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Maestros y discípulos

José Luis Barbón: "Es raro que las fortunas de nuestro país hagan mecenazgo científico"

Carlos Hoyos: "En España se valora socialmente al investigador pero no somos competitivos para atraer talento internacional"

José Luis Barbón, en su despacho en Madrid.

Cuenta José Luis Fernández Barbón, avilesino afincado en Madrid, que una de sus grandes satisfacciones como docente universitario ha sido ayudar a un estudiante brillante como Carlos Hoyos, madrileño afincado en Oviedo. Maestro y discípulo comparten admiración mutua e idéntico entusiasmo por la labor científica. Su encuentro fue en la Universidad Autónoma de Madrid. "Estudié física y me doctoré en el Madrid de los 80, cuando todavía no se impartía la licenciatura en Oviedo. Entre 1993 y 2005 trabajé en centros de Estados Unidos y Europa, la mayor parte del tiempo en el CERN. En 2005 regresé", narra el más veterano. Un año después de su vuelta a España se produciría el encuentro con Carlos. "Estudié Física en la Autónoma de Madrid y luego empecé el doctorado con Enrique Álvarez, que me puso bajo la tutela de José Luis, por lo cual fui muy afortunado, no creo que haya director mejor", narra el más joven, hoy con un contrato "Ramón y Cajal" en la Universidad de Oviedo. En verano de 2006 Carlos defendió su tesis y luego estuvo de postdoc en Swansea (Gales) hasta 2008, en Washington hasta 2011 y en Tel Aviv hasta 2014. Desde entonces la Universidad de Oviedo es su casa.

Su trayectoria profesional y su experiencia en centros de investigación internacionales no les impide valorar lo bueno de lo que les queda más cerca. "En general, la investigación en la Universidad española ha ido siempre a mejor desde los años 70. Pero queda mucho camino por recorrer. Y los últimos pasos para llegar son los más difíciles", opina Barbón. A Carlos, integrado en el grupo de la profesora Yolanda Lozano, le preocupa que no se incentive demasiado el binomio de la I+D. "Tener algo de investigación reconocida tiene unos pocos beneficios para gente con puestos permanentes pero los requisitos que se piden son bastante bajos y una vez que se alcanza el mínimo exigido no hay distinción a efectos prácticos. Priman otros criterios como la antigüedad", se lamenta. Así, personas como él, con contratos temporales se encuentran con que la oferta de plazas no siempre se vincula a la excelencia investigadora de los grupos sino a las necesidades docentes. ¿El resultado? Pues que la investigación suele jugar un papel bastante secundario en la selección de profesorado en una institución a la que luego se le va a medir por los resultados de su I+D.

Pese a las dificultades uno y otro entienden, y así lo han podido constatar en sus propias carnes, que los investigadores "gozamos de prestigio y buena imagen social. Eso ya es mucho en los tiempos que corren?". Sí, sería importante, como deberes a futuro, competir en el mercado internacional para ofrecer puestos élite. "Es una asignatura pendiente del sistema español", según Barbón. Carlos insiste en la idea de que "no somos competitivos internacionalmente a la hora de atraer gente". Y eso, ¿en qué repercute? Unas condiciones laborales atractivas, a juicio de Carlos Hoyos, serían las vinculadas al sistema "tenure-track" donde se ofrece un contrato tal que, al cabo de unos años, si el candidato pasa una evaluación de la Universidad se le hace permanente. Los contratados Ramón y Cajal, como en su caso, no tienen ninguna garantía de estabilización aunque algunas universidades como la de Oviedo sí lo han logrado hacer. "Hay muy buenos investigadores que solicitan el contrato Ramón y Cajal pero luego renuncian a él o no se quedan en España", advierte.

Entre los aspectos positivos de la Universidad asturiana, Carlos alude a la presencia de investigadores destacados en física experimental de partículas que colaboran con el CERN, "también hay gente en astrofísica y cosmología estudiando el fondo de radiación de microondas a partir de mediciones del satélite Planck y, por último, estamos los teóricos, que nos dedicamos a la Teoría de Cuerdas, gravedad y física de partículas". El grupo de Barbón, integrado en el Instituto de Física Teórica de Madrid -un centro mixto de la Universidad Autónoma y el CSIC, único por su dedicación íntegramente a la física teórica fundamental- tiene proyectos en física de partículas y física matemática y cosmología. Cuentan con financiación local, nacional y europea y disponen, además, de unos ambiciosos programas de formación y divulgación científica.

Barbón aclara que pese a las emigraciones forzadas de muchos jóvenes investigadores "no sobra" talento científico en España. Eso sí, lamenta que la falta de iniciativas como las que cita el discípulo hacen que nuestro país, "por desgracia, llevamos perdiendo trenes de desarrollo científico desde el siglo XVI". Ese déficit, por ejemplo, se traduce en que "es raro que las grandes fortunas de este país muestren interés por el mecenazgo científico, algo muy corriente en el mundo anglosajón". "Si te fijas en la historia de la ciencia española, nuestro verdadero talón de Aquiles siempre fue la ciencia básica. Siempre tuvimos buenos geógrafos, juristas, ingenieros... pero apenas físicos y matemáticos hasta el siglo XX", reflexiona.

Con más o menos complicaciones, el más veterano reconoce que España ha montado un sistema científico aceptable" pero le cuesta dar el último paso". Cuesta cambiar las prioridades vigentes hasta hace pocos años por una verdadera economía del conocimiento, opina Barbón, quien insta a "luchar contra la maldición de los países con recursos naturales, que tienden a vivir de ellos en vez de invertir en el cerebro de sus ciudadanos. En nuestro caso el recurso natural es el sol y la playa".

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