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MISAEL CAMPO | Publicista

"Me casé y cumplí con el plan de seguir sin beber y de crear mi empresa"

"Hice la campaña de Consuelo Marcos Vallaure (CDS) al Ayuntamiento de Oviedo ingresado por pancreatitis en el Hospital"

Misael Campo, en Oviedo. IRMA COLLÍN

Misael Campo (Oviedo, 1958) quiso ser periodista, pero las circunstancias le llevaron a la publicidad y tuvo una agencia desde 1987 a 2005 que se situó entre las mejores del norte de España. Tuvo entre sus clientes al Principado de Asturias y a la Xunta de Galicia y también a Cajastur, Ceyd, Siemens, Pescanova. Es fundador del Club de Creativos de España y realizó en 2000 el libro "100 años de publicidad en Asturias". Su vida está marcada por una atracción muy temprana por el alcohol -ya bebía a los 12 años- y una vulnerabilidad física a sus efectos.

-En 1981, después de la mili volví a Oviedo. "La Voz de Asturias" no me compensaba y trabajé para Radiocadena Española y, más tarde, para LA NUEVA ESPAÑA. Ganaba y gastaba mucho. Dejaba a mi novia en casa y me iba a tomar unas copas.

-¿Cuándo ennoviaron?

-En 1976. Se llamaba María José Fernández Danoz, era diplomada en Empresariales, funcionaria del Cuerpo Superior de Policía y estuvo destinada en Pamplona, Mieres y Oviedo.

-¿Cómo iba su salud?

-En 1983 sufrí un cólico nefrítico. Fue el primer aviso. Después empecé a notar problemas abdominales, fui al médico y me comentó que probablemente hubiera aguantado de pie una pancreatitis alcohólica. Me pidió que viera al psiquiatra. Era Francisco Piqueras, que convirtió a borrachos en alcohólicos, es decir, que se preocupó de ese asunto.

-¿Qué le dijo?

-Que era un joven alcohólico de 25 años. Fue como si se acordase de todos mis muertos. Yo me daba cuenta de que bebía de manera diferente de los demás, más de la cuenta, de "no me acuerdo de lo que hice ayer", pero si me notaba con la lengua lenta no me ponía en evidencia.

-¿Cómo reaccionó?

-Me rebelé. Era renuente al Colme, cianamida cálcica, un antagonista del alcohol que, si lo tomas con una copa, te pone la cabeza roja como un semáforo, te produce palpitaciones y arritmias. Al tiempo, perdía peso y los dolores abdominales eran cada vez más frecuentes. Me decía: "No voy a beber" y, de pronto, estaba en una barra. Insoportable.

-¿Qué solución encontró?

-A finales de 1985, seis meses después del diagnóstico, quedé con mi novia en una cafetería de la calle hermanos Pidal. Le dije: "María, voy a retomar el tratamiento para dejar de beber y permanecer sin hacerlo. Si estás de acuerdo, quiero que nos casemos cuanto antes. Y a finales del próximo año fundaré mi propia empresa". Si no controlaba la primera premisa, las demás caerían.

-¿Qué hizo su novia?

-Aceptó: fue valiente, me quería mucho y yo tenía poder de convicción. El plan se cumplió punto por punto. Retomé el tratamiento, acudí a Alcohólicos Anónimos y, al dejar de beber drásticamente, sufrí delirium tremens.

-¿Cómo es?

-Una alucinación en la que puedes ver ratas o arañas, tienes temblorina, fiebre... Se fue después de dos días con tranquilizantes, pero caí en una depresión que cronificó: dejar de beber es como si perdieras un amigo del alma. Trabajaba arrastrándome.

-¿Cuándo se casaron?

-En abril de 1986 en el Cristo. Ese día, al entrar en casa, me dijo: "Soy muy feliz. Te conozco perfectamente y para seguir siéndolo sólo necesito que permanezcas sin beber". Mi mujer era más inteligente y práctica que yo. Era la mujer que siempre quise tener y siempre confió en mí.

-¿Cuándo abrió la agencia?

-El 10 de diciembre de 1986 constituí la sociedad anónima, que arrancó en 1987.

-Pasó de comercial a creativo. ¿Por qué?

-Noté que el pulso al cliente era si se contrataba media o una página, pero luego los mensajes los daba la secretaria. Yo leía a maestros de la publicidad como Ogilvy y Lorente, hice algún cursillo en Pamplona, y me convertí en el director creativo de mi empresa.

-Aun así, el cambio...

-Contraté buenos diseñadores gráficos y conseguí fama de seriedad profesional. Aquella habitación de 30 metros de la calle Argüelles fue la oficina más rentable de Oviedo. Cambié la adicción al alcohol por la del trabajo.

-¿Cómo iba su salud?

-Había dejado de beber, pero pagaba los intereses de haberlo hecho. En 1989 me quitaron la vesícula y me diagnosticaron pancreatitis crónica. Me dolía el páncreas todos los días. En 1991 ingresé por una pancreatitis y sufrí dos ataques agudos más allí. Registraron mis cosas por si seguía bebiendo. Estuve más muerto que vivo. Hice la campaña municipal de Consuelo Marcos Vallaure por el CDS desde el Hospital.

