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MARÍA PAGÉS | Bailaora y coreógrafa, actúa el próximo sábado en el gijonés teatro Jovellanos

"El flamenco de este siglo camina hacia una mayor apertura y el diálogo cultural"

"Para ser independiente y poder hacer mis creaciones preciso estructura empresarial"

María Pagés. RICARDO SOLÍS

Es una de las grandes del baile flamenco. Y no sólo por los importantes galardones que jalonan su carrera, de la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes al Premio Nacional de Danza y el de Coreografía. María Pagés, sevillana de 1963, ha sido una de las artistas que ha contribuido a la revolución flamenca que se aplaude en los grandes teatros del mundo, de Madrid a Nueva York. Su compañía fue elegida, por ejemplo, para inaugurar con la coreografía de un poema de José Saramago la cumbre iberoamericana que acogió Salamanca en 2005. Y también la gala inaugural, en enero de 2010, de la presidencia española de la Unión Europea (UE). Ha participado en las películas "Carmen", "El amor brujo" y "Flamenco", de Carlos Saura, y es la creadora de algunos espectáculos tan sobresalientes como "Dunas", "Autorretrato" o "Utopía", que estrenó hace cinco años en el Centro Niemeyer, en Avilés. El próximo sábado estará en el teatro Jovellanos, en Gijón, con su última creación, un espectáculo en el que baila y del que es la coreógrafa.

-¿Qué es "Óyeme con los ojos"?

-Es nuestro último trabajo. Se trata de un monólogo de danza muy centrado en la idea del conocimiento interior y tiene una relación con el misticismo. El título es un verso de Sor Juana Inés de la Cruz. Hemos trabajado la relación entre el flamenco y el misticismo en sus distintas religiones o relación con el mundo. Introducimos textos que van de Fran Luis de León a San Juan de la Cruz, y también cantos populares. Hay cante y música de guitarra, violonchelo, violín o palmas.

-¿Por qué ese interés por la mística?

-Los humanos tenemos siempre ese punto de búsqueda de lo que somos y hacia dónde vamos. Hay un misticismo religioso y otro laico, pero todos tendemos a querer saber lo que somos.

-¿La danza flamenca necesita del diálogo con otras artes?

-Por supuesto. Las artes crecen desde siempre con el diálogo y la confrontación. Hay que mirarse en otras artes. El flamenco es un claro ejemplo de diálogo continuo; es la diversidad la que ha definido su identidad. Su principio básico es ese diálogo entre culturas.

-De usted se ha dicho que tiene un sentido ético de la cultura. ¿Está de acuerdo?

-Vivo y siento lo que hago como un compromiso; es decir, aparte de crear movimientos, imágenes y sonidos bellos, hay un compromiso social. Tiene que ser útil y placentero para quien lo hace, pero sin olvidar que va dirigido hacia un público. Hay un compromiso, ético, artístico y social. Lo que hago no tendría sentido sin esa utilidad social. Si no hay un mensaje que transmitir, carecería de sentido lo que hago.

-¿Los cambios de todo tipo que vivimos están agitando también el mundo del flamenco?

-Entiendo el flamenco como un arte en continua evolución, que convive con la tradición. Llamo evolución a la tradición en movimiento; si una tradición se para, se muere. Es cierto que se puede conservar, pero como un fósil. El flamenco vive un momento protagonizado por su evolución, aunque hubo otros marcados por el conservadurismo. Los cambios sociales y políticos que ha vivido nuestro país hicieron posible ese cambio. En ese sentido, he sido visionaria cuando empezaba en Sevilla y la tradición -lo conservador- mandaba mucho. Yo entendía el flamenco de otra manera.

-¿Hacia dónde camina la danza flamenca de este siglo?

-Hacia una apertura mayor y hacia ese diálogo con otras artes y otros creadores. Cosas que yo hice hace siete años. Va, por tanto, hacia un desarrollo mayor. El arte contemporáneo necesita del flamenco porque precisa de fuentes en las que inspirarse, y el flamenco es, este sentido, un buen compañero. En el plano musical ya ha pasado con cantaores y músicos. Ocurrió, por ejemplo, con Paco de Lucía, que fue un impulsor magnífico de esa evolución.

-El flamenco se aprecia y aplaude en cualquier lugar del mundo. ¿De dónde le viene esa capacidad para traspasar fronteras?

-Tiene un trayectoria vital muy rica. Y de ahí que pueda conectar, transmitir y emocionar a audiencias que ni siquiera lo conocen. Ese recorrido viene de que es un arte popular que ha ido evolucionando. Nace en lugares marginales, desprovistos de público, como expresión popular de una gran fuerza. Y de ahí pasa por distintas fases, sube escalones, atraviesa esas líneas sociales hasta llegar a los grandes teatros. No nació como profesión, sino del pueblo, hasta convertirse en una expresión artística. Ese recorrido no lo tienen todas las artes. Y eso le da el poder de llegar a muchas gentes y de emocionarlas. Tiene muchos matices, mucho contenido humano.

-Usted empezó su carrera con Antonio Gades. ¿Qué aprendió del maestro?

-A sentirme digna dentro de esta profesión. Fue un gran maestro al demostrar que el arte flamenco quita el habla a otras artes. Le quitó los complejos a la danza flamenca. Y, además, tuvo ese compromiso social del que hablábamos antes, una ética. Antonio Gades supo transmitir muy bien estas cosas y por eso fue un maestro. Tiene trabajos coreográficos que son, digamos, modélicos. Y, también, supo cómo entender una compañía de danza. La nuestra tiene ya veintiséis años. Yo he entendido también todo esto con personas no necesariamente vinculadas a la danza, con escritores y otros artistas. Para mí el flamenco es algo orgánico, global; una coreografía no es sólo dar pasos, montar un baile. Es necesario, por ejemplo, un contexto teatral, donde hay luces, vestuario, escenografía, puesta en escena... Para plasmar una idea coreográfica hay que trasladar esa globalidad. Gades lo transmitía, aunque no todavía de manera muy completa, pero fue germinal en ese entendimiento de la coreografía flamenca.

-Antes se refería a que lleva más de un cuarto de siglo, desde 1990, con compañía propia. ¿Es más duro ser empresaria que bailaora y coreógrafa?

-Forma parte de la manera que yo tengo de ver el flamenco, de todo esto que hemos hablado. Para poder hacer mis creaciones de forma independiente, tal y como yo he elegido, hay que tener una estructura empresarial. Y, sí, es muy duro. Hay que afrontar muchas dificultades para sacar adelante un equipo de veintinueve personas: bailaores, músicos, administración. Pero esa estructura empresarial, que es muy difícil de mantener, me asegura esa posibilidad de hacer bien una creación y de llevarla en las mejores condiciones a un escenario. Es una base importante que, normalmente, no se considera pese a que, insisto, en muy duro. Y más en períodos de crisis. Hay que superar muchas dificultades para mantener la excelencia por la que apostamos.

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