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La banda sonora del "caso Marea"

Las escuchas dejan a la vista a los implicados hablando claro y con educación

La banda sonora del "caso Marea"

La banda sonora del "caso Marea" sonó ayer durante todo el día. La parte organizada de la consejería de Educación tuvo las cuatro voces de los dos mayores administradores (José Luis Iglesias Riopedre, consejero, y María Jesús Otero, números dos) y los dos mayores empresarios (Alfonso Carlos Sánchez, de Almacenes Pumarín y Victor Manuel Muñiz, de Igrafo).

Fue una jornada de escuchas. Oírlos en grabaciones en 2010 y verlos en la sala en 2016 hacía un raro efecto de play-back desincronizado.

Las escuchas son la grabación de un directo y eso tiene más verdad que lo cantado en una sala de juicio. Quizá por el estilo del norte, quizá porque eran administradores y proveedores de la consejería del ramo, los implicados hablaban con mucha educación. Puede que fuera ilegal lo que hacían pero con qué modales. Aprende España. Hemos oído escuchas de corrupción de media España, principalmente de Madrid y de Valencia, de cargos altos, personas importantes, pijos del PP y lo que se oía parecía dicho en chándal y limpiando las uñas a navaja.

Nada que ver con los modales de aquí. Alfonso Carlos Sánchez no tuvo suerte con la grabación, se oía mal, pero en una conversación está enfadado con unos comerciales que venden poco. Dice que les va a dar madera, pero sin una voz, sin insulto más alto que "sinvergüenzas y vagos" ni mas coprolalia que la que hace el colector: "mecagon la mar".

María Jesús Otero hizo duetos con Riopedre -en los que parecían competir por llevar la voz cantante- con empleados de banca, con parientes, con algún asesor. Ni una palabra más alta que otra, ni una mala palabra. El más malhablado es Iglesias Riopedre, quizá un privilegio de consejero, pero porque siempre tiene coño y carajo en boca y puñeta a mano, como muletillas sexuales de la conversación.

La mejor voz fue la de Víctor Manuel. Es grave, muestra seguridad y autoridad, piensa y habla claro, da órdenes unívocas y precisas, es invulnerable al no y al pero y al final de la conversación pasa a limpio lo charlado. Las escuchas fueron exhaustivas con él. A un ritmo de película de Scorsese, fundió baterías de móviles llamando a unos y a otros para sacar adelante pedidos, facturas, encargos, haciendo seguimiento pastoral a las muchas irregularidades que tenía en marcha simultáneamente. ¡Qué caligrafía tiene su habla! Contó la historia de una accidentada cagada suya y esa voz que ríe y acoge no perdió la compostura como no la perdía Cary Grant cuando quedaba en calzoncillos. Cómo logró mantener la confianza de Otero, que por nada quería perder, a la que tenía cariño, a la que daba réplicas picaronas y a la que se disponía a solucionar cualquier problema, siempre dando tranquilidad.

Educada también pero al otro extremo de la serenidad estaba Marta Renedo, solista de voz quebradiza, desplomada al ser descubierta, ansiosa, llorosa, risona, jadeante, con asma anímica, reconociendo el error tremendo ("chorizada"), demostrado el disgusto ("destrozada") y, entonces, dispuesta a reparar el daño pero siempre "con clase", como le halagaba Juan Bonifacio Lorenzo, director de la filmoteca de Asturias.

La banda sonora del "caso Marea" fue muy visual: en las escuchas se le vio nítidamente.

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