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Unos acusados hieráticos

Los trece encausados se ignoraron en todo el procedimiento, durante el que no cruzaron palabra y ni se miraron apenas

Silencio en la sala, se juzga. Los inexpresivos acusados son, en primera fila, por la izquierda, Antonio José Azorín, José Luis Iglesias Riopedre, Alfonso Carlos Sánchez e Isaac Ovies. Detrás, Marta Renedo, María Jesús Otero y Víctor Manuel Muñiz. LAURA CARADUJE

Era llamativa la actitud de los 13 acusados en el "caso Marea". La primera impresión era de que aquello que estaba pasando en una sala de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Oviedo no iba con ellos. Durante cuatro meses asistieron impasibles a una declaración tras otra de un centenar de testigos. Escucharon las grabaciones de las escuchas telefónicas sin inmutarse.

Quizás un par de veces se vio a Otero y a Renedo cruzar una palabra a escondidas, sentada una junto a la otra y sin mirarse. Disimulando. Pero nada más.

Los acusados no hacían pasillo. Llegaban por separado, quizás con su abogado pero en la mayoría de los casos, a medida que fueron pasando los días, lo hacían solos. Como quien va a su puesto de trabajo una jornada tras otra.

Sólo se les vio reir un par de veces, que se rió toda la sala. Una fue con un testigo que sufría de incontinencia verbal y cuyas expansivas, locuaces y amenas explicaciones era incapaz de controlar pese a los esfuerzos del tribunal y de los letrados para que concretara.

Otro momento de risas lo provocó el presidente de la Sala, Javier Domínguez Begega, en una larga jornada en la que un letrado de la defensa osó plantear que quería repreguntar a un testigo cuando ya había acabado la declaración. Begega, cortante, respondió que no. Pero el abogado tenía un plan b, y le ofreció a cambio renunciar a dos testigos. "Me gusta ese chantaje", respondió el magistrado provocando las risas del propio tribunal, del banquillo y hasta de los periodistas que seguían la vista en una sala contigua.

En segunda y tercera fila del banquillo de los acusados se sentaron aquellos que sus defensas calificaron como "los menores", aquellos que se sienten víctimas de la politización del asunto y para los que piden condenas las acusaciones populares sin que ellos entiendan por qué se han visto sentados allí. Pero estuvieron.

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