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La columna del lector

Los ojos luteranos de Gómez Ojea

En el último artículo de Carmen Gómez Ojea del 10-9-16, el último párrafo dice: Los evangelios deben leerse con libertad de interpretación, con ojos libres, luteranos, llenos de fe y seguridad de que esconden una verdad reconfortante y consoladora dedicada expresamente a la lectora o al lector que la busque en sus páginas.

Creo que la escritora da en el clavo respecto a lo que ha de significar la lectura de los evangelios. Los textos de los evangelios no son propiedad de ninguna iglesia, ni se han de someter a ninguna organización interesada en ejercer su monopolio interpretativo; ni pueden ser reducidos a ninguna forma de catecismo reglamentado.

La mejor lectura de los evangelios sería la lectura de una persona que busca libremente la respuesta a su propia problemática existencial. Son textos para todo el mundo y que han de leerse con ojos libres porque cuando se leen con ojos sectarios o constreñidos por magisterios eclesiásticos interesados, entonces ya dejan de ser los evangelios para ser los evangelios según tal o cual organización religiosa. Y eso ya es otra cosa. No en vano el Concilio de Trento en su día cerraba la posibilidad de tal libre lectura bajo la amenaza de graves castigos. No había más evangelios que los que la Iglesia interpretaba como tales. Y así mientras en muchos países europeos comenzaba una etapa de libre interpretación en base a distintas lecturas de los textos bíblicos; España quedaba rígidamente tutelada por la Santa Madre Iglesia durante siglos.

Es acertado lo de ojos luteranos, pues fue Lutero quien abrió esa posibilidad histórica europea de forma valiente, aun sabiendo los grandes riesgos y problemas que ello acarrearía. Consecuencia de aquel acontecimiento histórico que fue la Reforma y sucesiva evolución política europea, cualquier persona hoy día tiene libre acceso a esa lectura. Bueno y acertado es recordar a la gente, como lo hace Carmen Gómez Ojea, que una lectura y libre interpretación de los evangelios con ojos luteranos nos puede llevar a una verdad reconfortante y consoladora y a una fe y seguridad que quizá desconocíamos.

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