Por una vez, Asturias quiere lluvia. Pero no la que ayer aguó los planes veraniegos a muchos, sino la que iluminará la próxima semana el cielo de estrellas fugaces. Es lo que se conoce como Perseidas o "lágrimas de San Lorenzo", una de las citas astronómicas más conocidas del verano. Este año el "orbayu" estelar alcanzará su máxima intensidad entre la noche del 10 de agosto y la madrugada del 11, con un centenar de meteoros en una hora. Un espectáculo de fuegos naturales que se producen a 100 kilómetros de altura cuando la Tierra cruza la órbita del cometa Swift Tuttle. Lo que veremos en la oscuridad no son más que pequeñas partículas -del tamaño de un grano de arena- que al rozar con la atmósfera generan un destello. Pero un destello hermoso.

"Es un espectáculo", asegura el astrofísico gijonés y fundador del Aula de Astronomía, Enrique Díez. El mejor escenario para contemplarlo es el refugio de Áliva, situado en la vertiente cántabra de los Picos de Europa, a tres kilómetros de Cabrales. "Es un sitio excepcional, a 1.700 metros de altitud, donde el cielo está completamente limpio, sin contaminación lumínica ni nubes", comenta. En ese idílico paraje organiza el Aula de Astronomía una experiencia única para observar Perseidas. Este año durará tres noches (del 9 al 12 de agosto) y el número de participantes rozará casi el centenar.

"Haremos más cosas que ver estrellas fugaces, también llevaremos telescopios para apreciar los anillos de Saturno o contemplar las constelaciones", explica el gijonés. La actividad es un éxito año tras año, y se repetirá en otro rincón del paraíso asturiano los días 13 y 14. Será en el refugio del Meicín, situado en el corazón del macizo de Ubiña, y se combinará la astronomía con las rutas de montaña. Aunque hay meteoros durante todo el año -son los llamados esporádicos, por no estar asociados a ningún cometa-, es este mes cuando la lluvia es más intensa.

Y ¿cómo se origina este orbayu de luz? La respuesta está en los cometas, como indica el astrofísico Enrique Díez: "Cada vez que estos cuerpos congelados pasan por el punto de órbita más cercano al Sol, la radiación hace que desarrollen colas de gas o de polvo. Estas partículas siguen la misma órbita que el núcleo cometario, de forma que sus órbitas son regiones ricas en meteoros. Entre julio y agosto, la Tierra atraviesa una de ellas, asociada al cometa Swift Tuttle, originando las Perseidas". En contadas ocasiones, las estrellas fugaces alcanzan el suelo o dejan destellos de colores. Lo primero ocurre cuando los meteoros son fragmentos de gran tamaño y metálicos. Y lo segundo depende de la composición química del material, como aclara Santiago Gándara, director del Observatorio Monte Deva (Gijón) y vicepresidente de la Sociedad Astronómica Asturiana Omega. "Unos dejan estelas anaranjadas, otros verdes... Es una pasada", dice Gándara. Aunque lo normal es que sean blancas, como las estrellas comunes.

Con motivo de las "lágrimas de San Lorenzo", Omega organizará dos actividades en Deva las noches del 11 y 12 de agosto. "Normalmente son entre 300 y 400 personas. Incluso si llueve tenemos gente igual", afirma. Y es que ver Perseidas es una forma de dejarse atrapar por el apasionante mundo de la astronomía. Los expertos recomiendan a los asturianos que prefieran ir por su cuenta buscar sitios alejados de las zonas urbanas, con horizontes libres de obstáculos, y llevar ropa de abrigo y una esterilla para tumbarse en el prao. No hacen falta telescopios ni prismáticos, la mejor forma de ver estrellas fugaces recorriendo el firmamento es fijando la mirada en el cielo.

Cada lluvia de meteoros tiene asociada una tasa horaria cenital (THZ), que es el número de estrellas fugaces que veríamos en condiciones ideales. Pese a que algunos expertos españoles señalan que el "orbayu" será la semana que viene cinco veces más fuerte que otros años, los astrofísicos asturianos prevén un chispeo similar a 2015. "Esos datos se obtienen a partir de estadísticas, pero no siempre aciertan", sostiene Santiago Gándara. En principio se esperan entre 80 y 120 meteoros a la hora, nada comparable a los 400 que se registraron en los años 1991 y 1992 por el paso del cometa Swift Tuttle. "Cada vez que éste pasa por el punto de la órbita más cercana al Sol, lo siembra de material nuevo proporcionando más estrellas fugaces", concluye Enrique Díez.