Es ésta una carta dirigida a nuestros dirigentes políticos, esos señores que tras meses de duro trabajo, y habiendo consumido seis de ellos de este año 2016, aún están buscando los votos perdidos y los pactos que nunca quisieron encontrar.

Realmente desconozco las motivaciones íntimas de cada uno de ellos, léase los señores Iglesias, Rajoy, Rivera o Sánchez, en estricto orden alfabético, no vayan a pensar que pongo a unos delante de otros por querencia política, pero lo cierto es que prefiero no conocerlas, pues cuando más pienso en cómo se han comportado en estos meses, más se afianza en mí la idea de que no dejan de ser unos egoístas a los que poco les importa el común de los mortales y mucho el ponerse por delante de los demás y decir que la razón es suya y que el que ha ganado es él, aunque los votantes no le hayan dado mayoría suficiente como para gobernar sin tener que depender de nadie. Pobres.

Y aquí llega el momento, el gran momento en que nos encontramos. Si les escuchamos hablar, todos quieren lo mismo: acabar con el paro, la crisis, la precariedad laboral, garantizar la sanidad, la enseñanza de calidad, las pensiones... Vamos, que por lo que dicen en lo realmente importante están todos de acuerdo. Y digo yo, ¿por qué narices no se ponen de acuerdo de una puñetera vez y dejan de tomarnos el pelo como si fuéramos todos idiotas?

¿Por qué no se deciden de una vez a arreglar este país en el que vivimos y dejamos las gilipolleces para cuando tengamos arreglado lo importante?

Perdón por el tono, pero creo que el sentir de muchos de nosotros es ése, la clase política no nos merece como votantes y por eso algunas fuerzas recién nacidas dejan de crecer y los "históricos" han perdido su capacidad para seguir gobernando a sus anchas. Señores representantes de los ciudadanos, el mensaje es claro, pónganse de acuerdo en arreglar el país y dejen de llamarnos tontos a la cara. Les estaremos eternamente agradecidos.