El leonés Avelino López Brugos (Villafranca del Bierzo, 1934) se siente asturiano, ya que fue en el Principado donde pasó gran parte de su infancia, antes de convertirse en misionero. López Brugos estudió en el Seminario de Oviedo y, tras ordenarse en 1957, pasó tres años en la Iglesia de San Lorenzo en Gijón. Así, en 1960 comienza su carrera en el Instituto de Misiones Extranjeras, viajando como misionero a Colombia, donde pasa 5 años. Terminada esa etapa, vuelve a España, para formar a futuros misioneros. En 1973 llega a Brasil, donde vive hasta la actualidad, a excepción de una etapa, de nuevo, como formador en el Instituto de Misiones Extranjeras.
-¿En qué zona de Brasil se encuentra usted?
-En el nordeste, en la región de Bahía, en una ciudad que no para de crecer llamada Feira de Santana.
-¿Visita Asturias a menudo?
-Vengo de vez en cuando, a descansar, aprovechando las vacaciones entre semestre y semestre.
-¿Cuál es su labor como misionero en Brasil?
-Mi trabajo se basa sobre todo en la formación. También ayudo a las comunidades que creamos allí, hace ya años.
-¿Cuál es su experiencia en las misiones?
-Experiencia tengo mucha, en estos más de 50 años dedicadas a la misión "ad gentes", hacia afuera. Pasé por muchas cosas, tanto en la formación de seminaristas y sacerdotes con en las parroquias, tanto rurales como de la periferia de una gran ciudad.
-¿Cómo era Brasil cuando llegó usted, en 1973?
-Llegué en un tiempo que resultó complicado, porque había una dictadura militar muy dura, con mucha represión, como en prácticamente ocurrió en toda América Latina. Trabajábamos con cierto riesgo, pero era una Iglesia muy dinámica. Teníamos que vivir el Evangelio en una situación difícil. Nuestro objetivo principal era la formación de comunidades eclesiásticas de base, por eso en ocasiones teníamos ciertos conflictos grandes con los militares.
-¿En qué cambió el país, cuando terminó la dictadura, en la década de 1980?
-Cuando en 1985 la dictadura tocó a su fin, llegó un tiempo que no era tan conflictivo políticamente hablando. En cuanto a la religión, surgieron muchos movimientos de tipo carismático. América Latina se pobló de muchos grupos pentecostales, promovidos y muchas veces también financiados por Estados Unidos. Cambió mucho el panorama, las comunidades eclesiásticas tuvieron una época de menos fuerza. Hubo incluso un ataque por parte de la jerarquía de la misma Iglesia, una sospecha contra estas comunidades.
-Y hoy en día, ¿cómo es la situación actual en Brasil en lo que a ustedes respecta?
-En estos últimos tiempos la cosa mejoró mucho, sobre todo a partir de un encuentro intereclesial en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, en Brasil. En ese encuentro, la Iglesia se dio cuenta de que para ser la Iglesia de Jesucristo, tiene que ser una Iglesia misionera. A partir de ahí, la renovación tomó más fuerza, sobre el papel protagonista de los seglares y la renovación de las comunidades. Tenemos que salir de una Iglesia centrada en sí misma para ir al encuentro de los otros, sobre todo de los más pobres.
-¿Qué papel está cumpliendo el Papa Francisco en toda esta renovación de la Iglesia católica?
-El Papa Francisco allí es muy reconocido. La gente, cuando les pregunto, dicen que es un Papa muy sencillo, al que se le entiende todo. Él está dando un gran impulso. A partir de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro recibió un gran reconocimiento de la sociedad, no solo por la Iglesia católica, sino también por otras, incluso por los que no se reconocen personas de Iglesia. Es un hombre con mucha fuerza, a pesar de que haya gente que no quiera dejarse llevar por esa renovación.
-¿Dónde ve usted su futuro?
-Mi futuro continúa allí, en Brasil. Mientras sea útil y Dios me dé salud, haré lo que pueda hacer. Eso sí, cuando vean que creo algún problema, que lo digan. No quiero complicar la vida a nadie.