La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

XANDRU FERNÁNDEZ | Escritor, publica la novela "El ojo vago"

"Al escribir intento pensar que el lector es inteligente, que no puedes darle garrafón"

"Los personajes literarios son vidas prestadas, simuladas, que tanto el autor como el lector pueden probarse como si fueran trajes y ver si se desenvuelven bien en ellos"

Xandru Fernández.

Con "El ojo vago" el escritor Xandru Fernández (Turón, 1970) publica en castellano después de seis novelas y tres libros de relatos en asturiano. Una brillante narración que mezcla aventuras, intrigas históricas, viajes espacio temporales y muchas más cosas sorprendentes y audaces, todo ello escrito con humor y una imaginación desbordante.

-¿Le gusta poner a prueba a los lectores, exigirles un esfuerzo para acompañarle?

-Es imposible exigirle nada al lector: si está cómodo, se quedará, y si no, se irá, y hace bien. Lo que intento, más bien, es pensar que el lector es exigente, que no le puedes dar garrafón, por así decir.

-¿Se siente más cómodo manejando humor o tragedia?

-Platón escribió que el que es buen autor de tragedias debe serlo también de comedias. En mi caso, tal vez nunca haya escrito una novela tan explícitamente cómica como "El ojo vago", pero es que tampoco creo haber escrito nada tan trágico como "El ojo vago". También es cierto que el humor me imponía un gran respeto, y creo que le perdí el miedo a raíz de mi participación en la Fundición Príncipe de Astucias, que fue como hacer un máster con lo mejor de la sátira del país. Creo que en buena medida "El ojo vago" nació de esa experiencia.

-¿Es de los escritores que dicen disfrutar creando o sufre con el proceso?

-No sufro, desde luego. Los que hablan del sufrimiento del escritor me recuerdan aquel gag de los "Monty Python" en que el hijo de un escritor se hace minero y cuando visita a su padre éste le echa en cara que no sabrá lo que es trabajar duro hasta que estrene una obra en el Teatro Nacional y tenga que pasarse el día concediendo entrevistas? Sufrimiento es otra cosa. Desde luego, como cualquier tarea que implique disciplina, escribir no es algo a lo que uno se arroje con los brazos abiertos. Pablo Texón suele decir que escribir es lo que más le gusta, pero que prefiere hacer cualquier otra cosa antes que ponerse a escribir. Puede sonar paradójico, pero ése es exactamente mi caso.

-¿En qué escritor le hubiera gustado reencarnarse?

-Si fuese por presumir de haber escrito lo que escribieron, hay muchos candidatos, pero sus vidas son otra cosa. Vonnegut, por ejemplo, que creo que está muy presente en "El ojo vago", en plan genio protector, no tuvo precisamente una vida envidiable. Luego hay grandes escritores que fueron a la vez grandes cretinos. Tengo mis modelos, mis preferencias, naturalmente, pero intento no caer en el culto al autor.

-¿La venganza siempre es un plato indigesto, en caliente o en frío?

-No lo sé, nunca me he vengado de nadie. No es que no lo haya deseado alguna vez, pero me da demasiada pereza. Me imagino que con la venganza pasará lo mismo que con la mayoría de nuestros deseos, que una vez que se realizan nos dejan más vacíos. Proust escribió una larguísima novela al respecto, en la que, por cierto, la reencarnación ocupa un lugar fundamental, al principio de la obra. Las primeras líneas de "El ojo vago" están pensadas como un homenaje a esa novela.

-¿Le gusta inventarse a sí mismo en cada nueva obra?

-Decía Miles Davis, con esa afabilidad que le caracterizaba, que cuando alguien le pedía que tocara algún tema conocido suyo, le contestaba que fuera a comprarse el disco, que aquello ya estaba grabado y él ya estaba a otras cosas. A mí me pasa algo parecido: nunca he conseguido releer un libro mío, me parece que, en cuanto está encuadernado, deja de pertenecerme y por consiguiente deja de interesarme. Así que me imagino que sí, que no me queda más remedio que reinventarme, porque me aburriría demasiado repitiéndome.

-¿La muerte de David Bowie le impresionó más de la cuenta por ser un personaje suyo?

-La muerte de Bowie me impresionó por muchas razones, pero sobre todo porque él hizo de ella un acontecimiento estético, la ficcionalizó, por así decir. La integró dentro de la obra de arte en que había convertido su vida. No conozco muchos artistas que se hayan atrevido a tanto. De hecho, ahora no se me ocurre ninguno. Cuando murió, "El ojo vago" ya estaba en la imprenta, y eso me evitó haber incluido alguna nota lamentable al respecto.

-Pedirle que le ponga una etiqueta de género es una temeridad y una pérdida de tiempo, imagino.

-No tengo nada contra la literatura de género, de hecho leo mucha novela negra y bastante ciencia ficción, pero la mayoría de las veces ese tipo de etiquetas sólo sirven para despistar al lector. Como lector, he tenido mejores experiencias con autores de novela negra que con autores de novela histórica, de ahí que, para abreviar, pueda decir que me interesa más la primera que la segunda. Pero no se le hace ascos a una novela histórica si la escribe Marguerite Yourcenar o Norman Mailer, ¿no? Esto es, al final es el talento literario lo que importa. Lo demás es atrezzo.

-¿Qué encuentra un hombre de Turón en el Londres de Jack el Destripador o la Palestina de Jesús que no hayan visto otros?

-Son dos filones casi agotados, efectivamente. Jack el Destripador está cerca de convertirse en una disciplina universitaria, es muy difícil sacar de ahí nada nuevo, especialmente después de "From Hell", de Alan Moore, que es mucho más que una obra de ficción o una hipótesis detectivesca, es la cristalización de una mitología. En cuanto a Jesús, ya tiene sus Evangelios, aunque yo siempre he sido más de Jesucristo Superstar... En cierto modo, en "El ojo vago" ambos son casi "personajes secundarios", el primero ni siquiera eso, no pasa de ser una sombra que planea sobre uno de los capítulos.

-Se puede ver su novela como una metáfora de la literatura, es decir, cambiar de vidas en un aprendizaje permanente hacia la sabiduría?

-Sólo a condición de que por "sabiduría" entendamos el reconocimiento de la propia ignorancia. Sí creo que los personajes literarios son vidas prestadas, vidas simuladas, que tanto el autor como el lector pueden probarse como si fueran trajes y ver si se desenvuelven bien en ellos. Es un tipo de aprendizaje que podríamos extender a la poesía. Nietzsche se refería a algo parecido cuando explicaba que leer poesía en voz alta te permitía hacer descubrimientos acerca de tu carácter, reconocer qué lenguaje, qué musicalidad es la que te conviene, y cuáles no. Es lo más cercano a una utilidad que le puedo encontrarle a la literatura.

-¿Cuál será su próxima reencarnación? Literaria, por supuesto.

-Últimamente me atrae la novela explícitamente política. No una novela con mensaje, empapada de ideología, sino una novela sobre el hecho político, sobre las relaciones de poder en los partidos, en los grupos? Es pronto para decirlo, pero puede que la siguiente estación sea ésa.

Compartir el artículo

stats