Ser malo en esta vida compensa. Si atendemos a las sentencias judiciales que llevan aparejados delitos como matar a un menor después de someterle a todo tipo de maltratos (diez años de condena), como abusar de una niña de 12 años por parte de un párroco muy arrepentido (seis años de condena ), delitos de toda índole pornográfica con menores, delitos de maltrato de ancianos..., compensa.

Si te cargas a tu pareja, si robas mucho, mucho, mucho (si robas poco no compensa), si sales a la calle con una ametralladora y le das a diestro y siniestro, si pones una bomba en plena hora punta del metro, si te cargas a cantidad de civiles como efecto colateral de una guerra explicable por motivos económicos, si eres un delincuente de alto standing, si te conviertes en un asesino de los del tribunal europeo de derechos humanos..., compensa. Calculas unos añitos a la sombra, y cuando sales, incluso te contratan en la tele o pasas a ser un héroe de la independencia o una víctima de traumas infantiles. Ahora bien, como se te ocurra robar una bici o una barra de pan, la cagaste, Burt Lancaster.

Siempre creí en la reinserción social de los delincuentes, cuando los delincuentes eran otra cosa. Ahora son turistas de las cárceles que se pasan unos años en habitación privada viviendo a costa del estado de idiotez generalizada que nos hace ciegos ante la sociedad que hemos creado. No estoy a favor de la pena de muerte, pero sí del cumplimiento íntegro de las condenas en determinados delitos que son, evidentemente, dignos de ello.

Pero, como todo en esta vida, o casi todo. Hemos pasado de las cárceles inhumanas y de las condenas a galeras a sacar en los medios de comunicación a estos ejemplares de delincuentes como si de héroes se tratara.

Siempre me maravilla la serenidad y capacidad de aceptación que tienen las víctimas de cualquier índole, porque yo no sé cómo reaccionaría ante el tipo que violara a una hija mía, o ante el gobierno de turno que me matara a un hijo en una guerra, o ante el terrorista que le ha puesto una bomba a mi marido y luego tengo que verlo de concejal. Pero no es de extrañar, si pensamos en todo lo que aguantamos día a día. Así vamos haciendo callo. Eso, por no hablar de lo rapidísima que es la justicia. Te puedes morir antes de que sentencien.