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MANUEL SUÁREZ | Directivo deportivo de tiro, baloncesto y fútbol (y 2)

"El ordenador se cargó las máquinas de escribir y de calcular de un día para otro"

El Club de Tiro Principado no tenía presidente, buscaron al más tontu y tocóme a mí. Lo presidí 28 años. Me ayudaron mi compadre Leal y José Ramón González"

Manuel Suárez en Villa Magdalena. LAURA CARADUJE

Manuel Suárez (Oviedo, 1936) fue mecánico de máquinas de escribir y de calcular para Olivetti, se independizó y abrió su propio negocio, que sobrevivió a la informática virando hacia el mobiliario y las fotocopiadoras. Ha sido presidente del Club de Tiro Principado durante 29 años y está en la directiva de la Federación Nacional de Tiro. Fue directivo del Real Oviedo en los tiempos de José Manuel Bango, de la Federación Asturiana de Fútbol de 1982 a 1988 y estuvo en el comité organizador del Mundial de fútbol de España 82 y del Mundobasket de 1986. Está casado, tiene tres hijas y cinco nietos.

-En torno a los 18 años su padre le pidió que se hiciera cargo de sus seis hermanos. ¿Qué pudo hacer?

-En Olivetti tenía dos hermanos trabajando conmigo. Cuando la casa, con sede en Barcelona, eliminó el concesionario y se hizo cargo directo de los empleados de Asturias yo quería ponerme por mi cuenta pero me hicieron un chantaje: si no quedaba yo, no quedaban mis hermanos. Tragué porque si me iba no podía abrirles hueco a dos en la empresa. Cuando abrí mi negocio, en 1965, uno quedó en Olivetti y otro vino conmigo.

-¿Quedó en buenas condiciones?

-Me querían llevar a Barcelona y me negué. No quería salir de Oviedo. Eso era sentenciarte y recuerde que entonces no había sindicatos. Pero conmigo se portaron bien siempre. Fui muchas veces a Barcelona, a hacer cursillos. Tengo una máquina de escribir, una Studio 46, que monté entera en la fábrica. Se hacía por fases y, si fallabas en algo, se volvía a la fase anterior.

-Su hermano Mariano, 18 años menor, jugó al fútbol y usted lo tutelaba. ¿Qué carrera tuvo?

-Estuve detrás de mi hermano casi toda su carrera. Los padres iban a ver a los hijos y yo iba a ver al nietu, casi. En 1972 acabó en la categoría juvenil -con "El Gemelu", que era el entrenador del Juventud Asturiana- y lo fichó el Granada, que estaba en segunda división y tenía unos macheteros tremendos. Uno de esos veteranos, que era paraguayo o argentino, le dijo: "Como te acerques por aquí, chaval, te rompo la pierna". Tenía 18 años y lo acojonaron de forma tal que no la tocaba. Era la supervivencia.

-¿Cuánto aguantó entre los "macheteros" del Granada?

-Dos años. Luego pasó al Murcia. Paquito, un buen internacional del Real Oviedo que estaba en Valencia entrenando al Gandía lo fichó para su equipo más tarde. Fue un verano, estando en Oviedo de vacaciones. A partir de ese momento me desentendí, hasta que acabó. Después del fútbol hubo que hacerle hueco en mi empresa.

-Mientras usted trabajaba en la mecánica iba entrando, lentamente, la informática que acabó con el negocio de máquinas de escribir y calculadoras mecánicas. ¿Llegó a sospechar que sería su enemigo mortal?

-No. El Banco Herrero tenía dos máquinas de escribir y calcular del tamaño de una mesa grande, muy complicadas. Llevábamos el mantenimiento por medio de un contrato anual. Las atendíamos tres mecánicos.

-¿Daban guerra?

-Mucha. En una ocasión me llamaron de una ferretería de Vegadeo porque necesitaban una reparación: habían dejado unas monedas encima y se las había tragado. Llegar a Vegadeo en un Seat 600 eran cuatro horas de viaje de ida y otras tantas de vuelta. Logramos arreglarlo por teléfono y fue una alegría. El ordenador se cargó todo aquello de un día para otro.

-¿Cómo logró seguir adelante con su empresa cuando triunfó la informática doméstica?

-Mantuvimos el tipo con el mobiliario de oficina y alquiler de fotocopiadoras. Ahora las máquinas de escribir cotizan como adorno y yo reparo alguna de algún amigo pero dan más guerra que el carajo. El negocio lo mantuve hasta 2013. Lo cerré pagando a todo el mundo. Es lo mejor que hice pero casi quedo en pelota.

