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ENRIQUE PÉREZ | Luarqués, trabaja en el Instituto de Investigaciones Marinas de Noruega

"En Noruega hay trabajo, pero exigen idiomas; no se debe ir a la aventura"

"Quizá se idealice un poco la vida en los países nórdicos, pero allí también es dura por el clima: en el Norte se puede llegar a los cuarenta grados bajo cero"

Enrique Pérez, en Figueras, con Castropol al fondo. T. CASCUDO

Se puede decir que el valdesano Enrique Pérez emigró por amor. Hace catorce años conoció en su Luarca natal a una joven de la localidad noruega de Bergen y con ella emprendió rumbo a los países nórdicos. Se formó allí y ahora trabaja como responsable de un laboratorio en el Instituto de Investigaciones Marinas de Bergen, el segundo mayor de Europa. "Tengo trabajo fijo, familia, estoy muy contento en Noruega y allí me quedo", resume el valdesano. Hace unos días ejerció de embajador de su tierra para dieciocho de sus compañeros en el centro investigador noruego. Había presupuesto para un viaje y decidió mostrarles su patria asturiana. Se alojaron en Luarca y pudieron conocer diferentes equipamientos y espacios de la comarca noroccidental.

-¿Cómo es la vida allí?

-La puedes ver de dos formas: puede ser muy diferente o tan diferente que te gusta. En mi caso fue lo segundo, me gustó la forma de vida.

-¿Qué le choca más en comparación con España?

-Pues, por ejemplo, me choca mucho la cuestión educativa. Nosotros tenemos dos niños y allí tienen guarderías al aire libre, los peques se pasan el 95 por ciento del tiempo fuera. En invierno, si nieva hacen cuevas de nieve, se meten con linternas a jugar y se lo pasan pipa. Es una de las cosas que más me llaman la atención, pero, en general, el modo de vida es diferente.

-¿Le costó adaptarse?

-Me costó adaptarme al principio, pero tuve mucha ayuda, de mis padres sobre todo, y también de la familia de mi mujer. Todos me echaron un cable y entre todos logramos esto. Al principio lo que más duro me resultó fue adaptarme al frío, en Oslo llegué a estar a 32 grados bajo cero. Después nos mudamos a Bergen, que es un pueblo de costa, donde durante el invierno la temperatura puede llegar a quizá los 10-15 bajo cero. Al ser un lugar costero el frío es más llevadero.

-¿Idealizamos en exceso la vida en los países nórdicos?

-Quizá se idealice un poco porque allí la vida también se hace dura por el clima, aunque depende del sitio de España del que provengas. Si vienes del Sur y te vas al norte de Noruega igual pasas de 40 grados a 40 bajo cero allí. Si vas desde el norte de España la diferencia puede no ser tan importante.

-¿Qué imagen tienen los noruegos de España?

-Les sorprende la forma de ser de la gente, que es más abierta, cercana y mucho más amable y eso les llama mucho la atención. Pero, en general, allí llegan pocas noticias de España.

-¿Cómo es su trabajo en Noruega?

-Trabajo como jefe de los laboratorios de infecciones acuáticas del Instituto de Investigaciones Marinas de Bergen. Tenemos seis laboratorios y nos dedicamos a hacer experimentos con todo tipo de animales no mamíferos con agentes causales, virus, bacterias hongos, parásitos... Noruega tiene un nivel investigador muy alto, sobre todo en acuicultura.

-¿Qué le diría a alguien que por la crisis sopesa emigrar a un país como Noruega?

-Al principio es una aventura y es importante tener familia que te pueda echar una mano en el país al que vas. Allí hay trabajo, pero se exigen idiomas, tanto noruego como inglés. La gente debe ir sabiendo a lo que va y no ir a la aventura.

-¿Qué tal resultó el viaje por el Occidente? ¿Qué les pareció la zona a sus compañeros?

-Les encantó, estuvimos alojados en Luarca. De Bilbao vinimos a Luarca en autobús y allí tuvimos la base para movernos por la zona en trayectos cortos. El paisaje allí, quitando los fiordos, se parece al nuestro, así que les gustó mucho.

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