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La guía secreta de Asturias

El tiempo se detiene en Arbón

A la salida de este pueblo de Villayón y en dirección a Oneta, una carretera sin salida lleva hasta el pozo Mouro, un lugar lleno de paz y belleza

1 La poza que forma el río Acebal; el viejo molino, el banco y el gran eucalipto. 2 Vieja rueda de molino junto al pozo. 3 Vista general del pozo Mouro. 4 Bajada al pozo por las escaleras del molino. DETALLE DE LA MADERA DE LAS VENTANAS ROTAS DEL VIEJO MOLINO, TOMADO POR LA HIEDRA Y CON EL PAISAJE AL FONDO. ANA PAZ PAREDES

Algo tienen los molinos junto a los ríos que seducen a los viajeros hambrientos de lugares con encanto. Asturias es tierra pródiga en este tipo de construcciones, muchas de las cuales, como es este caso, han quedado en desuso y algunas han terminado prácticamente en ruinas, víctimas del paso del tiempo y del olvido. Lugares donde la pureza del entorno se mantiene, libres de una masificación turística que los haría perder su esencia, existen por ejemplo en el concejo de Villayón, en el occidente asturiano, al que el agua, sus ríos, los bosques, las cascadas, lo convierten en un pequeño paraíso que a diario se regala a cuantos optan por acercarse a conocerlo.

Sin duda que las cascadas de Oneta es uno de sus atractivos más singulares, además del paisaje protegido de la sierra de Carondio. Ahora bien, hay ocasiones en que esos rincones singulares están al alcance de la mano. Tan cerca y con un acceso tan fácil que en ocasiones pasa inadvertido a los que los buscan no sin cierta ansiedad por perderse un poco en estos lugares, y olvidarse del mundo.

Eso es lo que sucede cuando se descubre por primera vez el pozo Mouro, un rinconín de espectacular belleza al que se accede una vez pasado el pueblo de Arbón, a la altura del desvío hacia la carretera de Villartorey-Oneta. Allí, a la derecha, en dirección a una carretera sin salida, está el acceso a este sitio tan guapo y tan perfecto, que evoca nuestros mejores sueños infantiles y donde es una gozada permanecer el tiempo necesario para recargar el espíritu y el hambre de paisajes tranquilos y atrayentes.

Se accede a él por un prau por el que apenas hay que bajar unos metros y en un momento ya se descubren las paredes del viejo molino que, a pesar del abandono y del desuso, tiene un encanto que sigue enganchando el alma de los viajeros. Abajo, finalmente, escuchando el rumor del río y sintiendo la frescura de la pequeña cascada que invita a refrescarse en su agua cristalina, el tiempo se detiene para cuantos llegan a este rinconín del mundo en Asturias. Allí, en este lugar singular donde las xanas, seguramente, viven durante el invierno, apetece sin duda sentarse en el banco de madera que se encuentra a los pies de un gran eucalipto, justo frente al pozo, para contemplar el entorno tal vez con ojos de niño; o quizá cerrándolos para sentir con mayor profundidad cuanto rodea al viajero.

El pozo Mouro, sin dificultades de acceso, es también un lugar privilegiado para los aficionados a la fotografía. Y está, como quien dice, al pie de la carretera. Esperando por todos los buscadores de rincones con encanto.

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