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"De la uva de hace años a la de ahora hay un abismo", afirman los productores

Esperar a que madure el fruto y eliminar el raspón, razones del "salto de calidad"

José María Martínez en su viñedo de Las Barzaniellas, el más extenso de Asturias, con uvas de carrasquín. LUISMA MURIAS

"De la uva del año 2000 a la de ahora hay un abismo. Dimos un salto de calidad innegable". Así lo cree el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Vino de Cangas, José Manuel Redondo, que vincula esa evolución con la profesionalización de las viñas. "Antes se recogían todas las variedades el mismo día y ahora no, se espera a que maduren bien. Las uvas de carrasquín todavía no se recolectaron", explica José María Martínez, el mayor viticultor de Asturias con tres hectáreas y media de viñedos en Las Barzaniellas. Esa medida tan básica ha sido clave para el desarrollo del sector, junto a la eliminación del raspón. "Antes los racimos no se despalillaban e iba todo a fermentar. Eso aportaba más acidez al vino y descompensaba por completo su sabor", indica Martínez.

De ahí la fama de vino "malo" que durante años arrastró Cangas del Narcea. Esa etiqueta ya no se le puede poner hoy, reivindican los productores. "Ahora nuestro vino no tiene nada que envidiar a otros. Cada uno en su sitio, pero podemos tener la cabeza bien alta", opina José Manuel Redondo, responsable de la bodega Monasterio de Corias, que produce al año unas 50.000 botellas y hasta ocho marcas diferentes.

A juicio de los viticultores asturianos, Cangas está ahora en el momento adecuado para crecer, aunque le frena el minifundio. "En un sector tan atomizado como este lo que quiere el consumidor son producciones de calidad y diferentes. Y eso lo tenemos en Asturias", expresa José María Redondo, que recuperó los viñedos que su padre y su abuelo tanto trabajaron en el pasado. Las variedades autóctonas -albarín blanco y negro, verdejo negro, carrasquín, moscatel de grano menudo y mencía- son desconocidas para muchos aficionados al vino, que buscan nuevos sabores.

El Principado, dicen los productores, tiene además a su favor el factor sorpresa. "Los turistas que pasan por aquí alucinan. Vienen de beber sidra por toda la región y de repente se encuentran con que aquí hay vino", comenta Andrea González, responsable de las visitas turísticas a la bodega Monasterio de Corias.

Aparte de la escasez y el pequeño tamaño de las viñas -tienen que estar en laderas orientadas al sur para recibir la mayor cantidad de sol posible-, otro de los problemas del sector es la falta de relevo generacional. Los productores piden más apoyo al Principado y sacar más rentabilidad de la uva. "El kilo ronda el euro. Yo con el terreno que tengo (3.500 metros cuadrados) esto no me resulta rentable. Lo hago por conservar la tradición y el patrimonio de nuestra tierra", sostiene Domingo Guerrero, de Rañeces.

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