Un estudio internacional, del que forma parte la Universidad de Oviedo, ha demostrado que, en épocas de mayor vulnerabilidad, los lobos buscan lugares alejados del hombre, disminuyendo al máximo la interacción con estos.

Para la realización de este proyecto, que reúne a 27 colaboradores de 12 países distintos, se han revisado más de 700 lugares de cría de este animal, uno de ellos situado en la parte asturiana de los Picos de Europa, a lo largo de más de tres años de estudio.

"Si queremos preservar la especie es necesario asegurar de algún modo las áreas que reúnan los requisitos propicios para la cría del lobo", explica uno de los líderes de la investigación, José Vicente López-Bao, perteneciente a la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo. La forma más efectiva para esta preservación es garantizar zonas en las que los lobos se encuentren seguros y regular de forma más estricta las posibles acciones humanas en el periodo reproductor del animal.

Para ello, López-Bao delega las competencias en aquellas administraciones de quienes depende la gestión de dicho territorio en cada región pues, a fin de cuentas, "son ellos los que tienen la capacidad de tomar las decisiones para regular y proteger a estos animales", enfatiza López-Bao.

Los investigadores observaron en este experimento que los cánidos respondían de forma homogénea a la actividad humana, buscando protegerse de esta. Para ello, estos mamíferos exploraban zonas más alejadas de las áreas de influencia del ser humano, o bien lugares en los que hubiera suficiente refugio, en momentos de su ciclo vital en los que la vulnerabilidad de la especie aumenta, principalmente en época de cría.

El estudio también reveló que el comportamiento de los cánidos en Norteamérica es diferente en comparación con el continente euroasiático, a la hora de criar. Mientras que en Europa y Asia los lobos buscan lugares de acceso mucho más complicado para el hombre y más protegidos, como zonas abruptas y elevadas, en el continente americano se conforman con zonas más suaves y accesibles.

Esto se debe, principalmente, a una cuestión histórica, sobre la persecución que el humano hizo de estos animales, como remarca López-Bao: "La persecución en Eurasia comenzó hace muchísimos más años, cuando los humanos domesticamos a los grandes hervíboros, conformando la ganadería. Desde entonces, esta persecución ha variado sus métodos, sofisticándose, pero de forma gradual, en un lapso de tiempo bastante mayor", sin embargo, en Norteamérica la situación fue distinta, ya que esta persecución comenzó mucho después, con la llegada de los europeos al continente, por lo que se dio de una forma "mucho más concentrada en el tiempo, en apenas unas pocas décadas, pero de una forma mucho más sofisticada, con técnicas de mayor efectividad", relata el investigador.