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CECILIA DÍAZ-MÉNDEZ | Catedrática acreditada de Sociología de la Universidad de Oviedo

"Los horarios de las comidas españolas son una respuesta al caos de nuestra jornada"

"La cuestión es que si tan bien lo hacen el resto de los europeos, ¿por qué hay tanta resistencia al cambio en España?"

Cecilia Díaz-Méndez, ayer, en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Doctora en Sociología y catedrática acreditada de la Universidad de Oviedo, la profesora Cecilia Díaz-Méndez intervino ayer en la primera de las Jornadas de Divulgación Científica, que organiza la Fundación Municipal de Cultura de Gijón. Habló sobre la singularidad de los horarios de las comidas en España, un asunto sujeto a controversia que esta especialista en sociología de la alimentación ha investigado a fondo.

-Explíquenos esa singularidad...

-Comemos más tarde que la mayoría y juntos. En nuestras comidas hay mucha coincidencia horaria, lo que indica que hacemos las cosas a la vez. Eso le da coherencia y sincronía a nuestras comidas. Y, sobre todo, cenamos más tarde que nadie.

-¿Es una diferencia horaria excesiva?

-En la comida hay una diferencia de unas dos horas, y en las cenas depende de con quienes nos comparemos. Por ejemplo, hay países con los que tenemos una diferencia horaria de cuatro horas.

-¿Y es bueno o es malo que exista tanta diferencia horaria?

-Hay un debate sobre los horarios. Lo que concluyo es que los horarios son acuerdos sociales que se deshacen igual que se hacen. Si los españoles no estamos contentos, podríamos cambiarlos. La cuestión es que, si tan buenos son los horarios europeos, ¿por qué no hemos cambiado los nuestros? Y ¿por qué hay tanta resistencia social a ese cambio? Se creó una comisión parlamentaria para este asunto, pero acabó sin acuerdos. Si nuestros horarios fuesen tan malos ya los hubiéramos cambiado, y si fueran tan buenos, pues no estaríamos debatiendo cada poco tiempo sobre el tema.

-Hay dudas razonables...

-El debate es público por dos motivos. El primero es la productividad, aunque no hay evidencia de que la productividad tenga que ver con nuestros horarios. Hay un presión para cambiar el horario laboral. Los empresarios quieren un horario de nueve a cinco de la tarde, pero ése no es un horario generalizado en Europa. Y también hay que decir la jornada partida no es la única que hay en España. Aquí tenemos dos jornadas: la partida, y la de los funcionarios o de otros sectores, de ocho a tres de la tarde. Quizás la visión empresarial quiere unificar en exceso lo que existe y lo que se podría hacer. Y el otro debate viene de la difícil conciliación de la vida familiar y laboral.

-Un debate creciente...

-Lo que yo digo es que donde hay concordancia, precisamente, es en los horarios de nuestras comidas. Planteo una hipótesis: si somos concordantes en los horarios de las comidas, la explicación es que, dentro de nuestros horarios caóticos, la vía que tenemos para encontrarnos son las horas de las comidas. Y eso imprime estabilidad a la vida cotidiana, marca pautas de convivencia que nos hace más llevadero el caos horario en el que estamos metidos. Es la forma que tenemos de estabilizar el resto de horarios que no podemos decidir. ¿Son buenos o son malos, por tanto, los horarios de nuestras comidas? No es fácil.

-Los horarios de nuestras comidas no siempre fueron así. No lo eran antes de la Guerra Civil.

-La organización del tiempo es siempre una cuestión social. Es cierto que se cambiaron tras la Guerra Civil. Modificamos el huso horario para coincidir con Alemania, pero había otro elemento importante. En la posguerra estaba generalizado el pluriempleo porque no se ganaba suficiente. Eso implicaba partir las jornadas. La cuestión es por qué se ha mantenido hasta ahora. Lo que hemos hecho es agarrarnos a lo que nos da estabilidad. Nuestros horarios de las comidas son una adpatación a las irregularidades cotidianas. Se han mantenido como respuesta a la locura del resto de nuestra jornada. La clave no es el porqué no hemos cambiado los horarios de nuestras comidas, sino qué es lo que aún los mantiene. Mi explicación: hay motivos para mantenerlos por la sencilla razón de que introducen estabilidad.

-¿No tiene que ver, también, nuestra particularidad climatológica, con más horas de luz?

-Hemos trazado varias hipótesis. Por ejemplo, la del huso horario, pero vemos que en Canarias y en el resto de España hay las mismas costumbres. Tampoco las personas de los pueblos comen antes que las de las ciudades. Hemos preguntado por el clima y las estaciones, pero los horarios no se modifican. Miramos la edad, si hombres o si mujeres... Pues, nada. Lo cierto es que este horario de comidas que tenemos le da mucha utilidad a la tarde, lo que no sucede en otros países. La gente hace muchas cosas en España por la tarde. Tenemos un día largo, para lo bueno y para lo malo.

-¿Hay alguna evidencia de que esta singularidad horaria afecte a nuestra salud?

-Como experta que soy en temas alimentarios, tengo claro que si fuéramos a un horario laboral de nueve a cinco (de la tarde), significaría que haríamos una colación ligera a mediodía, como en Gran Bretaña. Nosotros apoyamos nuestra alimentación en la comida y la cena. Si nos apoyáramos sólo en una comida fuerte, por las tardes, perderíamos la del mediodía. Y eso si tendría repercusión en la salud, porque es cuando hacemos la dieta mediterránea de cuchara. No vamos a cenar lentejas, garbanzos o un pote de berzas. Si hacemos como los ingleses, no comemos de cuchara.

-Lo cierto es que los españoles encabezan las estadísticas de longevidad...

-Pero no está asociado a los horarios. Con eso hay que tener cuidado. Lo que sí es cierto es que si nos quitamos la comida del mediodía, prescindimos de la cuchara. Y eso, cualquier nutricionista nos diría que no es bueno.

-Por lo que veo, usted tiene bastantes dudas respecto de las bondades o maldades de los horarios de las comidas españolas...

-A ver, lo que no soy partidaria es de decir que el cambio es una mera cuestión de reloj. No se soluciona todo así. Hay que analizar los aspectos de nuestras vidas que se verían afectados. Yo creo que con un horario de nueve a cinco se verían afectadas las relaciones sociales. De eso estoy convencida. Por otro lado, creo que no basta con cambiar sólo el horario laboral. Están los horarios de los niños, el de la tele... Un ejemplo, ¿a qué ahora acabó el debate electoral ayer (por el lunes? A las doce y media. No es que no sea partidaria del cambio. Digo que veamos primero lo que perdemos y, luego, analicemos los horarios en su conjunto, no sólo el laboral. ¿Para quién es racional ese cambio? Para los empresarios.

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