-Usted fue directivo del Real Oviedo y de la Federación Asturiana de Fútbol.

-Con José Manuel Bango. En unas elecciones le pegamos una pasada a Eugenio Prieto, que luego sería presidente, y yo, pa jodelu más, inscribí en una placa los votos que sacamos unos y otros. Bramaba. Luego me llevé bien con él. Incluso le vendí los muebles de las oficinas y cuando estaba ya a punto de perder la esperanza de cobrar me dijo: "Te lo voy a pagar todo menos 70.000 pesetas".

-¿Cómo llegó al tiro olímpico?

-Yo era compadre de un comisario, José Luis Leal. El club de tiro no tenía presidente, buscaron al más tontu y tocóme a mí. Eso fue en 1987. Leal y José Ramón González fueron los dos ayudantes que tuve esos años. Estuve de presidente 28 años y estoy en la directiva de la Federación Nacional de Tiro desde hace 16.

-Pero ¿cómo empezó?

-Cuando tenía la tienda en la calle Víctor Sáez tomaba el vino donde el campo de fútbol de Buenavista y allí empezamos a relacionarnos Leal y yo. Me propuso hacerme socio.

-¿Qué tal tirador era usted?

-Bastante bueno. En el Club de Tiro Principado llegamos a tener cuatro olímpicos que fueron a Los Angeles, Seúl y Barcelona. Fueron olímpicos Corsino Fernández, Eva Suárez, dos veces, y Alberto Areces. Yo fui a Atlanta a un campeonato del mundo. Cuando el mundial de Barcelona de tiro olímpico, en 1992, hubo que colaborar mucho con Madrid y les presté ordenadores, teléfonos móviles y fotocopiadoras, y de ahí surgió la medalla al mérito deportivo nacional con distintivo blanco de la Real Federación de Tiro Olímpico.

-¿A quiénes les interesa el tiro? ¿Policías sobre todo?

-No... hay muchos funcionarios. Es un deporte que puede practicar gente mayor. Ahora están entrando muchos chavales, pero la mayoría es gente mayor de 50 años.

-Mundial de fútbol de 1982.

-Fue el evento más importante en que participé porque había dinero y eso lo mueve todo. La guardia civil se portaba muy bien con nosotros y había que invitarla a comer una semana bien y otra también.

-Recordará el escándalo del partido Alemania-Austria,

-Sí, los dos hablan alemán y se pusieron de acuerdo. La perjudicada fue Argelia. No fui a ese partido porque sabía que iba a haber arreglo. Sí vi el anterior, Alemania -Argelia. Llevábamos un uniforme muy guapo. Cuando metió el gol Argelia yo me puse a aplaudir, como todo el mundo. Al mirar para atrás vi al presidente de la Fifa y me echó una bronca, el cabrón de él, diciendo que no podía aplaudir porque era de la organización. Pensé que tenía razón pero media hora más tarde, cuando metió Alemania, le vi aplaudiendo. Le hablé del uniforme y él movió la cabeza como diciendo "qué quieres que te diga".

-¿De qué se encargaba usted?

-De atender a la delegación de Chile, que no ganó nada. El encargado me decía: "Manolito, el pasto corto". No lo iba a enterrar la hierba.

-Mundobasket 1986.

-No tenía nada que ver con el baloncesto pero me llevó con él Ramón Camino después de la experiencia del fútbol. Tomé decisiones que no tomaba nadie. Me dijeron que no iban a poder televisar el encuentro de Estados Unidos porque en el Palacio de los Deportes la luz entra por los ventanales, cae en el centro de la pista y no se ve nada. Llamé a los pintores y se pintó la ventana con tinte azul y escayola. Cuando llegó Antonio Masip, entonces alcalde, me dijo que había que arreglar lo de la luz y quedó encantado de que lo hubiera resuelto yo. Masip era un cagón tremendo.

-Y usted decidido.

-Tocome muy temprano tomar decisiones en la vida. Llegó la hora del partido y no había gente. Salí y a cada dos que veía les dije que si traían a cuatro más entraban gratis. En una hora el fondo norte estaba repleto para que se viera público en televisión.

-Participó en la educación de sus tres hijas.

-Fue cosa de la muyer. Tuvimos mucha suerte con las tres. Ves cosas que... No fui hueso, siempre les dejé margen. Tenemos 5 nietos.

-¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-Bien, con altibajos, que cuando tienes un negocio consisten en que te paguen lo que te deben- pero siempre bien. De salud estoy bien, menos las cervicales.

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