-La agencia iba muy bien.

-Su momento máximo fue la campaña de turismo del Principado -250 millones de pesetas- en época de Trevín que presentamos en 1995 en el Palace y lanzamos en Fitur. "Asturias, guapa por naturaleza" y "Asturias, buena por naturaleza". Coincidió con la muerte de mi mujer.

-¿De qué murió?

-De un cáncer de mediastino que le diagnosticaron en junio y la mató el 16 de octubre de 1994. Vivió poco y sufrió mucho. Perdió a sus padres en 1981, en un accidente en la carretera de Mieres, y luego al abuelo que adoraba. Y tuvo que ayudarme mucho.

-¿Cómo reaccionó usted?

-Me sumí en la tristeza de un duelo interminable. Descolocó todas mis piezas de ajedrez y despertó el monstruo: volví donde lo había dejado, a beber sin discernimiento y sin poder evitarlo. Lo dejé, tuve otro delirium. En unos meses el alcohol era mi amo absoluto.

-¿Cómo se sentía?

-Resumí mi vida en "si bebo, estoy jodido, y si no bebo, también. Siempre estoy jodido". Iba al bar como a la farmacia. El alcohol es un potente anestésico: quitaba el dolor de páncreas y aminoraba la ansiedad, pero sabía que no era la solución, que la mejor parte de mi vida la había hecho con gran esfuerzo y alejado de la botella. Desde 1995 lucho a brazo partido con el alcohol.

-Defina esa lucha.

-En 1996 me hice ingresar en La Coruña para un tratamiento de desintoxicación, y en 1997, otro en Pamplona. En 1998 conocí a Ernesto Roldán, con el que empaticé, me ingresó en Majadahonda y cada mes recibía apoyo para seguir navegando. Conocí a otro psiquiatra, Francisco Fernández Alonso, ovetense, autor de obras sobre alcoholomanía y acudí a Francisco López-Ibor. No me quería dejar ir. En 2003, tras otra pancreatitis, ingresé en Palencia para un largo reposo.

-¿Y la empresa?

-Trabajaba mal que bien, pero tenía un gran equipo y podía delegar. Soy un bebedor solitario, no bebo en bodas o en comidas de trabajo. Tengo una pulsión autodestructiva y si el páncreas me daba tregua, necesitaba perpetrarme un atentado. Tras diez pancreatitis agudas, me queda muy poco páncreas sano; desde 2003 soy diabético y tengo averiada la máquina de pensar.

-¿Cuánto?

-En la unidad de desintoxicación del Hospital General me hicieron unas pruebas en 2006 y evaluaron mi deterioro cognitivo: pérdida de memoria y falta de concentración y de atención. Me recomendaron reposo y abandoné la profesión en 2007.

-¿Le dolió la incapacidad?

-Sin profesión perdí las ganas de vivir y la identidad. Inicié una reflexión, volví a mis notas psiquiátricas y recuperé una frase que vino a cambiar las cosas: "Si la vida es jodida, no la jodamos más". Ahora mismo carezco de objetivos, no tengo ilusión sostenida por nada, soy un espectador escéptico y descreído. No tengo objetivos pero tengo prioridades.

-¿Cuáles?

-La primera es ajustar definitivamente cuentas con el alcohol. Mi otra gran prioridad es tratar de sobrevivir a mi madre para ayudarla porque me ayudó y la quiero. No descarto nada, ni siquiera un ingreso de un año, pero quiero una mortaja con dignidad íntima, morir seco y sereno. Soy testarudo y supongo que lo lograré, pero no lo sabré hasta el último día.

-¿Cómo se siente ahora?

-Tengo afectados los riñones y los microinfartos lacunares múltiples me han afectado el lóbulo frontal izquierdo por lo que, desde hace dos años, me duele la cabeza de forma casi continua. Voy a un deterioro progresivo, pero los esdrújulos -páncreas, vesícula, hígado, estómago- son memeces orgánicas. Son peores los agudos: ansiedad, depresión, temblor, alucinación, convulsión, devastación mental.

-¿Y de beber?

-En los últimos años he pasado más tiempo seco que pingando, pero he tenido recaídas. Trabajo en una novela autobiográfica en la que pretendo descubrir por qué empecé a beber desordenadamente tan joven, paré, regresé y por qué no logro darle un hachazo definitivo. La escribo en tercera persona para distanciarme.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-No me quejo. El alcohol es más fuerte que yo, pero no voy a tirar la toalla. Es tarde pero no para seguir luchando. No me permito autocompasión y conservo el sentido del humor. Mi madre y mi mujer han sido pilares en mi vida, mi familia me quiere, incluida la de mi mujer, un puñado de amigos me estiman y con todo eso me siento dichoso. Pasé momentos muy buenos en la vida.

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