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Un laboratorio a 7.000 kilómetros

Alumnos de universidades norteamericanas de Iowa y Wisconsin realizan en Asturias un curso de Ingeniería Química fascinados por los quesos y el mar

Fueron cinco semanas y trabajaron duro, ocho horas en el laboratorio de la Facultad de Química. Son 22 alumnos norteamericanos, todos ellos de universidades de los estados de Wisconsin y Iowa, que afrontan en Asturias el último tramo de su carrera con una estancia internacional a la que, a pesar de los chaparrones, le están sacando partido, académico y personal.

Dentro de muy poco tiempo recibirán en su país el grado de Ingeniería Química. "Muchos ya han recibido ofertas de trabajo, y en los Estados Unidos a un ingenierío químico se le paga muy bien", afirma Susana Luque, una de las profesoras de la Universidad de Oviedo que les han dado clase -los alumnos terminan esta semana su estancia- y que les sirven de intermediarios.

El grupo de Wisconsin vienen con la profesora Natasha Mallette, 39 años pero ya con mucha experiencia docente. Natasha ha viajado a Asturias con sus dos hijas, Mavah, de cinco años, y Marin, de cinco meses. Dos pequeñas rubias cuya edad contrasta con el ambiente de la Facultad de Químicas, en el campus de El Cristo.

La expedición de Iowa viene dirigida por la profesora Karen Haman. Karen esperaba ayer la llegada de su hermana gemela para viajar con ella a Londres y Dublín. Los universitarios visitarán Barcelona y alguno, como Jack Achen, va a recorrer la Costa Brava, "con mochila y tienda de campaña". La profesora Natasha Mallette y su familia tienen en La Coruña su inminente destino. "Nos encanta ver el mar, las playas y la costa", dice.

No es de extrañar. En ambos casos viven en estados norteamericanos a miles de kilómetros de la costa. Miriam Berbert, estudiante de cuarto curso de Ingeniería Química, es capaz de entender y hablar algo de español. Su ascendencia brasileña se lo pone un poco más fácil. Miriam quedó fascinada por la playa de San Lorenzo, en Gijón, y reconoce que se está dando su particular festín a base de quesos asturianos.

La estancia de jóvenes norteamericanos en Ingeniería Química viene de lejos y nació a partir del viaje a Madison (capital de Wisconsin) del profesor José Coca. Fue en 1966. Ya llovió. Eso piensa el alumno Jack Achen, que se muestra sorprendido de los cambios súbitos de meteorología en Asturias. Jack calificaba la estancia de "enriquecedora", sobre todo por el reto de tener que comunicarse en un idioma distinto.

Susana Luque resumía el trabajo de estas cinco semanas intensas. Además de los maratones diarios de laboratorio los alumnos norteamericanos tuvieron que hacer diez experimentos químicos, diez informes y una presentación oral. "Este año visitamos la Bayer, en Langreo; Asturiana de Zinc, en Avilés, y la Cervecera San Miguel, en Burgos.

Luque afirma que "estos alumnos tienen un nivel académico alto, como los nuestros. Quizá la única diferencia es que los jóvenes norteamericanos que nos visitan tienen una mayor cultura de esfuerzo".

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