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MIGUEL ÁNGEL COMENDADOR | Catedrático de Genética, jubilado

"Una razón para jubilarte es cuando un doctorando te cuenta algo y no lo entiendes"

"Mi tiempo para la genética ya pasó: de la que me enseñaron en la carrera a la de hoy hay varios mundos"

Miguel Ángel Comendador. LUISMA MURIAS

Miguel Ángel Comendador (Madrid, 1948), catedrático de Genética de la Universidad de Oviedo, jubilado. Está casado, tiene dos hijos que viven y trabajan en Asturias. Fue vicedecano en Biológicas y ejerció varios vicerrectorados en el equipo de Juan Vázquez.

-Estoy bien, pero he tenido momentos mejores. Me he roto la pierna derecha y me impide navegar, salir al monte o andar en bicicleta. La rehabilitación lleva dos horas y media al día. Pero no me quejo.

-¿Qué estaba haciendo?

-De excursión con mi mujer por el desfiladero del río Casaño (Cabrales). Era un día estupendo. A diez minutos de llegar al destino tuve un resbalón tonto del que me quedó la pierna en una posición extraña. El móvil no tenía cobertura y mi mujer tuvo que ir al pueblo más próximo a llamar al 112. Quedé solo dos horas y media, con la horrible sensación de estar inútil. Cuando vi llegar el helicóptero, me sentí libre y me dio llorera. El médico había sido alumno mío y ese mismo aparato sacó a mi hijo de una caída del Cabo Negro. Hacen una magnífica labor.

-Debe ser tremendo algo así.

-Bueno, el día de Covadonga de 1989, enfrente de la calle Muñoz Degraín, me atropelló un coche cuando iba en bicicleta y me rompió tibia, peroné y alguna vértebra. El coche iba siguiendo el Rally "Príncipe de Asturias", distraído y algo rápido.

-¿Qué sintió?

-Inquietud, miedo porque no sabes qué ha ocurrido ni qué consecuencias tendrá y, hasta que llega alguien, desamparo. Enseguida llegó un compañero de la Universidad, me cogió de la mano y me confortó. Los dolores vinieron horas después.

-¿Le quedó miedo a la bici?

-La velocidad en bici me produce inseguridad, pero sigo usándola.

-¿Ha naufragado?

-No. Toquemos madera.

-No escarmienta en lo de "a la salud por el deporte".

-Hay que ser cabezota en casi todo lo que a uno le gusta.

-¿Cómo lleva la jubilación?

-Me gusta la actividad. Puedo rellenar mi tiempo no haciendo nada, es decir, sin obligaciones ni compromisos, mirando un árbol. A veces pienso y, más que conclusiones, surgen preguntas. Por ejemplo, ¿a quién se le habrá ocurrido que esto es una solución? Me lo sugiere la política.

-¿Jubilarse fue una buena decisión?

-Sí, es poder disponer del tiempo, un bien escaso, y tratar de administrárselo.

-¿Le sigue interesando la genética?

-Circunstancialmente. Si me lo piden, doy cursos de divulgación y me pongo al día, pero mi tiempo para la genética pasó. De la que me enseñaron en la carrera a lo que hay ahora hay varios mundos. En quinto curso elegí Genética Molecular, que daban Margarita Salas y su marido, casi recién llegados de Estados Unidos. Contaban cosas deslumbrantes. Lo que hay ahora me sobrepasa. Una razón para jubilarse es cuando un doctorando te cuenta algo y no lo entiendes, hay que empezar a pensarse las cosas.

-Hizo carrera en la política universitaria.

-Los vicerrectorados quitan tiempo y restringen la libertad de pensamiento porque debes pensar en cosas ajenas a la docencia y el trabajo científico. María Sierra, colaboradora magnífica, me permitió dedicarme a la política sin perder el laboratorio. Estoy contento con mi carrera, aunque soy consciente de lo que debería haber hecho y no hice.

-¿Por ejemplo?

-Eso queda para cuando estoy debajo del árbol.

Lee, ve cine, anda, habla, sigue la prensa, cuida sus huertas, la que le regaló su mujer en Santamarina de Piedramuelle (Oviedo) y la de Hervás (Cáceres).

-No conviene tener dos tierras si no están juntas.

-¿Qué saca de la huerta además de tomates?

-Disfrute, ver cómo crecen, si salen ricos dárselos a los amigos, que sean más grandes que los de otro. Mi familia era burguesía rural con tienda y tierras, y de ahí me viene.

Su familia viene de Hervás.

-Allí pasaba veraneos de tres meses, con mis tres hermanos, robábamos fruta, nos bañábamos en el río y nos tirábamos piedras. De adolescentes, tratábamos de tener amigas, bailar y... en fin.

-Será "bailar y fin".

-Generalmente.

Vino a Asturias en 1972, de "penene", siguiendo desde la Universidad Complutense a Julián Rubio Cardiel, que sacó cátedra en Oviedo. Daba clase de Genética en Biológicas y Medicina, pero para cobrar llegó a tener un nombramiento de profesor agregado de Derecho Canónico.

Extremeño en Asturias y asturiano en Extremadura, pasa medio año aquí y medio allí.

-Hervás vivió del textil hasta 1955 y de la madera, con cierta tradición ebanista y obrera, más la cereza, el olivo y la ciruela. Me recuerda a Asturias, pierde la tradición industrial, decae y depende del turismo. No digo que el turismo no sea importante.

La afición a la montaña y el campo le llevó a Ingeniería de Montes en 1967, que no le gustó. Un año después entró en Biológicas. Su padre era policía y él fue delegado del Sindicato Democrático de Estudiantes de Madrid.

-No sé si se llegó a enterar de mi actividad sindical. En casa no se hablaba de política por los recuerdos de la Guerra Civil. Supe de mi abuelo republicano por lo que me contaron fuera.

Por la política ligó con su mujer, Marisa, compañera de curso, el 18 de mayo de 1968.

-En el recital de Raimon en Económicas que acabó a porrazos de la Policía. Escapamos corriendo de la mano. Nos gusta pensar que Raimon escribió "18 de mayo en la ciudad" pensando en nosotros, aunque no lo sepa.

Con ella viaja por España, África y Latinoamérica.

-Últimamente hemos estado en Etiopía, en Libia antes de la caída de Gadafi, en Malí, Argentina, Colombia...

-¿Qué espera en adelante?

-Lo mismo que estoy haciendo pero modulado. Mis lecturas cambian de las novelas a la historia, mi inquietud por la espera a que madure un tomate mengua. Sé que las cosas cambian y que soy yo quien se tiene que adaptar.

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