. Su amiga María Jesús Otero pensó que necesitaba ganarse la vida y con Nemesio Alonso, también de la escuela taller, constituyeron la comunidad de bienes Buga para vender flor cortada y árboles decorativos. Iban a partes iguales.

Maite era la que trabajaba. Un año después, María Jesús Otero -que llegaría a ser directora general de Planificación de la Consejería de Educación- era la autoridad reconocida de la empresa y tuvo otra visión emprendedora. En la finca de Posada, sobre las ruinas de una casa y una cuadra, imaginó unos edificios de apartamentos que ofrecer al creciente turismo rural de Llanes. Constituyeron la empresa Buga 90 (Maite tiene un 23%; Nemesio, otro 23%, y Otero, un 54%) y en 1992 abrieron los apartamentos. Otero, al empezar a trabajar en la Administración del Principado, redujo su participación al 46%.

Maite pasó a trabajar en la administración. Hacía las reservas y atendía en un tiempo sin teléfonos móviles que facilitaran el trabajo, facturaba e ingresaba el dinero en la oficina de la Caja de Ahorros de Posada. Maite hizo viajes con María Jesús que pagaba su socia. A veces el trabajo era fácil. María Jesús llamaba y avisaba que el fin de semana iban a alojarse gente de Almacenes Pumarín o de Igrafo y bastaba con que dejara la llave.

En 2003 Maite ya tenía mucho trabajo y no quería más negocios pero habían vendido una parcela, Otero quería hacer unos apartamentos, y montaron una pequeña constructora, no sabe si al 50% porque no vio el acta de la empresa. Firmó las cuentas sin mirar, creyó que la empresa no había tenido más actividad que construir esos apartamentos y fin. No veía, no conocía, ni sabía. "La empresa éramos dos y yo no fui".

En el juicio Maite dejó claro que, por no saber, "no sé por qué estoy aquí sentada". Se siente decepcionada por la que fue su amiga, con la que tiene otro juicio pendiente por un dinero.

Nemesio, el tercer socio, se presentó como un empresario sentimental. Entró en el negocio con un pequeño desembolso de 3.500.000 de pesetas (19.500 euros) porque quería asegurarse un futuro que la enseñanza no daba. Luego llegó a dirigir el centro de empresas de Llanes y el negocio nunca le dio dinero pero, después de tantos años, le tiene cariño y es su administrador, sin cobrar, por aquellos tiempos de los trabajos inseguros en una escuela taller, en que empezaron los tres.

Compartir el artículo

stats