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Asturias vigila el deshielo en los Polos

La ovetense Carmen Domíguez y el navarro Adolfo Eraso ultiman una misión en el Ártico para medir el cambio climático en glaciares tras una etapa sin fondos para sostener su investigación

La asturiana Karmenka trabaja con sistemas de medición de glaciares en Svalbard, una zona del Ártico.

En los últimos tres años no han sido felices del todo. Después de casi quince realizando expediciones científicas, descendiendo por el interior de los glaciares del Ártico y la Antártida para medir el deshielo, la pareja de científicos Carmen Domínguez "Karmenka" (Oviedo, 1969) y Adolfo Eraso (Estella, 1934), cabeza visible del proyecto Glackma, se quedaron sin financiación estatal que los sostuviera. El sector público les dio de lado y por eso, Karmenka y Eraso, decidieron convertir a Glackma en una asociación privada para conseguir financiación y continuar con las expediciones.

Los científicos, que no viven profesionalmente de las aventuras en los glaciares -ella es profesora de Matemáticas en la Facultad de Salamanca y él de Hidrogeología en la Escuela de Minas de Madrid-, ya están viendo la luz al final del túnel y en breve podrán tener un aliado en su proyecto. Ambos han pasado todo agosto en Cudillero, ultimando los arreglos de un velero que un colega alemán les dejó en propiedad. Karmenka, que lleva tres años reparando el navío, espera verlo listo para ir al Ártico en un breve periodo de tiempo. "Este año vamos a volver a realizar alguna incursión, tanto si hemos logrado apoyo como si no. Estamos ahorrando de nuestro bolsillo y, además, esperamos poder contar con el barco", asegura Karmenka.

Los dos científicos no tienen ni un minuto que perder. En estos momentos, ocho equipos de medición de glaciares que instalaron en sus últimas expediciones -cuatro en el Ártico profundo, y otros cuatro entre la Patagonia y la Antártida- están calibrando el deshielo y son datos muy valiosos que Karmenka y Eraso no se pueden permitir desechar.

Instalar todos esos equipos de mediciones de glaciares implica un gran coste económico y un importante esfuerzo personal. Pero, además, las estaciones de medición tienen fecha de caducidad y deben ir a renovarlas periódicamente. "Empezamos a instalar las estaciones de medición en 2001, pero para la memoria teníamos que volver cada año y medio. Era una auténtica locura y lo al final lo logramos", detalla Karmenka.

En los últimos años, las mejoras tecnológicas han hecho que las memorias de los sistemas de medición de glaciares se amplíen hasta 7 u 8 años, y la última revisión de los científicos fue justo antes de quedarse sin financiación. Además, por si fallara una, Karmenka y Eraso instalaron una sonda de repuesto para asegurarse la medición de los datos. "Para nosotros es muy importante no perder los datos. No se puede saber a ciencia cierta porque puede pasar cualquier cosa, pero confiamos en que las sondas están marcando, y como son dos pues tenemos más posibilidades. Por eso tenemos que volver allí cuanto antes", detalla Eraso. Su experiencia en mediciones de glaciares les llevó a publicar hace cinco años "Diario Polar: Las memorias de dos científicos al límite de la aventura" , donde ambos analizaban la repercusión de los glaciares en el calentamiento global. Cinco años después de la publicación del libro Eraso sigue alertando sobre el desarrollo del cambio climático. "El calentamiento global está evolucionando de manera acelerada, cada vez es mayor y va más deprisa". Este científico navarro, con 82 años a sus espaldas, espera con ansia volver a salir al ruedo: "Nos gusta lo que hacemos y queremos seguir en esto".

Karmenka y Eraso reconocen también los peligros de las expediciones y cómo es la vida midiendo glaciares. "Está claro que siempre hay peligro. Nosotros tenemos una máxima, que dice que donde te metas has de salir por tus propios medios. Hay que valorar el riesgo y tener la mente fría para saber si vas a continuar o no", cuenta Karmenka.

Las expediciones de la matemática ovetense y el geólogo navarro se prolongan un máximo de tres meses durmiendo en tiendas de campaña alejados de la civilización, muchas veces sin más compañía que los zorros polares y un rifle que hay que llevar obligatoriamente para defenderse en el caso del ataque de un oso.

"Una expedición en el Ártico o la Antártida es como estar en otra dimensión. No existen los horarios fijos, solo comer cuando tienes hambre y trabajar", apunta Eraso. Como la percepción del tiempo no existe, únicamente por la posición del sol, los científicos han llegado a trabajar más de 72 horas seguidas. "Una vez fuimos a descansar a una casa que tenían unos noruegos. Vi la cama y pense en echar una cabezadita y cuando me desperté el sol estaba en la misma posición que cuando me acosté. ¡Había dormido 22 horas seguidas como si nada!", rememora Eraso.

Los científicos son conscientes de la masificación que presenta el Ártico, lo que encarece aún más la logística de las expediciones para medir glaciares. "El turismo es cada vez mayor y el Ártico se ve afectado. Eso provoca que todo se encarezca muchísimo. Hemos pasado de no ver a nadie a otear ferrys llegar cada dos días", indica Eraso, que también cuenta la mala respuesta que le dio un turista australiano que había tirado una cerveza al mar. Aunque llevan tres años parados, Karmenka y Eraso han aprovechado bien el tiempo realizando trabajos de divulgación que sirvan para buscar apoyo en la sociedad civil. "En estos años tuvimos un beneficio que no esperábamos, que no es otro que el cariño de la gente. Recibimos muchos correos y cartas de gente dándonos apoyo para continuar, muchas personas nos llaman la familia Glackma. Apreciamos mucho esas muestras de ánimo y vamos a seguir", anuncian resueltos.

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